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Metro, lugar idóneo para el ligue gay

RICARDO CRUZ| El Universal
Domingo 25 de marzo de 2007
Miembros de esta comunidad admiten que este lugar, especialmente el último vagón, es propicio para hallar pareja e incluso "conseguir un encuentro sexual; todos sabemos eso", explican.

Se miran, se gustan, se hacen ojitos, sonríen. Van en el vagón postrero del Metro. Se invitan, a través de gestos, a bajar en la siguiente estación que es Sevilla. Es la primera vez que se encuentran. Al llegar, los dos varones se saludan y se alejan platicando.

El último vagón, concretamente la última puerta -al otro extremo de donde está el conductor-, es para la comunidad gay del Distrito Federal su lugar preferido del Metro para reunirse, concertar citas, encuentros amorosos y ligues ocasionales.

Polanco, línea naranja. La gente, casi todos hombres, se amontona en el último rincón del vagón. Van muy juntos, apenas pueden moverse; a algunos no les molesta, aprovechan y se acomodan con quien "busque un arrimón" o toquetearse y, si se da el caso, sacar un teléfono o una cita.

Muchos gays viajan aquí porque "es un lugar donde puedes ligar y conocer gente con sólo una mirada e incluso conseguir un encuentro sexual; todo gay sabe eso", explica Gerardo, pasajero del último vagón.

Roberto y Juan se conocieron en ese lugar. "Si todo sigue bien" se registrarán como "convivientes", al amparo de la recién aprobada Ley de Sociedades de Convivencia para el DF, aunque explican que las relaciones casi nunca son duraderas, muchos sólo buscan "conocer gente o pasar el rato o la noche; comúnmente son relaciones espontáneas, fugaces, o sólo el momento sexual".

Insurgentes, línea rosa. Las parejas gays se besan y acarician con plena libertad, como si nadie los viera. Son las 10 de la noche. Parece que este espacio del Metro, el último vagón, se ha vuelto el primero en tolerancia y respeto hacia los homosexuales: nadie les dice algo, no los ven feo, no los insultan.

Gerardo, de 22 años, relata: "A altas horas de la noche, como el vagón va casi vacío, es probable que si conoces a alguien ahí, haya un encuentro sexual. He visto que hay gente que de plano tiene relaciones ahí o se hacen sexo oral; o simplemente se piden sus teléfonos. En horas pico el último vagón está repleto de hombres que a veces se van toqueteando o se masturban en presencia de los demás". Sin embargo, expresa, hay personas que pasan el límite y hay desprestigio para la comunidad. "Para muchos gays es sólo una manera de divertirse, ¡imagínate la adrenalina de hacerlo en un lugar público y con gente!"

Cosan que pasan...

Pero no todo es miel sobre hojuelas. Hay testimonios de que en ese último vagón también se suben personas que buscan otras cosas.

Además del clásico "arrimón" en detrimento de las mujeres, en este lugar regularmente se suben señores, serios, sigilosos, que poco a poco se acercan a jóvenes para manosear sus órganos sexuales. Lo hacen "como si les temblara la mano y tú crees que es natural porque vamos muy pegados en el Metro, después te das cuenta que es cada vez más constante y con más confianza. Y eso no es normal, te quitas o le dices algo", recuerda un joven víctima de dicha experiencia.

O el caso de un señor de unos 50 años, sucio y haraposo, que sentado en ese último rincón del Metro, leía su libro vaquero ávidamente, pasaba las páginas rápido y se detenía en las que mostraban mujeres voluptuosas y con grandes curvas. Pero no sólo leía, las saboreaba y las besaba como si fueran de carne y hueso, hasta llegar al punto de sacar una lupa triple para ver mejor las proporciones de los dibujos, y después pasarse la revista por todo el cuerpo, sacar su miembro y comenzar a masturbarse. Lo único que se oyó en ese momento fue la conversación de dos mujeres: "¡ese asqueroso!", dijo una; la otra respondió con una broma que hizo reír a la mayoría de hombres: "quisieras que fuera tu novio".



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