El cine donde nació el grito de "¡Cácaro!"
El próximo lunes 2 de diciembre se cumplen 94 años de que fue inaugurado el famoso cine Royal, en la esquina de las calles Guanajuato y Mérida, colonia Roma. Demolido hace algunas décadas, este cine se caracterizó siempre por su ambiente familiar, además de haber sido el primer recinto donde alguien exclamó "¡Cácaro!", durante una función. La colonia Roma contaba en esos años con tres cines: el Roma, para los churritos; el Bálmori, para las premieres elegantes, y, por supuesto, el Royal, que era el más visitado por la clase media. De todas las versiones que han surgido sobre el origen del famoso grito de ¡Cácaro!, la mayoría señala a esta sala como la que inmortalizó este legado de folclor y "buen castellano", para las generaciones venideras. Algunos dicen que el mote surgió por un proyeccionista cacarizo; otros, que era el apodo de un ayudante de limpieza del Royal, que a menudo entraba de metiche a la cabina del proyector, luciendo un singular copete, parecido al de un pájaro exótico. Como toda vieja anécdota, nunca será aclarada del todo. Lo que sí ha sido comprobado es que un fin de semana, a mitad de una película de vaqueros, la explosiva cinta de nitrato se quemó, y fue entonces que en el rectángulo de la pantalla en blanco, se vio la silueta de un espectador que gritó con su ronco pecho ¡Cácaro! Esto fue testimoniado en algunas crónicas de los años 50, las cuales incluían la entrevista con un anciano vendedor de fritangas, que respondía al nombre de don Chuchito, quien estuvo presente durante la histórica función. Con el paso de los años, igual que en esa película italiana Cinema Paradiso , el Royal cayó en franca decadencia. Muchos nostálgicos recordaron después las funciones dobles, los estrenos de películas de Chaplin y Lon Chaney, las botanas de muéganos con vasos de café y chocolate, e incluso las posteriores matinées de películas B de terror, que provocaban gritos de burla ante los acechos de un monstruo con cara de capirotada. Por supuesto, también se extrañó su diseño tan diferente al de las modernas salas de multicinemas. Se cuenta que en el lobby tenía un gran número de afiches con los rostros de las divas de la época, y que eran robados a menudo por los adolescentes calenturientos. Con el tiempo, los retratos fueron resguardados en ostentosos marcos dorados que combinaban perfectamente con la fachada de bellos azulejos y la marfilínea cabeza de un gran león, como aquel de la Metro Goldwin Mayer. Sin duda, el Royal fue uno de los más queridos recintos de la ciudad de ayer, un lugar que sigue recibiendo homenajes cada vez que alguien grita ¡Cácaro!; aunque con la perfección de los modernos sistemas de proyección, esta tradición también se ha ido apagando, junto con las anécdotas alguna vez ocurridas en funciones perdidas en el tiempo. homerobazan2002@hotmail.com





