"Mónica siempre cuidó a los que la rodeaban"
FUNERAL. Decenas de personas acudieron a dar el último adiós a la enfermera Mónica Orta Ramírez, en Tlalnepantla, víctima de la explosión en el hospital de Cuajimalpa. (Foto: TANYA GUERRERO / EL UNIVERSAL )
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“Sabíamos que así iba a ser, siempre fuiste una heroína”, grita Lourdes Ramírez al ataúd de madera donde descansan los restos de su hija, Mónica Orta, enfermera que el martes pasado falleció tras varios días de luchar por su vida, luego de intentar rescatar a un bebé de la explosión en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa.
Alegre, animada, entregada a su familia y su trabajo, es como gente cercana a ella la describe. “Era quien siempre nos daba ánimos, se preocupaba por todos y se quitaba las cosas de las manos para entregárselas a quien necesitaba ayuda”, dice Guadalupe Orta, hermana de Mónica.
De acuerdo con testimonios, pasadas las siete de la mañana del 29 de enero, el desalojo comenzó después de que un fuerte olor a gas inundara las instalaciones del Materno Infantil, a pesar de la insistencia, Mónica Orta, Juana Zacarías y Jorge Luis Tinoco, enfermeras y camillero, regresaron a los cuneros para rescatar a los bebés que se encontraban en estado grave de salud, en ese momento estalló el hospital.
“Mónica iba por un bebé de dos meses que estaba en incubadora y entubado, por lo que no había forma de sacarlo cargando. Cuando llegaron los cuerpos de rescate nos dijeron que la encontraron de pie, con quemaduras graves pero abrazando la incubadora. Nunca dejó de proteger”, comentó una enfermera que pidió el anonimato.
Una carpa blanca y sillas plegables llenaron la calle y la casa de la familia Orta Ramírez para despedirse de la “gordita”, como le decían de cariño.
Mónica trabajaba lunes, miércoles y sábado en la guardia nocturna del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, faltaban 50 minutos para que su turno terminara y como cada jueves, llegara a su casa, esperara a sus hijos de la escuela y aún sin dormir, visitara a su mamá, pues era muy apegada a ella.
“El día del accidente, un vecino nos avisó que había pasado algo en el hospital, no pensé que fuera tan grave, pero cuando vi las imágenes en la tele, supe que algo estaba mal y fui a buscar a mi hija, llegué a Cuajimalpa y uno de sus compañeros me avisó que la habían llevado a un hospital”, comentó Álvaro Orta, padre de Mónica.
Según reportes médicos, Mónica Orta, de 32 años, registró quemaduras en 80% de su cuerpo. Ella, junto con Juana Zacarías y Jorge Luis Tinoco, quienes decidieron regresar por los recién nacidos y ahora continúan en estado crítico, quedaron atrapados en el hospital luego de la detonación.
Madre de tres niños de 8, 7 y un año, Mónica amaba pasar tiempo con sus hijos a pesar de sus largas jornadas de trabajo. “Nunca fue desentendida, sus hijos eran su tesoro, amaba a los niños y creo que eso se reflejó en su acto de heroísmo”, comenta su hermana.
Además de su faceta como madre, “en el ámbito laboral también era una guerrera”, ella estaba integrada al movimiento de enfermeras que buscaba que su profesión no fuera reducida de licenciatura a nivel técnico, “defendía su trabajo, sabía lo que significaba y luchaba por ello”, asegura su papá.
En el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa llevaba laborando tres años aún sin contar con contrato de base; antes, trabajó en clínicas particulares como enfermera, pues desde niña deseó dedicarse a la profesión a la que entregó su vida.
En la casa de sus padres en Tlalnepantla, Estado de México, aplausos y llanto de unas 200 personas acompañaron el adiós a Mónica; “es una heroína, lamentamos la pérdida, pero ella debe estar segura que su familia la ama y que estamos orgullosos de ella, nunca dejó de ayudar a pesar de que eso, esta vez, le costó la vida”, dice con resignación su hermana.
Un padre orgulloso
“Dio su vida trabajando”, asegura Álvaro Orta, quien se encargó de los trámites para que les entregaran el cuerpo de su hija, junto con su yerno, Juan Mendoza Hernández.
Orta Puente se desempeñó como regidor en Tlanepantla durante el periodo 2003-2006, por el PRD. “Era de gran corazón mi hija, era muy noble, se quitaba lo que tenía para darlo. Le gustaba mucho ayudar.
“Le gustaba trabajar, dedicarse a sus hijos, que eran su adoración, su casa. No se diga su mamá, no dejaba de visitarla, tenía sus horarios, domingos aquí la teníamos”.
Orta Puente relató que su hija estudió enfermería en el Conalep de Cuautitlán Izcalli. Tenía tres años de laborar en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa y no tenía base.
El hombre destaca que no está conforme con la atención médica inicial que recibió su hija, que fue trasladada como desconocida al Hospital de Balbuena, donde permaneció en una camilla en el área de urgencias y sólo hasta que llegaron sus familiares fue llevada a terapia intensiva, cuenta.
Añade que posteriormente fue canalizada al Instituto Nacional de Rehabilitación, donde la atención que recibió fue de mayor calidad, pero por la gravedad de sus lesiones murió.
“Hicimos todos los trámites que había que hacer. La verdad es un problema hacer todos esos trámites, ojalá cambie la Procuraduría de Justicia, porque mucho tiempo que está uno perdido ahí y deben hacer algo para que no pase”, expresa consternado.