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Huellas psicológicas del aborto en el DF

Sara Pantoja| El Universal
Lunes 21 de enero de 2013
Huellas psicolgicas del aborto en el DF

REFLEXIÓN. Lucía, de 23 años de edad, habla de sus sentimientos y su vida luego de que se practicó la interrupción. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Tristeza, depresión, miedo a no poder embarazarse, culpa y separaciones, son algunos efectos

sara.pantoja@eluniversal.com.mx

Lucía calla unos segundos. Piensa en sí misma y reconoce: “dos o tres chicas con las que después platiqué y que igual interrumpieron su embarazo se preguntan lo mismo, siempre en algún momento llega el miedo de si podrás algún día volver a...”.

Habla en tercera persona. No es fácil recordar que en abril de 2012 —hace justo nueve meses—, ejerció su derecho a decidir sobre su propio cuerpo y optó por la interrupción legal del embarazo (ILE).

“Cuando pasas algo así, sales y te estás recuperando. Pero estás muy contrariada y enojada contigo misma porque dudas. Tal vez hay muchas chicas que hemos dudado, más bien nos hemos arrepentido. De alguna manera te culpas, te sientes mal, sientes que hiciste algo malo”.

Tropieza sus palabras. Le resulta difícil explicar lo que ha experimentado desde la intervención, eso que algunos especialistas llaman huellas psicológicas y que ciertos grupos sociales lo identifican como Síndrome Post Aborto (SPA).

Culpa, miedo, arrepentimiento, depresión y alteraciones de carácter, aislamiento, enojo, trastornos de sueño, falta de deseo sexual o inhibición, peleas y separaciones de sus parejas, alcoholismo, drogadicción y hasta suicidios, son algunos sentimientos y actitudes que pueden mostrar algunas mujeres que tomaron esa decisión, según psicólogos, ginecólogos y terapeutas consultados por EL UNIVERSAL.

Coinciden en que ellas deben tener un tratamiento psicológico profesional para eliminar esas huellas que pueden durar años y afectar la vida de las personas, sus parejas y sus familias.

Con apoyo... pero sola

Lucía está nerviosa. Acepta la entrevista con la condición de no revelar su verdadero nombre. Sólo su mamá y su hermana saben que a sus 23 años ya pasó el “trago amargo” que para muchas mujeres significa no continuar su embarazo.

Sobre el hombre con quién se embarazó dice que es “un inmaduro”. Cuando le dio la noticia, su respuesta fue: “yo ni en broma, lo que tu decidas, pero yo estoy estudiando y no, no quiero”. Jamás lo volvió a ver. Ni quiere. Su falta de apoyo la hizo tomar la decisión.

Desde el consultorio

A la consulta de Mario Lucas, ginecólogo y especialista en Biología de la Reproducción, llegan casos no sólo de jóvenes estudiantes o solteras con carreras exitosas, también van mujeres casadas con embarazos que no son de sus esposos o de matrimonios unidos que ya no desean tener más hijos.

Desde su escritorio en el Hospital Ángeles le ha tocado escucharlas: “por muy decididas y firmes que estén, el aborto les genera remordimiento, frustración, insatisfacción. A muchas les preocupa no poder embarazarse de nuevo, sienten culpa y se llenan de tristeza”. Asegura que tienen miedo al rechazo social y al abandono. “Se llenan de llanto y se culpan, piensan que asesinaron, que son las peores, se aislan, tienen sueños recurrentes o insomnio, angustia, depresión”.

Comenta que muchas de sus pacientes “pierden la autoestima, se les dificulta volver a tener relaciones sexuales por miedo a volverse a embarazar y no quieren pasar otra vez por ese trauma”.

Lucas Flores cuenta que ha visto cómo esa decisión las afecta a nivel pareja, cuando la relación se termina debido a que la mujer pierde la libido y se niega a tener relaciones sexuales. Dice que a veces ellas descargan su frustración y agresividad en sus otros hijos.

