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El temblor que viene

Héctor de Mauleón| El Universal
Domingo 20 de mayo de 2007
Este 24 de mayo, la ciudad de México sufrirá un temblor de tal intensidad que lo más probable es que no quede piedra sobre piedra. Lo dice un sabio maya cuyo nombre es Minik Zek Balam, también conocido como Jaguar Negro

Este 24 de mayo, la ciudad de México sufrirá un temblor de tal intensidad que lo más probable es que no quede piedra sobre piedra. Lo dice un sabio maya cuyo nombre es Minik Zek Balam, también conocido como Jaguar Negro. Los discípulos de Minik sostienen que este sabio predijo el terremoto del 85, aunque nadie se atrevió a publicar su premonición, salvo El Universal. Los reporteros más viejos de este diario no recuerdan que se haya publicado nunca cosa semejante. Pero los alumnos del chamán lo dan por hecho y hacen circular en internet avisos como el siguiente: "Al parecer, la misma persona que predijo el terremoto de 1985 ya vio otro que está en camino. duerman con llaves, lámparas y ropa, listos para cualquier eventualidad. Los que puedan hacerlo, sería conveniente que abandonaran la ciudad la noche del 23 de mayo, pues viene algo muy fuerte".

Lo que no dicen los discípulos de Minik, es que éste fue el sabio que en octubre de 2004 se presentó vestido de azteca en el auditorio del Museo Nacional de Antropología, se empeñó en entregar un caracol marino al Dalai Lama -que visitaba la ciudad en ese tiempo-, y arrancó las carcajadas del público al llamar "tlatoani" a Vicente Fox y relatar una extraña versión de la conquista de Tenochtitlán. No lo dicen: prefieren afirmar que don Minik es infalible, pues heredó la sabiduría que tuvieron los mayas para predecir terremotos (?), y recomendar a la población que compre velas, latas de atún y muchos garrafones de agua.

Por si fuera poco, un masón "que está metidísimo en los rollos de metafísica, esoterismo y demás", ya confirmó en internet estas predicciones. Hay que abandonar la ciudad el 23, o prepararse a pagar las consecuencias.

A mediados de 1974 nació un niño con dos cabezas, una de las cuales predijo un terremoto para el 21 de agosto de ese año. Lo recuerdo bien porque el 21 de agosto era el cumpleaños de mi abuela. Aunque entonces no existía internet, las noticias se extendían por el mundo con gran velocidad: el 20 de agosto en San Cosme y Santa María la Ribera se había creado un estado de psicosis colectiva. Mi familia salió en tropel rumbo a Satélite, donde, según una tía que vivía en esa zona, no se sentían los temblores. El niño de dos cabezas se equivocó ligeramente: faltaban once años para que el mundo se nos viniera encima. Con todo, muchas personas pasaron esa tarde temiendo lo peor.

Resultaría interesante saber por qué la historia del fin del mundo regresa de manera cíclica. El escritor Manuel Payno cuenta que a mediados del siglo XIX circuló el rumor de que una muerta había resucitado para lanzar terribles predicciones sobre el futuro de México. En noviembre de 1899 un volante salido de la imprenta de Vanegas Arroyo anunció a grandes tintas la culminación de los tiempos: "¡La destrucción del mundo! Grandes lluvias de exhalaciones para los días 13, 14, 24 y 27 de noviembre".

Advertía el volante: "El 13 de noviembre de 1899 será el primer fenómeno, el primer incendio en las regiones atmosféricas. La ciencia ha dado ya la voz de alerta, y todos los observatorios de la República están listos, así como los aparatos perfeccionados de fotografía, para recibir como es debido el maravillosísimo fenómeno. El segundo incendio será la noche del 27 del mismo año de 1899. Además, las noches de los días 13, 14, 24 y 27 de noviembre el cielo se incendiará espantosamente, es decir habrá una batalla nutridísima, una lluvia compacta de exhalaciones de fuego o meteoritos incandescentes, y si como es probable varios de estos meteoros caen a la tierra, cataplúm!, se producirá un horrible temblor!".

Sobra decir que todo siguió su marcha sin que llegaran las temidas exhalaciones. El 18 de mayo de 1910, sin embargo, con el paso del cometa Halley, las predicciones sobre el fin del mundo volvieron a desatarse. Y ahí si cundió el terror. Camilo Flammarion había anunciado que la cauda del cometa envolvería a la tierra, "destruyendo con sus gases todo vestigio de vida". Según El Imparcial, en Nueva Cork los comerciantes sacaron a la venta miles de mascarillas antigases y frascos que contenían "píldoras anticometa". En la ciudad de México, decía el mismo periódico, "los comentarios que corren son de terror. Todo el mundo supone que los últimos momentos de la Tierra se acercan, y aunque con la esperanza de que esto no se realice, se pasan no pocos habitantes de la metrópoli de claro en claro los días, contemplando con ojos interrogadores el astro que, impasible en apariencia, destiende la majestad de su cauda luminosa".

Un día antes del 18 de mayo, una multitud se lanzó al Instituto Geológico, "solicitando alguna receta química para precaverse del envenenamiento". Muchos se encerraron en sus casas, sellando puertas y ventanas con trapos, para esperar abrazados el Apocalipsis. En la noche, cientos de ciudadanos corrieron a las iglesias y suplicaron a los sacerdotes que "elevaran a Cristo rogativas para detener la posible catástrofe". Los reporteros señalaron que a lo largo de esa noche las calles de México lucían desiertas.

Ahora, todo aquello ha regresado. La ciudad se prepara nuevamente para enfrentar su fin. Apunta un internauta: "dicen que desaparecerá una parte de la colonia Condesa". Y otro le responde: "Yo la neta ni me preocupo. Total, en mi casa lo único que ha habido siempre es atún y agua".



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