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Bellas Artes despide a La Bruja de la danza

Alida Piñón| El Universal
Sábado 09 de noviembre de 2013
Bellas Artes despide a La Bruja de la danza

DESCANSO. Los restos de Bravo serán depositados en la Catedral. (Foto: JORGE SERRATOS / EL UNIVERSAL )

La comunidad dancística realizó un homenaje a la coreógrafa Guillermina Bravo

ana.pinon@eluniversal.com.mx

El lugar que ocupa Guillermina Bravo en la historia de la danza es irrefutable, tangible y contundente. La comunidad dancística, los investigadores, los críticos, todos han coincidido en que es ella la protagonista de la danza mexicana, su pieza fundacional y su transformadora absoluta.

Ayer, Guillermina Bravo acudió por última vez a uno de los recintos más importantes del país y de su carrera, el Palacio de Bellas Artes, en donde le brindaron un homenaje de cuerpo presente.

Los honores no estuvieron a la altura de su grandeza. Pocos herederos directos e indirectos de su quehacer se hicieron presentes.

Ahí estaban, sollozando, los hombres y mujeres más cercanos a ella, sus brazos derechos e izquierdos: Miguel Añorve, Antonia Quiroz, Federico Castro, Jaime Blanc, Eva Pardave; estaban también la generación que la vio engrandecerse, Gladiola Orozco, Magnolia Flores, Nellie Happee; y los coreógrafos, hijos de su revolución, Cecilia Lugo, Raúl Parrao. Nombres más, algunos mezcla de funcionarios otrora bailarines, investigadores cuya jerarquía en las instituciones debieron haber comandado más estudios sobre la maestra Bravo.

Y estaba también una generación joven que le dedicó dos danzas a Guillermina, al arribar al recinto y al alejarse para siempre de él. Alumnos que ahora estudian su legado y que, ojalá, cumplan sobre todo con su último deseo, amar a la danza por sobre todas las cosas.

Sin embargo, los contados rostros de toda una comunidad que se siente y es parte de su legado, la tardía llegada del presidente de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa; la falta de un discurso de la directora del INBA, María Cristina García; la ausencia de altos funcionarios de la cultura y la educación, revelaron, una vez más, lo que Bravo no se cansó de repetir: la danza a pocos importa.

Quedaron las lágrimas de quienes la amaron y la respetaron. Los deudos. También las palabras de la bailarina Rossano Filomarino: “Cuando ella tenía 80 años la fui a visitar a Querétaro, tenía la costilla rota y se sentía muy triste. Le dije que no se preocupara, que se pondría bien, pero ella me respondió: ‘es que así no puedo tomar clase y hay tantas cosas que aprender hoy de la técnica’. Ese era el espíritu de Guillermina, ojalá se mantenga presente en las nuevas generaciones”.

Al final, una promesa de Conaculta: apoyar su último legado, el Centro Nacional de Danza Contemporánea.



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