Confianza y seguridad

Lucía y su hermana buscaron en internet las clínicas donde se podía hacer la interrupción legal del embarazo, que en el DF está permitida desde abril del 2007 hasta las 12 semanas de gestación.

Vieron las opciones de la Secretaría de Salud en más de 12 dependencias y gratis, pero prefirieron un hospital privado. “Lo ví más seguro, me dio más confianza”, dice. Con la tarjeta de crédito de su madre pagó unos 4 mil pesos por la atención completa.

Tenía un mes de gestación, pero eligió el legrado, el método quirúrgico de anestesia total que, según le dijeron, es más seguro que tomar cualquier medicina.

Sanación... también del alma

Desde antes que se aprobara la ILE en el DF, Guadalupe Tolentino, directora del Centro Terapéutico de Apoyo a la Mujer (CETAM), ya atendía a mujeres que abortaban en la clandestinidad y a víctimas de violencia.

Dice que las ha ayudado a liberar las culpas que les quedan por esa decisión. “No es nada más que les den una pastillita o entren al quirófano y ya. Ellas necesitan liberarse de esa culpa, que no quede rastro de ella. A veces sucede que cuando ya deciden tener un hijo conscientemente, lo viven con mucha culpa y cuidan en extremo al nuevo bebé”, explica.

Su terapia está basada en un ejercicio de imaginación guiada que, dice, “las libera y las deja muy tranquilas, es una especie de liberación de culpas”.

Consiste en que, con los ojos cerrados, la paciente imagina la presencia de Dios —con el nombre que cada quien le ponga— y de su bebé no nacido. La guía la acompaña en un “diálogo” que implica pedirle perdón, hablar de sus motivaciones y sus sentimientos, “despedirse” y entregarlo a ese ser superior.

Miedo “merecido”

El teléfono suena e interrumpe la conversación. Lucía respira profundo y habla de su miedo a que el legrado le haya dejado secuelas que le impidan volver a embarazarse. “En la clínica me dijeron que podía existir ese riesgo, no porque fueran incompetentes o que lo hicieran mal, sino que depende del cuerpo de cada quien”.

Sigue: “yo me decía, si pasa pues ni modo, será como que lo tendrás merecido casi casi".

Se escucha en voz alta y aclara: “bueno, es un poco tonto y cruel pensar así... Cuando pasa el tiempo lo ves diferente, pero siempre está el miedo de que por alguna razón no puedas embarazarte".

Especialista pide no generalizar

Al conjunto de los síntomas mencionados por los especialistas se le ha conocido como Síndrome Post Aborto, aunque el término se atribuye a las organizaciones religiosas y antiaborto.

Gessica Cienfuegos Martínez, profesora de Psicología en la Universidad Iberoamericana, asegura que ese síndrome no está reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“La Organización dice que estas consecuencias se han mencionado en organizaciones religiosas. Se habla de que hay sentimientos de culpa, vacío, ansiedad y depresión, pero no hay un trastorno como tal, no a todas las mujeres les pasa”, argumenta en entrevista.

Aclara que estas actitudes e ideas son producto de las circunstancias sociales y familiares y de la construcción moral respecto al aborto y la maternidad, particularmente en la sociedad mexicana.

Argumenta que la visión de supuestos traumas “habla de mujeres solo como creadoras de vida y protectoras de los hijos y se les niega la posibilidad de ejercer los derechos sobre su cuerpo”. Reitera que el supuesto síndrome “no se puede generalizar pues depende de la situación en la que cada mujer opta por interrumpir su embarazo”.

Sobre las reacciones en el matrimonio, Cienfuegos Martínez también refuta: “los rompimientos pueden no ser secundarios al aborto, sino precedentes. El aborto sería el punto que hace que la relación se quiebre. Hay estudios de mujeres que reciben el apoyo de sus parejas y continúan la relación”.

La especialista comenta que el miedo a poder embarazarse de nuevo o de ya no lograrlo responde a la falta de información sobre el procedimiento que se les realiza y sobre la función de los métodos anticonceptivos.

