Botero: erotismo a los 81
REVISIÓN. Botero volvió a la historia para mirar ejemplos de arte erótico: antiguos dibujos persas, estampas japonesas, obras de Courbet y Picasso, entre otros; al final, buscó en la imaginación. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )
ssierra@eluniversal.com.mx
Aunque la sensualidad enmarca toda la obra de Fernando Botero, el pintor y escultor nunca quiso representar a una pareja haciendo el amor. Nunca, hasta ahora.
A los 81 años, con su nueva serie Boterosutra, de la que ha hecho tres esculturas y 70 dibujos, 50 de los cuales expondrá a partir del 21 de diciembre en la galería Gmurzynska en Saint Moritz, Suiza, el artista colombiano se ha abierto a pintar un tema que no hizo antes porque tenía la idea de que el erotismo podía distraer del fin artístico.
Desde su estudio en Mónaco, donde Botero se prepara para continuar la serie ahora al óleo, acepta conversar vía telefónica con EL UNIVERSAL y cuenta cómo este tema le ha provocado tal entusiasmo.
“En mayo estaba en Italia trabajando una de mis esculturas, tenía una figura femenina reclinada y no lograba darle interés a la composición; de pronto se me ocurrió poner una figura masculina, un hombre, como encima de ella haciendo el amor, y se creó un problema interesante porque obviamente la obra era más compleja entre dos figuras que con una sola. Terminé la escultura, hice una segunda y luego una tercera. Me interesó. Empecé a dibujar, me leí el Kamasutra y empecé a ver obras persas o las estampas japonesas del siglo XVIII. Hay toda una tradición; no es sino pensar en Courbet, en Lautrec, en Picasso.
“La cosa era que no quería hacer unos dibujos pornográficos; el arte erótico, que llaman, es pornográfico, porque pinta claramente la función del sexo masculino y femenino en acción. Yo no quería eso. En ninguno de mis dibujos se ve el sexo, es más el juego de una mujer y un hombre haciendo el amor en distintas posiciones. Estoy más interesado en el erotismo y la parte artística que me permiten hacer estas dos figuras, que en tratar de excitar al espectador, que es la idea de estos dibujos japoneses o persas. Tratar de mantener ese límite entre erotismo y pornografía. Hacer una cosa con una alta calidad de dibujo; que el erotismo no fuera una distracción a la calidad del trabajo”.
Aunque el tema del erotismo ha sido una constante en la historia del arte, Botero eligió hacer su propia versión: “El arte es hacer el mismo tema pero en forma distinta”.
Como cuando hizo las series del Circo, del Vía Crucis o la de Abu Ghraib, Botero ahora no pinta de otro tema que no sea el erotismo. Sólo lo dejará cuando sienta que dijo todo. “Hay grandes posibilidades de composiciones cuando se trata de dos figuras”.
—¿Para usted qué distingue erotismo de sensualidad y de pornografía?
—El erotismo y la sensualidad son algo muy parecido; son casi sinónimos. La pornografía es distinto, el propósito es excitar con una imagen o un texto. En el erotismo hay delicadeza, sugestión, se mantiene en ese momento en que está más interesado en la imagen, en el texto o en el arte.
—¿Boterosutra pretende ser sensual y erótica?
—Es muy sensual y erótico, sí. A los 81 años de edad se necesita un poco de imaginación para hacerlo o tomar viagra. En todo caso, pues, se necesita cierta sensibilidad importante para poder realizarlo (ríe).
—Más allá de estas representaciones del erotismo, usted busca la sensualidad en todas sus obras...
—La verdad es que mi obra toda ha sido sensual porque esos volúmenes, esas formas, esa delicadeza del modelado, son sensuales. En el fondo hago mis cuadros casi como una caricia, porque el paso de la sombra a la luz es muy delicado siempre. Hay una fuerza muy grande de la forma en general, pero hay una gran delicadeza en cómo se trata cada detalle. No creo que vaya a tener problemas a la ahora de pintar estas figuras haciendo el amor, porque siempre fui muy sensual en lo que hice. Si hago una naturaleza muerta es muy sensual; como dijo alguien, la pintura tiene que inspirar el deseo de comerse uno esa obra. Cuando uno ve un Rembrandt, un Velázquez o un Cézanne quiere comerse el cuadro a pedacitos porque es sensual.
—¿Hasta dónde llegará Boterosutra?
