Transporte olvidó trato a los ancianos

SIN ESPACIO. Jorge evita el uso del Metro por el cúmulo de personas que dificultan la movilidad y reducen la oportunidad de encontrar asiento libre . (Foto: )
cinthya.sanchez@eluniversal.com.mx Los transportistas los consideran pasajeros de segunda porque tardan en subir, por eso los ignoran cuando hacen la parada. En el Metrobús tienen nueve segundos para responder; para cruzar las grandes avenidas de la ciudad de México deben usar puentes peatonales con decenas de escalones y barandales que apenas alcanzan; el Metro no es más amigable, las excesivas escaleras les roban el aire. Ningún transporte público ofrece comodidad a las personas de la tercera edad, pese a que 75 mil de los 500 mil adultos mayores que viven en el Distrito Federal se aventuran a diario con bastón o andadera en manos, según datos del Instituto de Atención para los Adultos Mayores (IAAM-DF). El gobierno del DF presume ser la única entidad en dar apoyo a los adultos mayores con gratuidad en los transportes públicos como RTP, trolebús, Metrobús y Metro, pero hasta ahí llega la buena fe, porque al construirlos no pensó en dotarlos de comodidades. En 2050, éste será el grupo poblacional más grande del país, y la sociedad aún no está preparada Jorge Manjarrez es uno de ellos, tiene 75 años, vive en la capital y es pasajero frecuente del transporte público. Ha habitado toda su vida en la ciudad. Trabajó 30 años para el gobierno del DF y hoy está jubilado, aunque labora haciendo mandados a sus vecinos. Se forma por ellos en la Tesorería, en el banco, en las oficinas del servicio telefónico, de luz y televisión, y a cambio recibe una propina. Cuando él nació, la esperanza de vida en México era de 40 años, hoy —según el Consejo Nacional de Población— es de 75 años. Gracias a la ciencia y a los avances médicos, Jorge le ganó a la vida 35 años, aunque también a las políticas públicas y a la urbanización, plagada de obstáculos que complican la vida a los ancianos. Por eso Jorge Manjarrez dice practicar deporte extremo todos los días, cuando transita por la ciudad. Más de una vez se ha caído adentro de un camión. “Los choferes van echando carreras, se frenan bruscamente y los pasajeros somos los que debemos equilibrar con las dos piernas los topes, enfrenones, la velocidad alta y los baches, a mi edad los reflejos son nulos, pocas veces me alcanzo a tomar del pasamanos en un enfrenón”, dice. Cuenta que muchas veces pasan hasta tres o cuatro autobuses antes del que decide subirlo, “como quieren ganar pasaje y saben que los ancianos nos tardamos prefieren no subirnos”. El Metrobús y Metro casi no los usa porque siente que no hay espacio para él. “Siempre están saturados y nosotros somos lentos para movernos, debemos salir con anticipación para lograr un lugar en medio de gente con prisa”. Jorge Manjarrez mira en el transporte el abandono a los ancianos. “No pensaron en nosotros, ni siquiera con el Metrobús, que parece estar hecho para los jóvenes”. Según la Asociación Mexicana de Geriatría es de vida o muerte el diseño de transportes y espacios públicos, pues 70% de los accidentes en ancianos podrían prevenirse. Jorge es un ejemplo. Ahora mismo viaja con un collarín y con la firme indicación de no sufrir ajetreos, aunque en el transporte público es imposible; trasladarse en taxi o un automóvil personal exigiría más pago que su pensión, pues los viejos mexicanos tienen otra desventaja: la pobreza. Según el IAAM-DF, la población de la tercera edad está empobrecida y enferma. El 65% no percibe otro ingreso mas que la pensión alimentaria que concede el gobierno capitalino y la mayoría padece diabetes. El gobierno ha hecho su intento, pero todavía hay pendientes en la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, publicada hace 11 años.





