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Arte de Neza sedujo a la reina de Inglaterra

Josué Huerta| El Universal
Domingo 05 de febrero de 2012
Arte de Neza sedujo a la reina de Inglaterra

PROLÍFICO. Roberto Ruiz falleció en 2008 y dejó más de cuatro mil piezas artísticas . (Foto: ARIEL OJEDA )

El artista produjo más de 4 mil obras, miniaturas de hueso,

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NEZAHUALCÓYOTL, Méx. La colonia La Palma tiene un camellón polvoso, una pared de frontón descascarada y es territorio de carretas de pepenadores jaladas por caballos. En un taller de este lugar, un hombre forjó obras artísticas que enamoraron a Carlos Monsiváis, a Miguel de la Madrid, a Miguel González Avelar e incluso a la reina Isabel de Inglaterra.

Pero a pesar de ser una figura emblemática de la zona, en la actualidad nadie de aquí sabe hacia dónde apuntar si se les pregunta en dónde encontrar el taller del fallecido tallador de hueso Roberto Ruiz, quien durante 40 años creó catrinas, vírgenes, ángeles, demonios, calaveras, retablos, árboles de la vida...

La obra de este hombre nacido en Oaxaca pero que llegó a Nezahualcóyotl en 1968 —reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes de 1988— podría estar contar con más de cuatro mil piezas, casi todas en colecciones particulares, y exactamente 12, en casa de sus hijos Abraham y José Manuel Ruiz, quienes heredaron el arte de su padre.

La reina Isabel, cautivada

Al entrevistarlos en el taller que hasta 2008, (año en que el maestro falleció) fuera de Roberto Ruiz, son tantas las historias que les dan vueltas en la mente que quieren contarlas todas al mismo tiempo, empiezan con una, con la ocasión en que su padre viajó a Inglaterra para exponer 17 piezas, misma ocasión en que le hizo un retrato de marfil, en forma de camafeo, a la Reina Isabel.

Abraham comenta que la pieza impresionó tanto a la monarca que personalmente dio su agradecimiento al artista y ordenó la instalación de una exposición que duró varios años en el Palacio de Buckingham con el nombre de Roberto Ruiz.

Fue Carlos Monsiváis y María Teresa Pomar, del extinto Museo de Artes e Industrias Populares, quienes alientan al artista para ir a Londres a exponer su obra, explica José Manuel Ruiz. Recientemente los hijos de Roberto recibieron una carta de Chloë Sayaer, la bibliotecaria del Palacio, quien les dijo que la obra de su padre sería guardada junto con otras piezas valiosas de la Corona.

El marfil para elaborar el camafeo, y que tanto gustó a su majestad, narran sus hijos, fue extraído de una mesa de billar, luego de que un anticuario no tuvo con qué pagarle unas piezas al artista.

La historia de México en un colmillo

Una mañana de 1986 el entonces presidente Miguel de la Madrid, coleccionista de varias piezas de Roberto Ruiz, marcó a la casa del tallador para reclamarle el no haberle hecho un colmillo de elefante con parte de la historia de México tal como se lo hizo al político priísta y ex secretario de Educación, Miguel González Avelar.

Días después, un colmillo de un metro 30 centímetros de largo que De la Madrid trajo de la India, como regalo de uno de los hijos de Mahatma Gandhi, ya estaba en el taller de Ruiz. Al artista le tomó un año esculpir en esta pieza el águila real mexicana, una imagen que representa la Independencia de México, la Revolución, sucesos importantes del país, y concluir con la toma de posesión del propio Miguel de la Madrid.

Abraham cuenta que un día, estando su padre con el ex presidente, le confesó que lo tranquilizaba ver el colmillo con parte de la historia del país y luego le preguntaba: “Maestro, verdad que impulsé la cultura de México” a lo que Roberto Ruiz asentía ligeramente con la cabeza.

Después de la muerte del artista, los hijos de Roberto Ruiz recibieron una fotografía de Miguel de la Madrid admirando el colmillo forjado por su padre.

Monsiváis, el gran admirador

La admiración de Monsiváis por la obra de Roberto Ruiz quizá fue la más grande. El escritor definía las piezas como “una locura”. Cada una de las obras que se le mostraban, él las compraba, no sin antes tomarse el tiempo para admirarlas.

José Manuel indica que la colección que perteneció a Monsiváis es la más grande, con 800 piezas; siguió la del ex secretario de Educación, Miguel Limón, con 80; González Avelar, con unas 40; De la Madrid, con 30, y la médico y promotora del arte mexicano, Ruth Lechuga, con 30.

Monsiváis guardaba la obra de Roberto Ruiz en vitrinas, ubicadas dentro de la cocina de su casa de la colonia Portales.

“Mi papá y Carlos Monsiváis bromeaban acerca de cuándo se habían conocido. No lo recordaban pero sí tenían muy presenta el día en que el maestro Monsiváis se pasó un día entero en el taller de mi papá admirando su obra, su trabajo”, señala Abraham.

Abraham era el encargado de llevar las piezas creadas por Ruiz a casa del escritor. Cuenta que luego de admirar la obra, el cronista firmaba un cheque con una cantidad mayor de lo solicitado, hecho lo anterior terminaba diciéndole al joven “dile a tu papá que le quedo debiendo”.

Un documento del Museo Nacional de Culturas Populares, ubicado en la ciudad de México, reproduce un texto de Monsiváis respecto al tallador de hueso:

“El recorrido de don Roberto es el mismo de centenares de artesanos (...) explotados por la falta de prestigio. (...) Cada pieza es una demostración única del don creativo de una persona y del genio de un arte popular, refinadísimo, ancestral, de vanguardia, Basta su sola obra (expresión de otras muchas y magníficamente singular) para recordarnos lo prejuicioso y lo insostenible de la consideración todavía vigente de la artesanía”.

El legado

La familia todavía conserva 12 piezas. Sus hijos confiesan que no le venderían ninguna, sin importar el dinero que ofrezcan. “Para nosotros es un gran tesoro todas estas piezas, pues son mi legado, es la mejor herencia que me ha dejado mi padre, recurro a observar alguna pieza de mi padre para hacer mi trabajo actual, cada una es únicas”, comenta Abraham.

No son pocas las veces en que gente de México y otros países les llama para comprarles una catrina, una virgen, quizá un cristo tallado por su padre, pero la respuesta de ellos siempre es negativa.

La casa donde vivió Ruiz está llena de reconocimientos, una fotografía en blanco y negro del maestro está rodeada de máscaras, esculturas de madera, dibujos a lápiz de calaveras. Roberto nació en Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca y un encuentro casual con un escultor lo lleva a iniciar su trabajo con miniaturas.



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