Diversión de tarde de domingo

ESPARCIMIENTO. Alrededor de las cinco de la tarde El Sótano comienza a llenarse. Pasa de table dance (su giro entre semana), a pista de baile en las tardes de domingo. (Foto: PHENÉLOPE ALDAZ EL UNIVERSAL )
“Para qué tantas vueltas a la Alameda si puedes darle la vuelta a la pista de baile”, exclama un joven con lentes obscuros mientras se acerca a un grupo de adolescentes; con sonrisas tímidas se voltean a ver. Una de ellas acepta la invitación.
Atrás dejan la Alameda Central y sin titubear se dirigen a la calle de Revillagigedo; después de caminar por una cuadra se pierden en una pequeña entrada que las lleva hacia El Sótano, un bar que opera bajo el amparo de un juzgado de distrito.
En enero, el Instituto de Verificación Administrativa del Distrito Federal (Invea-DF) colocó sellos de suspensión en el lugar, debido a que no cumplían con las medidas de seguridad y protección civil requeridas por ley.
En el acceso tres hombres se mantienen pendientes de la competencia e invitan a los transeúntes a ingresar. Detrás de quien cobra la entrada sobresale una imagen de San Judas Tadeo.
Con pagar 40 pesos basta para ingresar, no importa si se es menor de edad, nadie exige que muestren credencial de elector. Tampoco hay restricciones para pasar con un bulto; la única recomendación es dejar la bolsa en el guardarropa, “para que no estorbe al bailar”.
El boleto de entrada es un sello en la mano; después de bajar por unas escaleras, en las que apenas caben tres personas, se llega a las entrañas del viejo edificio y entonces la diversión en una tarde domingo comienza.
De entre la oscuridad del lugar resaltan dos mujeres vestidas con diminutos atuendos, una en cada extremo de la pista de baile que se ilumina en tonos neón. Aunque quienes roban las miradas son dos adolescentes que, con cerveza en mano, bailan sin parar el ritmo que les toquen.
Alrededor de las cinco de la tarde el lugar comienza a llenarse, el paso se complica, el calor aumenta y la pista de baile se llena; las botellas de cerveza, de 20 pesos cada una, se ven pasar de un extremo a otro.
Un grupo de jóvenes se congrega al filo de las escaleras, vigilantes a que alguna de las adolescentes se quede sin pareja, mientras bloquean la única puerta libre por el cual podrían salir en caso de una emergencia.
A pocos les importa, pero las medidas de seguridad son mínimas: la salida marcada como de emergencia está bloqueada y sin luz, no hay señalamientos de ruta de evacuación, una de las conexiones eléctricas está a la vista y en una esquina, resalta el letrero que marca donde debería ubicarse un extintor.
Quienes frecuentan el lugar en su mayoría son jóvenes de provincia, que aprovechan su único día de descanso para pasear por la Alameda y concluir el domingo con cerveza y baile. Muchos se conocen, comparten la zona de trabajo o el lugar de nacimiento.
Cerca de las siete de la noche el lugar comienza a vaciarse, en pareja o con un grupo de amigos salen de El Sótano, regresan a la Alameda y se despiden a la espera del próximo domingo, el día en que la calle de Revillegigedo en la colonia Centro se llena de quienes han encontrado en este tipo de lugares, un nueva opción de esparcimiento.





