Un kilogramo de mariguana producida en las zonas de cultivo del departamento del Cauca (suroccidente de Colombia) se consigue en 130 pesos mexicanos. Una vez trasladado a Bogotá, la capital de Colombia, ese mismo kilo de la sustancia puede subir hasta a 480 pesos mexicanos.

Los traficantes, que en la calle distribuyen el gramo de la yerba a 8 pesos mexicanos, terminan vendiendo la totalidad del kilo en 6 mil 700 pesos mexicanos.

De esa magnitud es el negocio del tráfico de estupefacientes al menudeo en las calles de Colombia.

Lucha sin fin

Para las autoridades de ese país, enfrentar un negocio que tiene una rentabilidad de poco más de 5000% para quienes se atreven a entrar al tráfico de las sustancias ilegales, se ha convertido en una tragicomedia que demanda millones de dólares del erario público y el desgaste de una fuerza pública que no da abasto para controlar los expendios de alucinógenos que se multiplican como hormigas en las ciudades.

En Bogotá, la capital colombiana, una urbe de siete millones y medio de habitantes, la policía reconoce la existencia de 260 puntos de venta de droga repartidos por toda la ciudad, desde los barrios pobres hasta las zonas residenciales y los lugares con centros nocturnos.

Las estadísticas oficiales recabadas por las autoridades reflejan que en Bogotá, entre 71 y 81% de los delitos de hurto, portación de armas, lesiones personales, tráfico de estupefacientes y daño en bienes ajenos, están relacionados con el tráfico de mariguana.

De mil 042 homicidios reportados este año, 101 (9%) están directamente relacionados con el narcomenudeo.