“Son construcciones sobre la concepción que se hacen alrededor de ser mujer y ser madre”, dice y pide no estigmatizar a la mujer con dicotomías como “la buena y la mala” a partir de las decisiones que toma sobre su cuerpo pues considera “que es demasiado arriesgado”.

“La espinita”

Lo que Lucía siente se le asoma por los ojos. “Siempre quedará como el remordimiento, la espinita de si hice bien, si hice mal, si fue lo mejor. Después del reposo empiezas a seguir tu vida, pero en lo personal, ya vives distinto. Sí te pega. Te cuestionas, te da nostalgia. Ves niños en la calle, mamás con bebés, es duro, triste... Inevitablemente continúas con tu vida, pero eso no quita que cambien algunas cosas en tí misma”.

ILE en el GDF

Durante un recorrido de EL UNIVERSAL por algunos hospitales y clínicas de la red de salud del Distrito Federal donde se practica la ILE, la explicación ofrecida por personal de los módulos de información fue la misma: antes de entrar con el médico, pasan al área de Trabajo Social para hablar con un psicólogo.

Les preguntan si están seguras de su decisión, les hablan de la importancia de lo que quieren hacer y de las posibles reacciones sociales y psicológicas. En algunos casos les sugieren que lo piensen en la intimidad y con su pareja o bien, gente de su confianza. Y en todos los casos les reiteran que la ILE no es un método de anticoncepción.

Si después de eso, siguen firmes con su decisión, pasan con el doctor para iniciar los estudios previos y el proceso en sí.

“Sí hay apoyo psicológico, se habla con ellas, si tienen esos sentimientos tenemos todo el apoyo para ellas de parte de la Consejería y además podemos seguirlas atendiendo hasta que ellas consideren que ya están bien”, asegura el secretario de Salud, Armando Ahued.

En entrevista, habla sobre el avance legal y de salud motivado por la ILE pues asegura: “llevamos más de 95 mil mujeres desde que arrancamos la ley. Con esto ya se acabaron las muertes por abortos clandestinos... Cuando salen de la clínica les decimos: no queremos volverla a ver aquí, cuídese. Les damos dispositivo, pastillas, las ligamos, siempre salen con métodos anticonceptivos”.

“Sí, hay que buscar ayuda”

Antes de empezar el procedimiento, Lucía charló con una psicóloga. “Te preguntan: por qué has venido, qué es lo que piensas, qué es lo que quieres. Si después de eso decides que no, te dejan ir con toda libertad. Si es sí, te apoyan”.

Pero al paso del tiempo, considera que sí es necesario buscar ayuda psicológica. “Cualquier mujer, tenga la personalidad que tenga, sí es importante después de eso buscar algunas terapias y no porque estés mal, sino por lo menos para sacarlo, para platicarlo”.

Éxito, pero necesita mejoras

Los especialistas consultados coinciden en que la aprobación de la ILE en el Distrito Federal significó un gran paso a favor de los derechos de las mujeres. Sin embargo, alertan a las autoridades para que no se desvirtúe su propósito y se llegue a tomar como un método anticonceptivo.

Recomiendan hacer una mayor difusión de la información en escuelas y a través de las redes sociales, enfatizar que es un procedimiento seguro y gratuito, que lo pueden ejercer mujeres de otros estados de la República y hacer explícito que “es un derecho, no un pecado”.

Aseguran que en las clínicas y hospitales públicos se debe ofrecer seguimiento y tratamiento psicológico posterior a la ILE como parte del programa y no sólo como opción para quienes lo soliciten.

Sueños

Lucía retomó sus estudios de preparatoria, las fiestas y el trabajo. Sueña con estudiar Biología y aprender fotografía.

—¿Cómo te ves dentro de diez años?

—Me gustaría tener una pareja y dos hijos o por lo menos uno. Quién sabe si vuelva a tener la oportunidad, pero sí quisiera poder estar con un hijo.



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