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Fin de la mordida

ALEJANDRO ALMAZÁN| El Universal
Domingo 16 de noviembre de 2003
Para terminar con la corrupción de la policía de tránsito, al nuevo alcalde de Ecatepec, Eruviel Ávila, no se le ocurrió otra cosa que prohibir las infracciones. Y sí, acabó con la `mordida`, pero quizá nunca pensó que a partir de ahí empezaría

I. Sobre la Vía Morelos, el motor del estropeado camión aúlla y sus frenos crujen cuando para bruscamente en el segundo de los tres carriles. Montado en su armatoste, el chofer mira con desprecio y grita: ¡Mándalo a la chingada, no le des ni madres, aquí ya no hay multas...!

Sus palabras, como un berrido, son un comunicado de guerra que le revienta en el rostro al oficial de tránsito que, sobre el asfalto, sólo nos intenta explicar el embrollo en que se ha convertido Ecatepec desde que el alcalde suprimió las infracciones a los automovilistas.

Basta mirarle la cara al chofer para saber que cada frase que expresa lo hace caer en estado de éxtasis, en una gran euforia; tiene los ojos inyectados de altanería. Y también sólo hay que observar el semblante del policía, turbado, con una sonrisa fingida, para concluir que este sudoroso camionero agarrado al volante lo está humillando.

Que éste es el reino del cafre o bien, el paraíso perdido de los mordelones.

El camionero vuelve a apretar el acelerador del colorido suburbano que se dirige a Indios Verdes una vez que maldice al oficial llamado Rodrigo, quien buscará las palabras menos vergonzosas para dilucidar su frustración: ¿Ya ves?, les digo que somos unos pobres pendejos. Aquí cada quien hace lo que su pinche gana le da y se burlan de nosotros. No sé de dónde sacó la idea ese alcalde, pero nada más vino a partirnos la madre. Ahora sí, como dicen por ahí, nadie nos respeta.

El último cafre que desafió a Rodrigo fue un trailero. Dos días atrás, el chofer se saltó el camellón de la Vía Morelos; cuando el policía le recriminó e intentó sacarle unos pesos por tal disparate, terminó golpeado. Todavía trae el labio rajado.

Bienvenidos al paraíso del cafre.

II. El pasado 19 de agosto, el alcalde priísta Eruviel Ávila echó a andar el rimbombante programa "Cero a la corrupción".

Desde ese momento, los 192 agentes de tránsito de Ecatepec depusieron sus mejores armas: los cuadernillos de infracciones que en realidad eran permisos oficiales para la extorsión. Como protesta, muchos policías los rompieron frente al presidente municipal. Trituraron lo que para los oficiales representaban miles de pesos.

El programa no es nuevo en Ecatepec: se intentó el trienio pasado, cuando el PAN gobernaba, pero nunca funcionó por dos razones: mucha gente jamás se enteró y los policías aprovecharon el descuido para infraccionar.

Esta vez ha sido anunciado públicamente y los lugareños ya no se dejan.

Por eso estas mordisqueadas calles parecen esas salvajes pistas de juegos de video. Cada semáforo es como si fuera la meta para acumular tiempo en la carrera. Quién sabe en si en su imaginario Play Station los atropellados les den puntos o una nueva vida. Aquí en Ecatepec las calles son generalmente apretadas, pero estos cafres las ensanchan.

Esto, sencillamente, "es un desmadre", como bien dijo Ricardo Villegas, un conductor desdentado de la ruta 44-05, que corre de Río de la Luz al centro de San Cristóbal. "La neta, nos soltaron, estamos felices todos los cafres", alcanzó a decir antes de prensar el acelerador.

III. Uno llega a Ecatepec y lo primero que observa son perros muertos hechos pedazos. Si se les aplicara la autopsia, el forense llegaría a una rápida conclusión: una o dos llantas a más de 100 kilómetros les rompieron los huesos, los reventaron.

Y es que aquí, sin policías de tránsito, los 250 mil 300 conductores que cruzan al día por Ecatepec funcionan de acuerdo a su lógica.