—Yo siempre tomo los temas con mucho interés y me entrego completamente a ellos. Ahora que viene la exposición en St. Moritz quiero ver los dibujos colgados. Va a ser el primer contacto con la obra terminada porque en el estudio las obras se ven distinto a la galería. Quiero verlos para poder seguir adelante. Pero sé que tengo mucho más que decir en este tema.
Al principio, había cierta timidez como es un tema bastante atrevido uno lo hace íntimo, pero ahora me siento metido en el tema completamente, y quiero pintar cuadros grandes de figuras haciendo el amor. Total que hay cuadros maravillosos, enormes y súper eróticos, de Courbet y Picasso, las odaliscas de Veronese y de Tiziano. Hay que trabajarlo completamente y entregarse con toda la audacia.
—¿Había pintado antes a una pareja haciendo el amor?
—No. Nunca. La verdad es que había predicado, casi, que no se debía hacer eso, porque el erotismo sería una distracción de lo puramente artístico. Yo decía, por ejemplo, que en los cuadros de Matisse, donde se ven unas niñitas muy sensuales, casi en posiciones pornográficas, que se mira más el tema de la niña que la pintura. Pero cuando hice esa escultura, que es muy bella y artística —perdóneme que lo diga porque no lo debería decir pero la pareja es una de mis esculturas más logradas— y cuando hice el dibujo —nunca había puesto tanto atención a la calidad del dibujo como lo hice ahora— tuve una corrección de mi posición por lo que había pensado toda la vida; me doy cuenta de que sí se puede.
—¿Ha pensado en exponerlas en México o llevarlas a Colombia?
—Ojalá algún día pueda tener una exposición de Boterosutra. El amor es universal, le interesa a todo el mundo. Soy fanático de exponer en México porque siempre he tenido un número de público extraordinario. En ningún sitio la gente se interesa tanto, de forma tan multitudinaria; exponer en México es siempre un gran placer.
—De nuevo sus personajes tienen rostros inexpresivos...
—Sí, es que siempre he creído que la cara es como un objeto más, como una mano o un pie; el arte inexpresivo, como el arte egipcio, por ejemplo. Me gusta lo que hay en Piero della Francesca, o uno nunca ve un personaje de Cézanne sonriendo. Una cabeza es un objeto más, no hay que darle un interés sicológico que distrae de ver todo el cuadro.
—Ir hacia nuevas series es una forma de reinventarse, es una constante suya...
—Hay artistas que predican que cada cuadro debe ser un estudio distinto; yo no creo en eso. Todos los grandes artistas tuvieron un estilo que los caracteriza y uno los reconoce siempre porque su obra responde a una filosofía, una creencia, una convicción. Uno ve un cuadro de Boticelli y siempre es un Boticelli, ve uno del Greco y es siempre un Greco. Hay una identidad que es producto de la convicción que tienen sobre cierto punto del arte. Bueno, yo tengo mis convicciones, las he tenido toda la vida: desde que empecé, mis obras han sido volumétricas y me ha seducido siempre la idea del volumen, la sensualidad del volumen, todo lo que he hecho en la vida es basado en esa convicción. He tratado de progresar desde el punto de vista técnico, que cada obra sea totalmente coherente. Es la madurez de un artista.
—¿En su caso, quién hace la selección de las obras que expondrá?
—Yo mismo. Soy muy riguroso conmigo mismo, no me hago regalos. Total que yo sé lo que está bien y lo que no está bien también lo sé. Como a todo el mundo, me toma tiempo. Es como los que escriben, que guardan el texto y lo releen después. En la pintura es igual, la pintura se debe editar como se edita un texto. Quitando, poniendo o descartando. Claro que hoy en día casi nadie edita, todo se muestra porque todo es “genial”, pero el arte nunca fue tan genial así como para mostrar todo; siempre había obras menores que se dejaban de lado por no estar resueltas.
—¿Cómo es su rutina de trabajo?
—Yo trabajo mucho; todos los días de la vida. Siempre, donde esté, tengo un estudio donde trabajar. Yo llego al estudio tipo 10, 11 de la mañana y me quedo hasta las ocho de la noche. Todo el día, feliz, esto es una maravilla. Es la profesión más bella del mundo, no he encontrado un placer más grande que ejercer el arte, como sea: en pintura, en dibujo, en escultura; es un placer infinito, es como un pequeño éxtasis permanente.