"Innecesaria y apresurada", la restauración a El Caballito
CERCADA. Así lucía ayer por la tarde la pieza de Tolsá que desde el pasado domingo fue cubierta. (Foto: LUCÍA GODÍNEZ / EL UNIVERSAL )
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Irreversibles, innecesarios, sin método, desafortunados, corrosivos, descuidados y apresurados son los trabajos hechos a la escultura ecuestre de Carlos IV, conocida como “El Caballito”, de Manuel Tolsá. Estas son las conclusiones de cinco expertos en restauración, ingeniería química, escultura y monumentos históricos.
A reserva de la conclusión del dictamen del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) (que hasta la noche de ayer no había sido entregado), los especialistas y catedráticos de la UNAM y de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete (ENCRyM), consultados por EL UNIVERSAL, señalan que lo corregible es generar una nueva pátina de manera natural o inducida con ciertos materiales y procesos, pero que lo hecho arroja “un resultado bastante malo”.
Ayer al mediodía y durante una hora, restauradores, historiadores, conservadores y personas interesadas en el tema en torno a “El Caballito”, a través de la red social Facebook mantuvieron un encuentro virtual en el que participó Inti Muñoz, director del Fideicomiso para el Centro Histórico. Aquí volvió a demandarse la entrega de documentos sobre la empresa encargada de la restauración (Marina, Restauración de Monumentos), el diagnóstico del proyecto y los motivos para haber contratado esta radical intervención.
Los especialistas consultados aseguran que en la restauración de monumentos históricos hay una línea fundamental: “siempre hacer la intervención menor que te dé los mejores resultados”, afirma la arquitecta Virginia Arroyo, directora de Sackbé, empresa líder en restauración y conservación de bienes muebles e inmuebles patrimoniales en la República Mexicana.
En lo anterior coincide Luis Torres Montes, ingeniero químico de la UNAM, especialista en restauración y maestro en la ENCRyM, quien sostiene que el “mínimo necesario” es el principio de la restauración:
“Cuando una compañía vive de hacer estos tratamientos, mientras más intervenga tiene más ganancia. Muchas veces éstos se van por el tratamiento excesivo que les deja más dinero y no por el mínimo necesario. Hay muchos intereses que rebasan el interés técnico. En principio no fue lo mejor, ni siquiera en esa proporción (de ácido nítrico al 30%)”, señala el ingeniero.
Una primera limpieza
En 1972, cuando existía el Departamento del Distrito Federal, el ingeniero Torres, quien trabajaba para el Departamento de Restauración y Catálogo del Patrimonio Artístico, encabezó la limpieza de esta escultura.
Obras Públicas lo contrató, pues entonces se hacía una campaña de limpieza de monumentos de piedra que recibió muchas críticas. Así lo recuerda:
“Yo examiné la escultura en 1972; todavía estaba en Paseo de la Reforma y Avenida Juárez. Encontramos que tenía suciedad, se veía mal y se limpió la pátina —no sabíamos si era la original—. Sólo se removió la suciedad, no nos metimos con la pátina, aunque recuerdo que estaba un poco dañada. Le limpiamos, lo mismo que podrían haber hecho aquí: el polvo, la grasa, el hollín y el carbono. Sugerimos una limpieza con un medio muy ligero, probablemente un detergente no iónico muy diluido en agua destilada, el agua con un control del PH, incluso ligeramente alcalino. Se lavó, se enjuagó, se secó no recuerdo si con aire caliente, y se aplicó un recubrimiento protector que posiblemente fue una resina acrílica, sintética, con un inhibidor de corrosión, hay una sustancia que inhibe la corrosión de cobre y plata que se sigue usando para este fin”.
Recuerda que esa limpieza tuvo lugar porque entonces se criticaron los trabajos de limpieza mecánica con cincel bujarda que se hicieron en las esculturas de piedra. Entonces, agrega, lo que más afectaba la pieza era el ácido sulfúrico, que hoy no es tan agresivo sobre las obras escultóricas porque se han modificado las gasolinas.
Daños al patrimonios
La arquitecta Virginia Arroyo, quien ha tenido a su cargo la restauración del Monumento a la Revolución, asegura que esta intervención no siguió las metodologías de cuidado ni un tratamiento muy escrupuloso ni metodológico, porque además empezaron con el rostro; “a nadie con un poquito de oficio se le ocurriría empezar por ahí, y luego con un ácido tan agresivo y en una dosis tan alta”. Luego agrega que tras la intervención, la pieza “se ve chorreada, descuidada y sin una mano profesional”.
El también restaurador de la UNAM, Marco Aurelio Maza, uno de los más activos en la discusión en los últimos días, sostiene: “Es necesario que veamos, desde el punto de vista técnico, hasta qué grado fue la intervención, y sobre todo confirmar si se estabilizó la acción del ácido nítrico que utilizaron, como ha dicho Inti Muñoz”.
Detalla que cada monumento es único, que no existe una receta de intervención y que en el caso de “El Caballito” fue hecha “con mucha premura y poco cuidado”. Considera que “tanto en los monumentos históricos como las esculturas de mármol o de metal, siempre se tiene que tener mucho cuidado en quitar lo que es la mugre, porque una cosa es la pátina, otra es la mugre y otra es el material que va a deteriorar el material que soporta la pátina y la mugre”.
Virginia Arroyo considera que aunque es posible corregir a partir de la generación de una nueva pátina, no se verá igual: “Es como un injerto cuando te quemas, ya no es tu piel, te va a funcionar, te va a quedar, más o menos va a perecer, pero ya no es lo mismo”.
Lucía Raunova sostiene que “en apariencia el daño que causaron a la escultura es irreversible, sin embargo es remediable, pues toda restauración debe ser reversible, tiene que respetar la integridad de la obra”.
Para el arquitecto Luis Fernando Rodríguez Lazcano es preciso establecer si sólo hubo intervención con ácidos o también mecánica. “El rostro del caballo fue pulido, desconozco cuáles fueron los métodos y con qué profundidad quitaron la pátina. Para hacer un dictamen del daño se tiene que saber qué productos pusieron, qué elementos mecánicos y qué tanto la rasparon. No la rompieron. No es reversible porque esta pátina se perdió, pero la pueden volver a patinar, incluso, por efecto natural”.
El profesor universitario asegura que hay sustancias químicas que aceleran el proceso de oxidación, y que si se controlan estas sustancias sobre la superficie se puede patinar otra vez, por ejemplo se puede patinar a través de una oxidación. Plantea que pueden ser seis meses o más el tiempo que se tome para recuperar la pátina.
“Lo que hicieron a la escultura ecuestre fue como un peeling, pero la estatua de ‘El Caballito’ no lo necesitaba, sólo necesitaban limpiarla, pero no pulirla ni utilizar agentes tan agresivos”, concluye Rodríguez Lazcano.