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Entrevista. "Soy un escritor para minorías"

Yanet Aguilar Sosa Enviada| El Universal
Martes 05 de noviembre de 2013
<b>Entrevista.</b>

CON NUEVOS LIBROS. "El pequeño monje budista" y "Cumpleaños". (Foto: ESPECIAL )


yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

OAXACA.— César Aira ha sido un escritor a contracorriente, un autor que ha construido su literatura en contra de las convenciones. Es calificado de raro y atípico, pero él se define como un rebelde lúdico, un escritor para minorías. A quien lo ha calificado como una de las voces más potentes de la lengua castellana actual, él, armado de su risa vital y su mirada miope, le dice:

“No, potente no. Es una voz en voz baja pero que llega a escucharse. Siempre he huido de todo lo que sea importancia, como la importancia social, prefiero que me tomen de payaso, de loco”.

El escritor nacido en General Pringles, Argentina, en 1949, se ha compenetrado en pocos días con Oaxaca; la ha puesto en el primer lugar de su ranking mexicano y ha empezado a hallar inspiración y frases que podrían detonar una nueva “novelita”. El domingo, visitando el Museo Arqueológico, tuvo un destello: le cayó como del cielo el título de una novela: En el mundo de la representación, e inmediatamente le vino la primera frase:

“Yo entré en ese mundo, pero tuve que pagar un precio muy alto”, cita de memoria el escritor y recuerda que esto le había pasado antes: “No entiendo qué quiere decir eso, pero justamente esa sugerencia de algo todavía sin forma y sin sentido es lo que me impulsa a escribir”.

Es uno de los narradores más endiabladamente originales, quizás por su pasión por la lectura y la escritura. Siempre responde con gran sentido del humor. “Para mí, escribir es un placer, es un gusto, además es lo único que sé hacer, ¿qué otra cosa me queda? Voy a seguir escribiendo hasta el último suspiro, como dijo Buñuel”.

El argentino, autor de más de 80 novelas, reconocido por sus pares como uno de los grandes orfebres del relato o la novela breve, es el principal representante de Argentina en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca. Mañana, a las 19 horas, en el Museo del Estanquillo, sostendrá un diálogo con Mario Bellatin.

¿Es usted un escritor contra las convenciones?

No es contradictorio tratar de apartarse de las convenciones. A veces me ponen en una lista de escritores, a los escritores no nos gusta que nos pongan en la misma bolsa, es parte de la megalomanía que necesitamos para sobrevivir en nuestro oficio; pero me ponen en el listín de los raros. Yo pregunto: ¿Si un escritor no es raro, qué es? Convencional, previsible. Se necesita un mínimo de rareza para que haya un mínimo de interés en lo que hacemos, es muy sintomático que se hable de los escritores raros que son para minorías de lectores raros, y los que no son raros, que son perfectamente convencionales, esos sí son para el gran público. Es totalmente contradictorio con la idea que yo tengo de la literatura o del arte.

¿Más que raro un escritor rebelde?

Sí, pero dentro de una rebeldía lúdica, decir una tontería o soñar puede ser un acto de resistencia; también está el hecho que se manifiesta en este momento de que al autor le piden que diga cosas inteligentes. No es tan fácil ser inteligente todo el tiempo, tengo que pensarlo mucho para que se me ocurra una frase.

¿Un renovador de la novela?

No sé si escribo novela, cada vez dudo más, lo mío son relatos que no sé en qué casillero los meterán los críticos o profesores, no tengo problema por eso, las llamo novelitas para que no esperen una novela propiamente dicha. ...Mis novelitas no apuntan tanto a un cierre, a una reflexión, sino a seguir una línea un poco más sinuosa que yo mismo no sé a dónde voy a ir a parar y meter episodios.

¿Cómo le sienta ser considerado un escritor de culto?

Eso de escritor de culto es un premio de consuelo para los que no venden libros y tampoco son realmente buenos, entonces son de culto. Seguro que soy y seré siempre minoritario. Me han reprochado eso de ser elitista, pero yo defiendo las elites, pero no las elites egoístas que van a Miami, sino la elite de la inteligencia, de la cultura.

¿Hay algún tema que le cueste trabajo manejar?

Lo único que deliberadamente he evitado hacer es escribir sobre la tragedia histórica argentina, los desaparecidos o Evita, que ha sido toda una industria en la literatura argentina, me parece tremendamente deshonesto porque la literatura por más que sea la literatura minoritaria que hago yo, ganar plata con el dolor de los desaparecidos, no, eso lo he evitado deliberadamente.

La poesía es fundamental

Me formé en medio de poetas, y era el único que no tenía el don; si intentaba un poema salía algo totalmente lamentable, entonces me vi reducido a escribir relatos, novelas y di un largo rodeo para llegar a la poesía a la que estoy llegando, a la que pienso llegar, a la poesía que salga de la narración.

¿Piensa en el lector?

Los escritores pensamos en muy pocos lectores, en amigos, a veces en muertos. Escribiendo algo digo esto a fulano le va a gustar, o no o se va a enojar con esto. Uno de esos es mi hijo, que lee mis libros, se escandaliza, me dice: “¿Qué estuviste fumando esta vez?”. Sé que cuando me voy muy lejos él se enoja y entonces me voy más lejos todavía, una relación un poco ambivalente, no diría de amor odio, sino de amor burla. Creo que hay un camino recto hacía la libertad, hacia ir liberándose de convenciones, trabas auto impuestas a veces y la última va a ser liberarse de la calidad, por qué hacerlo bien, por qué darles gusto a lectores y a críticos.



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