Llega a su última morada héroe del Materno Infantil
ENTIERRO. Jorge Luis es una víctima más de la explosión provocada por una fuga de gas al interior del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa. (Foto: JAIR CABRERA / EL UNIVERSAL )
Una cruz de vidrio adornada de alcatraces, la bandera de México, unos guantes de box y la corona plateada del Rey Mago acompañaron el andar del ataúd de Jorge Luis.
Un joven humedece una flor y entre lágrimas rocía con agua el camino que recorre el féretro plateado que le da el último recorrido a Jorge Luis Tinoco Muñoz, uno de los héroes del Materno Infantil de Cuajimalpa.
“Jorge”, “Güicho”, “Wailord”, “Héroe” gritaron entre porras sus amigos de la escuela mientras el cuerpo subía por la rampa que da ingreso a las criptas del Mausoléo del Ángel.
“Te vamos a extrañar, gordo” se escucha al fondo al mismo tiempo en que la familia ingresa a la sala que servirá como el último encuentro de Jorge Luis con los suyos.
Jorge Luis Tinoco falleció el pasado viernes a causa de las quemaduras provocadas por la explosión de gas en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa el 29 de enero.
A pesar de luchar por su vida durante ocho días, su estado de salud era endeble y el camillero de 27 años perdió la batalla.
Seis personas toman el féretro y caminan por los pasillos del mausoleo. Se detienen frente a un ventanal y una grúa los espera, colocan el ataúd y un motor comienza a sonar.
Los restos del Rey Mago de Cuajimalpa se elevan poco a poco, quedan a la vista de todos los que lo despiden y es ahí cuando el llanto se hace más fuerte. “Ay, m´ ijo”, solloza Sandra, la madre de Jorge Luis.
Los responsables del funeral colocan al interior de la cripta en el sexto nivel del mausuleo una bandera, los guantes de box con los que cada fin de semana entrenaba en Kick Sánchez y la corona de Rey Mago con la que durante tres años alegró a los niños más enfermos al regalarles juguetes.
Un grupo de amigos de la escuela y el deporte se acercan a la ofrenda a los pies de la tumba y colocan un globo en forma de corazón y con la leyenda “te quiero” reflejan su sentir.
“Va, carnal, nos vemos pronto”, dice uno de sus “valedores”, poco a poco el pasillo empieza a vaciarse y algunos de sus familiares esperan ver algunos minutos extra el nombre de Jorge Luis grabado en dorado.
Un grupo queda al fondo, entre ellos, una mujer menuda. Sus lentes esconden ojos enrojecidos por el llanto que no ha parado en días.
La mujer alza la vista, mira las letras doradas que describen el nombre Jorge y dice “gracias por ser mi hijo”. Entonces está lista para partir.