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Cuando José Luis Cardozo abre la mochila, brotan de ella botellas de PET y diversos productos derivados de éstas. José Luis, politólogo de profesión, pero ambientalista por vocación, es un inventor que se dedica a idear tecnologías cada vez más fáciles y baratas para reciclar residuos y convertirlos, sobre todo, en madera plástica que sirve para fabricar muebles o incluso casas.

“La basura no es basura, es materia prima”, asegura el científico de cabello blanco y andar pausado, mientras muestra los materiales que utiliza.

Pero de su mochila también sobresale una carpeta en la que acumula cartas, documentos, propuestas, proyectos, reconocimientos y trámites de los últimos 30 años, en los que ha ido de dependencia en dependencia en busca de apoyos, de atención y de financiamiento para desarrollar sus ideas, que podrían beneficiar tanto a empresarios como a comunidades indígenas pobres que no cuentan con suficientes fuentes de ingresos. Pero tiene poca suerte.

“Le he mandado cartas a varios presidentes, desde Salinas de Gortari, pero me mandan de una dependencia a otra... creo que hay mucho interés, pero lo que falta es capacidad, no tienen la experiencia”, opina el hombre, de unos 50 años de edad.

Sin embargo, aunque la fortuna es escasa, no es inexistente. En estos días, una empresa mexicana de pinturas analiza un proyecto de José Luis, para fundir botellas de PET y con ello crear una pasta para la producción de impermeabilizantes.

Dice que al año, en México, se generan un millón de toneladas de PET y el reto es mayor con el inminente cierre del Bordo Poniente en el DF.

Una vida de inventos

Su primer proyecto, en 1980, fue el reciclado de llantas, para el que recibió el apoyo de los entonces Laboratorios Nacionales de Fomento Industrial. Ahí, desarrolló el reuso del caucho para fabricar materiales de construcción, llamado madera plástica, a partir de aglutinar plásticos y llantas, de las cuales, calcula que se desechan al año 40 millones que no se reciclan.

“Se lograban estructuras muy sólidas, como materiales para construcción para vivienda”, recuerda José Luis, quien asegura que él propuso el concepto de ‘madera plástica’; de hecho, dice, él tiene la patente de ese material desde hace 15 años.

Luego, siguió un proyecto para reciclar el lirio del lago de Chapala y después, el unicel, con el que hoy ya se producen y comercializan pinturas e impermeabilizantes. “Es uno de los materiales más criticados a nivel mundial porque no se han encontrado formas para reciclarlo”, dice José Luis, pero él ya la encontró.

Después, continuó con la fabricación de fibras sintéticas para rellenar colchonetas o muñecos de peluche que, aunque ya se hace con otro tipo de tecnologías, “yo desarrollé una máquina muy sencilla para que cualquier persona pueda fabricar fibra a partir de los residuos”.

El científico asegura que la fabricación de fibras de poliéster a partir del PET, con la máquina que él diseñó y que es más barata que las del mercado actual, “puede beneficiar a mucha gente porque hay comunidades donde hace mucho frío y les donan cobijas y este material es lo más cálido que puede haber; si se hicieran máquinas sencillas y baratas, mucha gente estaría reciclando la basura”.

Esa herramienta está en trámite de patente, con la ayuda del Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal.

Ahora espera que una empresa mexicana de pinturas le compre su proyecto para la fabricación de impermeabilizantes a partir del PET, aunque en realidad más que beneficios económicos, busca que sus ideas se usen y tengan un impacto positivo a favor de la población de escasos recursos del país.

“Me gustaría que muchos empresarios, que hacen negocios, adoptaran algunos proyectos para que hicieran negocios y yo tener beneficios para seguir financiando proyectos de investigación; sin embargo, hay proyectos que me gustaría que estuvieran en manos de comunidades indígenas, en donde no pretendo hacer negocio, pero quisiera enseñarles cómo se recicla la basura para que ellos tengan una fuente de trabajo”.