Desde que salió de un centro de menores infractores, Lulú tiene a su disposición una camioneta con chofer. Con 1.55 metros de estatura, cuerpo menudo y un tatuaje en uno de sus pechos, que recién han empezado a crecer, ella es de las brujas (así se llama a los expendedores de droga del país) más conocidas del barrio de San Roque.

Para la Policía de Distrito Metropolitano de Quito, este es el principal punto de narcomenudeo en la capital ecuatoriana. Un estudio realizado por la Dirección Antinarcóticos de Pichincha identificó, en 2012, 76 sitios de venta al menudeo de estupefacientes. Los más críticos son 16, la mayoría ubicada en el casco colonial.

Lulú ha vivido en San Roque sus 14 años de vida; desde que tiene 11 se ha dedicado a la venta de droga al menudeo, al igual que sus padres. En este barrio, la policía ha identificado a 37 brujos de mariguana.

La variedad conocida como la chola —la más barata— es la que venden. “Hay dosis de un dólar, regateando la dejan hasta en 75 centavos”, dice un universitario que llega cada semana “para cargar” (comprar).

Los problemas con la droga en este barrio, empezaron hace unos 20 años, explica José, quien vive en el sector desde hace 28: “En la madrugada se escuchan gritos, balaceras”. Explica que los adictos se refugian en un viaducto que conecta San Roque con La Marín, uno de los puntos más concurridos de la ciudad porque allí funcionan las terminales de buses que conectan el sur con el norte.

Lulú asegura que hay dos grupos que se encargan del expendio de droga: “Uno es el de mi jefa. No paramos desde las seis de la mañana”. El otro grupo, cuenta, es liderado por un hombre, que se ubica en las calles cercanas. A Lulú la cuidan porque al día mueve hasta 10 mil pesos mexicanos por la venta de mariguana.