"Balconear" a los museos, el propósito de una exposición
PROCESO. Pieza de Melanie Smith, para hablar de la conservación . (Foto: ARIEL OJEDA EL UNIVERSAL )
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Sin perder el acento, el historiador de arte James Oles, originario de Estados Unidos, hace suya la expresión “balconear” para explicar los alcances de la exposición El museo expuesto. La colección de arte moderno de la UNAM 1950-1990, que el 19 de octubre se inaugura en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.
Oles, curador en jefe de la muestra que abre una nueva etapa en la ahora llamada Sala de Colecciones Universitarias —donde estuvo la colección de arte moderno Andrés Blaisten—, plantea un proyecto expositivo con más de 100 obras de arte —casi 80% pertenecientes a la UNAM— que sirven a un propósito: exhibir los procesos que se dan en un museo, desde la investigación, conservación y catalogación, hasta la iluminación, el montaje y la colocación de células.
Balconear es, pues, ver qué hay en los cajones, mostrar las costuras, los secretos; hacer público lo que se tiene y lo que no se tiene; es también invitar al público a saber qué hay tras bambalinas, qué se tiene qué hacer para que una exposición acabe en una sala y qué elementos se han ido incluyendo para conformar lo que hoy llamamos museografía.
“El museo es un lugar educativo, en particular un museo de la UNAM”, propone el curador.
Oles pone en cuestión, con esta muestra, un tema clave en el mundo del arte actual, pues impera en muchos sectores la idea de que el arte no requiere información complementaria, que el espectador debe conocer el contexto. Para él, la información es esencial.
La exposición, que estará hasta noviembre de 2014 y permitirá rotar piezas y temas, tiene una serie de núcleos que se refieren a todo lo que pasa en un museo: introducción, registro, embalaje, historia, inventario, iluminación, conservación, montaje, artista, réplica, archivo, exposición, cubo blanco, cédula, múltiples e investigación.
Esos núcleos se cuentan con base en obras de David Alfaro Siqueiros, Enrique Bostelmann, Shimotani Chihiro, Arnaldo Coen, Armando Cristeto, Marco Antonio Cruz, José Luis Cuevas, Javier de la Garza, Rafael Dóniz, Helen Escobedo, Héctor García, Gelsen Gas, Lourdes Grobet, Javier Hinojosa, Graciela Iturbide, Oishi Kazuyoshi, Leandro Katz, Marcos Kurtycz, Nacho López, Narita Masumi, Carlos Mérida, Enrique Metinides, Pedro Meyer, Maruch Sántiz Gómez, Gabriel Orozco, Pablo Ortíz Monasterio, Diego Rivera, Vicente Rojo, Kazuya Sakai, Melanie Smith y Gerardo Suter.
Son piezas que forman parte de los acervos de la UNAM, esencialmente los que se han ido integrando desde 1950 (algunas fueron préstamos de la colección de Miguel Escobedo, hermano de la fallecida Helen Escobedo).
“Revisé toda la colección que está en el MUAC (son mil 77 obras), es rica, aunque no tan completa como las de los museos del INBA; decidí no hacer una exposición sobre el arte moderno en México, la colección no daba necesariamente para eso. No es una exposición sobre la historia del arte en México. Es sobre el museo, es un laboratorio para experimentar y el primer laboratorio es voltear el museo al revés”.
Por ejemplo, en la sala aparece una obra de Melanie Smith, Fluxus, a su lado está la cédula informativa, pero la muestra no pretende hablar del trabajo de Smith sino de la conservación: esta pieza, de 1991, que es parte del acervo del MUAC, es una obra que ha requerido muchos cuidados por sus características y materiales, entonces se acompaña en esta exhibición con una descripción del estudio que se realizó para cuidarla y evitar su deterioro.
Al referirse al tema de la réplica, se expone una segunda versión del Corredor blanco de Escobedo, una obra que ella había hecho de cartón y que había desechado. Para hablar del inventario aparece un conjunto de fotografías en blanco y negro, con el nombre de su autor, y con la cifra de cuántas piezas suyas posee la colección. Este inventario, a la vez que registra que se tienen retratos de Metinides, Bostelmann, López e Iturbide, entre otros, exhibe faltantes en el acervo de la UNAM, como que no hay fotografías de Manuel Álvarez Bravo.
Cuando se aborda el tema de las cédulas figura una pintura de Gelsen Gas junto a ocho posibles opciones de cédulas informativas, que refuerzan la idea de los muchos sentidos que guarda una obra de arte, y que expone cómo es que nacieron las cédulas informativas a la par del nacimiento de las colecciones públicas y los museos.
Otros espacios proponen al espectador un recorrido por lo que es una exposición en sí, a partir del arte abstracto de Cohen —otro que falta en las colecciones de la UNAM—, Rojo y Sakai. Un cubo, de paredes blancas, sin ninguna información adicional, expone una serie de dibujos y acuarelas de Carlos Mérida y le sirve al curador para hablar justamente de ese recurso de no informar, no dar elementos sobre las piezas, dejarle la tarea al espectador. Finalmente, un espacio se ha dispuesto a la espera de que los visitantes generen otras muestras con base en el proceso que aquí se ha expuesto.
La Sala de Colecciones Universitarias —que es coordinada por Julio García Murillo— no será un espacio con colección propia, tampoco se enfocará a un periodo particular. Será un espacio donde las diferentes colecciones de la UNAM tendrán cabida, y eso incluye arte, así como ciencia, libros, mapas, manuscritos, fósiles... En 2014, dentro de sus procesos de curaduría se contará con la presencia de los estudiantes de la maestría en Estudios Curatoriales de la propia UNAM. En ese sentido, Oles refuerza uno de los objetivos de todo el proyecto: ser laboratorio.