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Escoltas privados, el enemigo en casa

Luis Martignon| El Universal
Martes 21 de noviembre de 2006
A mitad de una avenida, en un puesto de tacos o en el antro de moda, la asistencia de los guaruras en la ciudad de México es cosa cotidiana; su presencia garantiza la seguridad de su jefe, pero no la de los demás

V as por las calles al sur de la ciudad. Es fácil verlos. En Santa Fe, en Lomas, Polanco, la Condesa. En casi cualquier lugar donde haya poder económico/físico/lúdico. O puedes encontrarlos junto a ti, en el puesto de tacos, de tortas o en la esquina del lujoso restaurante comiendo pepitas y cacahuates. Ya son parte de la zoología urbana. Ellos son los guardaespaldas, los escoltas mejor conocidos como "guarros".

Así que vas manejando tranquilamente, cuando de pronto, una camioneta nuevecita con vidrios oscuros te rebasa y detrás de ella, pegadito, un auto con tumbaburros se acerca peligrosamente a tu coche y te voltean a ver dos o cuatro sujetos con cara de tevoyarompertumadresimeves. El semáforo en rojo, volteas a verlos. Craso error. El auto escolta quiere ganarte la salida, quiere que desaparezcas. Te cierra el paso. Las puertas traseras abiertas, los tipos mirando hacia todos lados, con sus radios, atentos hasta de una mosca que pase. Uno te observa, amenazante, inmutable. Tu adrenalina se activa. Sudas un poco. Te pones nervioso, ¿por qué vas a dejarlos pasar primero si vas en tu carril, manejando como cualquier citadino precavido? Te ves en el espejo retrovisor. Nooo, si tienes cara de buena gente, no pareces peligroso, ni hampón. "Pues qué se traen éstos gueyes?".

Semáforo en verde. Avanzas normal y la camionetota acelera como si estuviera en una autopista. El auto con tumbaburros se mete delante de ti y casi te da un llegue. Tocas claxon. Otro error. Ellos tocan su torreta, de esas que hacen ruido de pato. Y tragas saliva cuando uno de ellos, al que miraste, se lleva la mano debajo del saco y enseña la sobaquera con una arma que nada más de verla se te enchina el cuerpo. Acaricia la funda, quiere sacar la fusca. Pero se van en chinga detrás de su patrón(a).

Sí, no hay duda. Ni secuestradores, ni judas ni borrachos de parranda. No. Ellos son... los guaruras.

El ritual de la violencia

Existen más de 29 mil, según la Secretaría de Seguridad Pública capitalina (SSP). Son ex policías, ex militares, personas bien capacitadas o simplemente improvisadas o ex bofes (boxeadores) los que se ganan la vida como escoltas. Según un manual oficial de "seguridad de las personas", los gardaespaldas deben "proteger contra todo tipo de eventualidades que pongan el riesgo la integridad física de las personas a su cuidado, de sus familiares y de sus bienes personales". Y muchos creen que todo lo que se mueva es un peligro potencial. Trabajan bajo presión, pero deben estar preparados mental, física y técnicamente para disuadir, y en dado caso "atacar y eliminar a un peligro armado en una situación de secuestro". En teoría, un escolta profesional no debería ponerse como energúmeno con que pases frente a él.

Los perdonavidas, famosos por la prepotencia y la violencia que los caracteriza. Les seguimos la espalda a tres tipos de escoltas.

Ejecutivo

La empresa COMAGO se dedica a la seguridad privada. El Director General, Alberto Covarrubias, sabe bien su negocio. Pero da un consejo a quienes creen que tener un guardaespaldas es muy bonito y te hace sentir seguro en ésta urbe. "Puede ser contraproducente. La gente piensa que traer un escolta es sinónimo de estatus y garantía de seguridad. Pero muchas veces contratan un servicio de gente incapaz, que al trabajar de escolta sabrá al ciento por ciento todos sus movimientos, sus horarios, su familia, en fin, todo su modo de vida. Y si esa persona no es confiable al mil por ciento puede ser muy peligroso, porque puede vender o traficar ésa información", asegura.

"También si llevas escoltas y realmente no los necesitas, es otro factor de riesgo. Porque no vas a pasar desapercibido, la gente se va a dar cuenta y van a pensar que tienes muchos recursos.

La gente cree que es fácil tener un servicio de escolta. Pero muchas veces es incómodo. Debes aprender a socializar con ellos. Tratarlos con dignidad y saber que no vas a tener privacidad, y que muchas veces van a ser incómodos pues van a tener que molestar a tus amigos o a tu familia".

