Hace apenas un par de años el tráfico de drogas en la Ciudad de México no era notorio. Fue en noviembre de 2012, un mes antes de que concluyera el gobierno de Marcelo Ebrard, cuando un grupo de empresarios llegó a su oficina para avisarle que el narco estaba en la colonia Condesa y no en la sierra, como se creía.

Una mañana, cuatro antros de la zona amanecieron con cabezas de perro en bolsas de plástico y una corona de flores con el nombre de los dueños de cada lugar en la puerta.

Le avisaron entonces al jefe de gobierno que la amenaza de narcomenudistas era constante: “O nos dejan entrar a vender o se mueren”. Durante dos años, los empresarios habían sido víctimas de narcomensajes y amenazas.

Los hechos se mantuvieron en secreto, hasta que el 24 de mayo de 2013, Horacio Vite Ángel fue asesinado en las inmediaciones del bar Black, uno de los más concurridos de la Condesa. Días después se sabría que el sujeto era un narcomenudista del grupo La Unión Insurgentes y que su muerte sería vengada con el secuestro (en el bar Heaven de la Zona Rosa) y muerte de 12 jóvenes de Tepito.

A estos eventos se sumó el asesinato de cuatro personas en el gimnasio Body Extreme de la colonia Morelos, por un ajuste de cuentas relacionado con la venta de droga. Estos hechos pusieron al DF en el mapa de las ciudades con problemas por venta de droga.

Según el Colectivo para una Política Integral hacia las Drogas, por lo menos 10% de los jóvenes de la ciudad compran drogas.

Carlos Zamudio investigador del colectivo, asegura que, según datos de una encuesta realizada por ellos, los usuarios gastan en promedio 280 pesos semanales en drogas. Esto, multiplicado por el numero de usuarios, arroja la cifra de 100 millones de dólares anuales.

De 3 tres mil 600 establecimientos que existen en la Ciudad de México, mil 100 se ubican en la delegación Cuauhtémoc, la mayoría en la Condesa, Roma y Zona Rosa.