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“Hola, soy Juanito”, “Soy el famoso Juanito”, se presenta mientras camina por la banqueta llena de ambulantes, cuando sube al Metro y al pagar el pasaje del microbús.

Un taxista en circulación le grita: “Vamos Juanito” y le suena el claxon “tu tu tututu”. Él responde: “Gracias por el apoyo, compañero, gracias”, y le muestra el pulgar derecho que aún trae la tinta indeleble del voto que está cambiando su historia personal.

Sólo han pasado dos días de su triunfo como jefe delegacional por el PT, en la demarcación más poblada del DF, y Rafael Acosta ya no necesita identificación.

“Ahh, es el pinche Juanito, el de Iztapalapa y el Peje”, reconoce un peatón. Es el nuevo personaje al que la gente le pide una foto a su lado. La misma que da por hecho que no es su nombre de pila, sino el que adoptó por el equipo de fútbol que dirigía, donde 11 de los 15 niños se llamaban Juan.

“Omelette” de popularidad

Un plato de mango que parte con el tenedor, un omelette de champiñones con frijoles refritos que recoge con tortilla, y una taza de chocolate espumoso y humeante. Es el desayuno de Juanito en el restaurante El Cardenal, en el exclusivo hotel Sheraton Alameda.

Con servilleta y codos sobre la mesa, Juanito se sienta a la derecha de Clara Brugada —ex candidata al mismo puesto que él sí ganó—, a quien le alza el brazo en señal de la victoria apenas ve una cámara fotográfica. Junto a ella está la presidenta del PRD-DF, Alejandra Barrales. Es la primer reunión luego de su triunfo histórico.

Afuera, la gente lo mira mientras él responde a una entrevista. Una mujer no aguanta: “¿Me puedo tomar una foto con usted?”. “Sí, cómo no”, y de nuevo el dedo pulgar arriba. Michael Jackson aparece pintado en oleo por Óscar Ramírez, un fan que va de paso al Zócalo.

Banda en la cabeza

Juanito se reconoce a lo lejos con su banda tricolor que ya planea hacer suya con una edición de al menos 50 mil ejemplares y 15 mil pesos de inversión de su propio bolsillo. Justifica: “Se va a patentar a partir de la próxima semana, porque ya la están vendiendo los chavos allá en Iztapalapa... Tiene que ser algo de Juanito, porque es el que ha dado la lucha, es el luchador social, el que ha enfrentado los golpes. Entonces, Juanito también tiene derecho, ¿no?”.

El mismo que renunció al PRD por el desafuero de López Obrador, camina hacia la estación Juárez del Metro y saluda a los jóvenes de una escuela de computación: “Buenas tardes, soy Juanito”. Apenas baja las escaleras y un padre le llama: “Juanito, tómate una foto con mi hijo”. Son más de las 12 del día y el Metro va casi lleno.

Los pasajeros Carlos Herrera y Ernesto Martínez lo animan: “No renuncies, tú ganaste, no te dejes”. “No voy a renunciar. Es un acuerdo que tomamos pero nos vamos a seguir en el cargo”. Y les promete que en cuatro meses “se verá el cambio”.

“No pongas fechas, pon trabajo, porque las fechas son como 100 días para acabar con la inseguridad y ya ves...”, le dicen.

Es la estación Hospital General. Afuera, confiesa que tiene 50 años, que cada mes se pinta el cabello de la cabeza y el pecho. Y abre su camisa por si hay duda.

Pasa el microbús que va a Chapultepec. “Suben, suben”, grita. “Buenas tardes, soy Juanito”, repite sin cansancio, mientras se aferra al pasamanos. Una dama lo reconoce y lo felicita. Él le cuenta que ha defendido “a ambulantes a los que les quitan su mercancía y a taxis que se los lleva la grúa, pero no de los piratas, eehh”.

Casi al llegar a la avenida Monterrey, Juanito indica: “Bajaaaan”. Cruza la calle hasta llegar a las oficinas del frente por la defensa del petróleo, donde las secretarias y el guardia de seguridad lo reciben con un abrazo, mientras él anuncia que el próximo 17 de julio es su cumpleaños. Es el segundo día de gloria de Juanito.