Todos los día, Luz María Sánchez, mejor conocida como la señora Lucha, prepara diversos platillos para darle de comer a unos albañiles que trabajan en una construcción que se ubica a un lado de su casa.

Frijoles, arroz, guisado, tortillas calientes y agua de sabor conforman un paquete de comida corrida que Luz María vende a cuatro albañiles a un costo de 40 pesos cada uno.

De los 180 pesos que la señora Lucha obtiene diariamente, reinvierte 80 para comprar la comida del siguiente día, su ganancia neta es de 100 pesos. Es decir, cada quince días obtiene una remuneración de mil pesos, los cuales tiene que dividir para mantener a su madre, hija y nieto.

“Yo tengo que correr con los gastos de toda la casa. Con lo que gano nos alcanza únicamente para comer y lo que se le tenga que comprar a mi hija —todavía estudia la preparatoria—, y lo que se le ofrezca al bebé, su leche, pañales”, dice la señora Lucha.

Relata que hace dos semanas terminó su periodo laboral —de nueve meses— en una empresa donde se dedicaba a empaquetar libros, plumas y calculadoras.

A diferencia de su ocupación actual, ahí ganaba cerca de cuatro mil pesos mensuales, sin embargo, después, su temporada de trabajo terminó.

No tiene la certeza si la llamarán para otro nuevo periodo en la misma empresa, o tendrá que seguir en la búsqueda de un empleo fijo. “Es necesario tener un trabajo estable. Tienes que improvisar para ganar dinero, para mantener a la familia. Además la edad es un impedimento para tener un trabajo de planta, yo tengo 48 años, lo máximo que piden son 35 años de edad, ¡imagínese!”.