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A Paola le cancelaron su nombramiento como funcionaria de casilla en la elección de este domingo en el Estado de México. Su dificultad para comunicarse y el respirar con la boca abierta —únicos rasgos de su discapacidad intelectual— fueron razones suficientes para no estar al frente de una mesa directiva en Texcoco.

Pero no renunció al derecho de votar en las elecciones para gobernador de la entidad mexiquense. Era la primera vez que lo haría.

A la una de la tarde, esta joven de 27 años avanza del brazo de su hermana Gilda González Bautista, su madre, sus tías y sus abuelos maternos para sufragar en la secundaria Oficial 130.

“Queremos estar presentes para apoyarla, por si hubiera un problema de discriminación”, explica su madre en el recorrido a la casilla.

Perfumada, Paola sale de su casa con pantalón y playera rosa. Entusiasmada, camina con pasos firmes.

Las manos le sudan. Al llegar al sitio de la votación los vecinos la reconocen, la saludan por su nombre y la reciben con respeto.

Entrega su credencial para votar, sujeta la boleta electoral, se dirige a la mampara, toma la crayola y elige.

Nos susurra al oído por quien votó. Después pide que no se lo digamos a nadie, porque el voto es secreto.

Ante la exclusión de Paola como funcionaria de casilla, su madre, Hilda Bautista, opina que a su hija le hubiera sido posible poner la tinta indeleble. Pide a la funcionaria de casilla que permita a su hija, por un momento, coloque la tinta a los votantes. Ella lo hace perfectamente.

“A esto me refería al decir que mi hija hubiera sido capaz de hacer este trabajo como cualquier otra ciudadana, pero le negaron esa oportunidad en las urnas”, dijo.