Y su lógica les indica que si no existe un retorno en las cercanías, entonces pueden atreverse a cruzar el frágil camellón de Vía Morelos, como se arriesga Ricardo Villegas. Si todos se pasan el semáforo, seguro es porque no sirve, se tarda mucho en cambiar, como hace doña Carmen frente a lo que aquí, originalmente, llaman El Puente de Fierro, porque es eso, un puente de acero.

Si los microbuses estacionan en doble fila, en vías rápidas como la López Portillo o la avenida Central, entonces tú también estás autorizado para bajar a tus hijos en el segundo carril, como bien imita Carlos afuera de la estación de Metro Ciudad Azteca. Si no hay señalizaciones de tránsito, nadie te recriminará que conduzcas a 120 kilómetros por hora en una callejuela en donde todos creen que la preferencia está de su lado.

Pero es la calle Morelos, la misma que rodea al palacio municipal, la misma por donde transitan los chicos del colegio, la misma donde cuatro mujeres, todas oficiales de tránsito, toleran tal desbarajuste siempre y cuando los choferes de combis, principalmente, les den "la cuota" de cinco pesos cada vez que por ahí cruzan. "¡Estás loco!, no cobramos nada, acatamos las órdenes del alcalde", se defenderá una de ellas.

Si vas en sentido contrario, como en la avenida Revolución hace un camionero que se dirige hacia Jardines de Morelos, no hay problema: el policía Felipe Teutlé no tiene con qué infraccionarte y, además, está más dedicado en cobrarle a los microbuseros sus respectivos 10 pesos para que puedan cargar pasaje, aun cuando cerquen los tres carriles.

Ah, y si hoy no circulara tu auto, en Ecatepec puedes violar el programa. Ya ni la policía ecológica ronda por aquí. Así que abran paso.

"Y aguas el que se apendeje", diría don Francisco, un despachador de gasolina que solía estar acompañado por un azabache perro lanudo y que, hace días, no sobrevivió a una rodada 16.

IV. El semáforo está en rojo. Y Héctor Sánchez, un joven que cubre el trayecto de San BartoloSan Cristóbal con su microbús remendado, suelta el bramido de su cansado motor a mitad de la avenida Revolución (que todos llaman 30-30 sabrá Dios por qué). A su unidad le ha pintado llamas a los costados, como si eso le diera un caballo más de fuerza.

Trae una canción de ese hip hop de odio , como el que se refleja en su semblante. No ha cubierto el pago de seguro de viajero. Tampoco carga el tarjetón. Su licencia está infraccionada. En otras palabras: no puede manejar. Pero está en Ecatepec, después de todo.

Y en poco segundos Héctor se pasará la luz roja. "Nomás porque sí... Se siente chido", dirá. Pero no es el único: lo copian conductores de combis, de autos particulares y de otros microbuses. Y ocasionan que los automovilistas que tienen el verde a su favor se sujeten al freno.

Héctor ya es cliente del hojalatero: tres veces le han arrancado la defensa del microbús. Pero como le repite su mamá: no entiende.

O como piensa Trinidad Juárez, un taxista que hace base frente a Palacio Municipal: "Estos jóvenes no respetan al peatón, insultan a los viejos como yo. Les vale madre, pa cabar pronto".

Y a Héctor sólo le faltaba un pretexto: "¿Para qué quitan las multas? Así nos dieron luz verde".

Y esa luz verde, en las rojas estadísticas, se refleja. Porque de los últimos dos meses y medio de la administración panista a los dos meses de la priísta, la tendencia va ligeramente a la alza.

Entre junio y la primera mitad de agosto de este año, los accidentes reportados al ministerio público sumaron 237; esto es en promedio 3.1 al día. Desde el 19 de agosto, cuando el nuevo alcalde priísta eliminó multas, hasta el 19 de octubre, la cifra es de 205; o 3.4 por día en promedio.

En los últimos dos meses, los números dicen que ha habido 162 lesionados y 20 atropellados no han salido vivos para contar esta historia.

En descargo de los choferes de servicio público, ellos sólo representan 14 por ciento de los accidentes. El 73 por ciento corresponde a los particulares. Y, sin afán misógino, quienes más chocan son las mujeres.