VIP

No todos son nacos, gorilas y majaderos. También hay quienes son amables, elegantes y hasta bien parecidos. Sobre todo, están entrenados y capacitados para ser guardaespaldas de primer nivel. Usan trajes completos y el corte de pelo de moda. Gafas oscuras de marca. Zapatos elegantes. Reloj de pulsera. La sobaquera de piel, es casi imperceptible. El radio de comunicación sin el volumen alto. Un celular aparte. En el auto quizá esté un spray de gas paralizante por si acaso. Y no comen tacos ni cosas con mucha grasa o picante porque saben que puede matarlos (si se quedan dormidos o la digestión les causa molestias y hay acción, puede ser un gran problema). Lou Guzzi es un experto instructor. Estudió en el ejército israelí y capacita a los que serán (y son) los mejores agentes de seguridad para altos ejecutivos, directivos de multinacionales, diplomáticos y artistas. Los guaruras de VIP (Very Important People).

"Sí se ha deteriorado mucho la imagen del escolta -explica Guzzi-, pero no es culpa de todos. Nosotros trabajamos mucho para ser profesionales. Los entrenamientos son de muy intensos, para que cuando estés en problemas de cualquier índole, no entres en estrés y tengas sangre fría para resolverlos". El instructor advierte que un escolta que no está preparado, se convierte en guarura, por que si pierde el control puede, por su culpa, perder a su VIP, herir a terceros o morir por pendejo. "Yo no los entreno para morir, sino para que puedan sobrevivir a cualquier situación. También tiene que ver que te sientas bien en tu trabajo, que ganes lo suficiente, que la gente a quienes cuidas te traten como un ser humano".

Y es que según sea el patrón(a), puede ser que el pobre escolta tenga que trabajar el doble o el triple. Hay gente muy tranquila que incluso les incomoda que sus guaruras anden de bravucones. Hay gente prepotente y dura de carácter que quieren que sus escoltan amenacen y den miedo para su seguridad, concluye el experto.

Agente

Los guaruras institucionales son los más visibles porque tienen un perfil policial. Apenas sobrepasan los mil elementos. Son policías o ex policías de instituciones gubernamentales que trabajan o les asignan un servicio de escolta. Cabello corto, a rape, morenos, bajitos o medianos de estatura, con trajes mal cortados o baratos (pues no ganan más que un policía judicial), son los que están preparados para matar, pues tienen arma reglamentaria, y la pueden usar.

"Z" platica nervioso, después de una guardia de 24 horas, no ha dormido. De uniforme overol y cinturón estilo Batman, botas negras, cuenta cuando fue escolta asignado.

"La gente no nos quiere. Nos ven con miedo, a veces hasta te insultan. Pero lo peor es que debes soportar a tu asignado. Una vez me tocó una señora. Fuimos de compras. Y la cabrona se metía en donde no tenía que meterse. Manejaba por calles peligrosas, se detenía sin avisar. Todo sin avisar. Ya teníamos el recorrido y lo cambió todo. Y ni modo de gritarle. Le valió madres. En la tienda esperamos horas y horas hasta le tuvimos que cargar las bolsas. Por eso no me gusta ser escolta".

El bofe

Estaba un día sentado en el gimnasio donde practicaba box, cuando al Chaca le avisaron de una chamba. Ya entrado en años y peso caguama, no es tan hábil pero tiene un rostro que deja ver los golpes de la vida.

Iba a cuidar a alguien muy importante que venía de abajo y ahora tenía una buena posición política, muchos recursos, pero confiaba más en la gente del barrio que en un policía.

"La neta dije, no pus rayado, pero luego la pensé y sí está cabrón. A mi no me gusta vestirme acá de tira, me caen bien gordos esos culeros. Pero la jefa me dijo que usara la ropa que quiera, siempre y cuando no llamara mucho la atención. Y pues me gusta usar pants y siempre, siempre tenis, pa lo que se ofrezca.

"Ya me acostumbré a las madrizas. Si en una marcha o en la calle se le acercan mucho, me adelanto y primero los miro bien acá. Y se sacan de onda, jejeje. Pero si es necesario soltar putazos y hasta cargar un fierro, ni pedo. Es una chamba dura pero me gusta", relata el Chaca.

De 5 mil empresas de seguridad privada, sólo 900 tienen registro ante la SSP y Gobernación. Los expertos insisten en que debe existir un padrón que contenga los datos de todos los guaruras, estén o no legalizados. Claro, ¡por seguridad



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