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FORTALEZA, Brasil.— Caminar en las mañanas en las playas de Iracema es mucho mejor que hacerlo en el patio del Instituto Penal Francisco Helio Viana de Araújo, donde Rafael Medina Pederzini, Sergio y Ángel Eguren Cornejo, y Mateo Codinas pasaron 50 días detenidos por las presuntas agresiones físicas a dos abogados brasileños.

Son precisamente otros abogados, cearences también, los que opinan que la situación judicial de los cuatro mexicanos —que llegaron aquí para seguir a la Selección Mexicana en el Mundial y ahora se encuentran jugándose la libertad en un proceso— no es nada fácil.

“Hay agresiones físicas y lesiones. Comprobadas por las pericias y por la justicia. Poco importa que sean extranjeros. Podrían darles dos años de pena como mínimo, a cumplir en Brasil. Ya hubo otros casos y sólo por una fuerte presión internacional se logró que los culpables terminen de cumplir la pena en sus países”, explica el abogado Luiz Otavio Lima, profesor de derecho penal en la Universidad de Río de Janeiro.

Lima se refiere al secuestro de Abilio Diniz, dueño de la cadena de supermercados Pan de Acucar, en 1989. El plagio fue cometido por un grupo de militantes de extrema izquierda, de Chile y Argentina. Los capturaron seis días después.

Eran cuatro, dos chilenos y dos argentinos. Pasaron ocho años de su condena, que llegaba hasta los 15, en una cárcel de máxima seguridad en Sao Paulo y en 1998, tras varias huelgas de hambre y un largo trabajo de los organismos de derechos humanos, lograron que el Supremo Tribunal de Justicia de Brasil y la cancillería les concediera continuar sus condenas en penales de sus respectivos países.

“En este caso no se trata de guerrilleros pero la ley debe cumplirse. La condena se cumple en el lugar y en el país donde sucedieron los hechos”, aclara Lima.

La vida de los cuatro, desde hace una semana, transcurre de manera normal con caminatas y salidas diurnas por la avenida costera de esta ciudad, sin importar las altas temperaturas. La libertad condicional de la que gozan les impide visitar bares nocturnos o beber alcohol. Aunque desde la ventana del piso 16 del edificio Terrazo do Atlántico, la vista es muchísimo más amena que la torre del instituto penitenciario, con la que sus miradas se topaban a diario.

Los que conocen el caso son tan pesimistas, sobre el futuro de los cuatro mexicanos, como Lima. Andreson Aldair trabaja en un local de venta de teléfonos celulares y esa noche estaba en la playa, participando de la fiesta popular que acompañaba cada partido de la copa, a la altura de la avenida Monseñor Tabosa. Asegura haber visto una gresca, un taxi mal estacionado sobre la avenida y parte de la pelea.

“Se montó un escenario en la playa para acompañar los días de partidos en el Mundial y mucha gente se concentraba ahí. Del episodio hubieron muchos testigos. De hecho fueron algunos de ellos, que la policía turística y militar captó en el lugar, los que comprometieron a los mexicanos”, recuerda el comerciante.

En el juzgado Criminal número dos, a cargo del magistrado José de Noroes Ramos, esperan fijar fecha para “la próxima semana”; sobre el caso todo es hermetismo. De la primera audiencia, fuentes del juzgado sólo dijeron que “fue fructífera para la causa” y que los detenidos, además de sus abogados locales, contaron con la asistencia del ministro Adolfo Zepeda, quien funge en el consulado mexicano en Río de Janeiro, quien en todo momento le brindó asistencia a los detenidos.

Ahora, en la justicia sólo falta analizar los testimonios y reconstruir lo que pasó esa noche, de la derrota mexicana ante Holanda por 2-1 que derivó en la eliminación del equipo nacional.