"Hay más choques que no son reportados", asegura el desilusionado comandante Policarpio Heras, jefe del Sector Uno y quien tumbado sobre el escritorio asemeja más a un inválido burócrata que a un policía de tránsito. "Aquí en la radio escuchamos a cada rato que hay choques y, como no traen licencia, pues se arreglan de volada".

¿Y ustedes qué hacen?

Pues nada más moviendo la manita para dar circulación.

¿Y ni siquiera se acercan para ver que todo esté bien?

Lo estuvimos haciendo, pero luego luego la gente nos mandaba a chingar a nuestra madre.

V. Entre los que más han salido perdiendo con la eliminación de las infracciones son los policías de tránsito. Por ejemplo, los oficiales asignados al Sector Uno, a cargo del comandante Heras, observan apesadumbrados cómo sus finanzas se colapsan.

Alberto Gutiérrez trata de explicar el crack económico por el que atraviesan: "Antes robabas lo que quisieras. Yo no era tan ambicioso como mis compas que le tiraban a los 2 mil varos diarios. Yo aspiraba a mil. Y lo sacaba, porque cuando te lo propones, Dios te socorre. Pero vino esta payasada de no infraccionar y se acabó la lana. ¿Tú crees que podemos vivir con 4 mil 200 varos al mes?"

El Sector Uno tiene su base en lo que fue hasta el 18 de agosto pasado el llamado corralón de la 30-30. En este lote baldío, ocupado sólo por osamentas automotrices, se solía hacer negocio: de 500 pesos para arriba empezaban las cuotas si uno quería evitar el pago en las oficinas de la Tesorería municipal, que generalmente era el doble de lo que los policías exigían.

Pero un día el maleficio iba a dar una tregua. Y es ahora.

"Ya reuní a mis compañeros y les dije: `Esto ya valió madre`, ¿ahora a qué nos vamos a dedicar?", dice un viejo policía de casquete corto y a quien las jugosas mordidas le ayudaron a comprar todas las joyas que luce en el cuello y los muñones, como ese pesado San Judas Tadeo de dos oros que tendrá el tamaño de una cajetilla de cigarros.

"Eran muchos los bisnes que hacían los oficiales de tránsito, unos hasta se compraron unos supercarrazos", reconoce en la actualidad el comandante Arturo Borrego, director general de Seguridad Pública y Tránsito de esta localidad. "Y pues decidimos correr el riesgo de no infraccionar. Confiamos en la educación vial de la gente. A eso le apostamos".

Pero ahora nadie tiene educación vial, comandante? Ésta será una guerra entre los que entienden y los que no. Ojalá que un 20 por ciento o un 30 por ciento de la gente reaccione. Algún día nos va a hacer caso.

¿Y quitar las infracciones era la mejor solución?

Creo que sí. La gente ya estaba molesta con los policías de tránsito porque sólo pedían mordida . Pero, bueno, si no funciona, volveremos a infraccionar.

Pero mientras parece que Ecatepec está a la buena de Dios, ¿no?

Así es.

Y la buena de Dios toca el martes 4 de noviembre: quién sabe de qué privilegios gozan esos choferes de carga, pero se les ha ocurrido cerrar la avenida Central. Y en un municipio donde nadie ha pensado en planear más vialidades, esto se vuelve un torpe gusano de fierro que choca, que toca cláxones , que se pierde, que no tiene de otra que sacarse de quicio porque cuando pide ayuda a esos oficiales de tránsito, éstos, como bien dijo el comandante Heras, "nada más mueven la pinche manita". Aquí no existe el más mínimo rastro de esa civilidad en la que confía el comandante Borrego.

VI. Armando es otro oficial de tránsito que razona de la siguiente manera: "¿Saben por qué se dejó de infraccionar? Por culpa de la pinche gente. Miren, cuando deteníamos a un cabrón, pues nos arreglábamos, ¿no? Pero luego, anotaban el número de placa de la patrulla o de la moto y nos pedían nuestro nombre. Y ái iban de chillones con el alcalde. No, ya no se puede confiar en la gente. ¿Dónde está la honestidad de la gente?", dice este agente que con impotencia sufre hoy el REINO DEL CAFRE



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