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Balnearios, donde el color del agua se torna oscuro

Raúl García Araujo| El Universal
Domingo 20 de abril de 2003
Ayer, Sábado de Gloria, un huequito en la alberca puede refrescar a decenas de calurosos turistas

TEPALZINGO, Morelos. Es Sábado de Gloria, cuando no existe ni la mínima posibilidad de dar una brazada en la alberca, cuando las ganas se contienen, pero aun así nadie los detiene para organizar entre ellos el gran partie.

Es Sábado de Gloria, cuando un huequito sirve para establecer su base con 20 integrantes de la familia Páez, que vienen desde el Distrito Federal.

Es la telenovela de miles de capitalinos que visitaron por unas horas Atotonilco, sitio donde algunos tuvieron que regresar, al no encontrar ni un solo lugar.

Es la historia de la familia Guerrero, que sólo estuvo 20 minutos y regresó con sus seres queridos, mejor, al Distrito Federal.

El balneario estaba a reventar. Es Sábado de Gloria y aquí los pasillos, la estancia del restaurante, la salida de los vestidores y las orillas de las albercas se encuentran convertidas en todo un albergue temporal, pero no precisamente de damnificados, sino de turistas.

Y más aún donde el color del agua de los chapoteaderos y albercas se pierde para adquirir uno más oscuro, casi pegándole al negro.

Es Sábado de Gloria, cuando el pequeño Toño apenas cuenta con un diámetro de tan sólo medio metro para llegar a la alberca, después de arrojarse el tobogán.

Es el partie de la familia Páez, que desde muy temprano salió de su casa en la ciudad de México a bordo de su torton para llegar a este lugar.

Son los hermanos Genaro, Ponciano, Gonzalo y Norma Páez que viven a todo dar, en compañía de sus hijos, esposas y esposo su Sábado de Gloria en Atotonilco, sitio donde ya no existe ni un solo lugar para nadar.

Es en el municipio de Tepalzingo, Morelos, donde los moradores improvisan su pequeño terreno como estacionamiento, cobrando 50 pesos a los chilangos que buscan donde dejar su auto.

Es Atotonilco, en cuyo interior del balneario aún hay sillas y mesas que rentar, pero no existe un espacio para colocarlas.

Es la hora de la comida de la familia Páez, cuando el señor Genaro tiene que estar casi acostado para cocinar en un pequeño espacio de dos metros cuadrados.

Es el convivio que anhelaban estos capitalinos, lejos de la contaminación del Distrito Federal, encontrando aquí otra contaminación, pero dicen "ésta es al natural".

Es el Sábado de Gloria de miles de chilangos que gritan, corren, disfrutan haber salido de su ciudad.

Es la fila tan larga de damas y caballeros para entrar a los sanitarios, pero eso sí, contentos de estar ahí.

Es el Sábado de Gloria y la hora en que toca la banda del pueblo, mientras que los capitalinos esperarán otra Semana Santa.



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