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Desolado, plantón de CNTE por las noches

Rafael Montes y Allan López| El Universal
Martes 24 de diciembre de 2013
Desolado, plantn de CNTE por las noches

REUBICAN. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación compacta su campamento sobre la Plaza de la República . (Foto: FERNANDO RAMÍREZ / EL UNIVERSAL )

La falta de luz es aprovechada para delinquir, dicen policías

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Detrás de las lonas ya no hay maestros. Al caer la noche, en el campamento que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) aún sostiene en la Plaza de la República, no se escuchan ruidos ni risas, ni voces dentro de las carpas.

Desde la llegada del campamento de la CNTE a la plaza de la República, el 15 de septiembre, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF) destinó 800 elementos para vigilar la zona, ya que se llegaron a registrar hasta tres asaltos a transeúntes diariamente.

Pero a partir del 20 de noviembre el número de elementos disminuyó a 400, y según la base de datos de la SSP-DF actualmente la cifra de atracos descendió en 80%, y se reportan máximo dos asaltos a la semana, en diferentes horarios.

El dispositivo se implementó en calles La Fragua, Valentín Gómez Farías, Ignacio Vallarta, Ramos Arizpe, Ponciano Arriaga y todo el circuito llamado La República.

Al recorrer las carpas se observa una advertencia en las cartulinas: “Por su seguridad, anúnciese antes de entrar”. Pero ya nadie vigila.

Los plásticos amarrados a árboles y postes ocultan el vacío, los trastes y ropa regados en el interior de las casas improvisadas.

El viento sacude carteles y cinta adhesiva sin pegamento. Levanta lonas y deja ver que adentro no hay nadie. Sólo quedaron latas, garrafones de agua, lonas revolcadas en el suelo, cobijas sucias, mesas, sillas y tiendas de acampar cerradas, tal cual las dejaron, como si fuera un pueblo que de pronto quedó solo.

De vez en vez pasa algún maestro y mira con recelo a quienes se asoman al interior de las carpas. “No pueden estar aquí. Mejor váyanse”, dice una mujer, acompañada de un hombre.

Con la intención de defender el espacio que ha dejado de ser público, la mujer encara e interroga a quienes se atreven a caminar por los pasillos lúgubres y solitarios de entre las casas abandonadas, algunas desinfladas.

El eco de los discursos

En una mesa instalada en la Avenida de la República, de vez en cuando se acercan maestros a comprar boletos para viajar a Oaxaca. Vale 200 pesos. Autobuses salen cada noche.

Algunas luminarias públicas del Monumento a la Revolución están apagadas. En la oscuridad, se escuchan los gritos del legislador Ricardo Monreal en la tribuna del Senado de la República, que se reproduce en un video, en una televisión conectada en un espacio donde venden películas “pirata”.

También se oye el sonsonete de una voz masculina que pronuncia un discurso. Lanza arengas políticas y reclamos contra el gobierno y la reforma educativa.

Pareciera que en el corazón del campamento se celebra un mitin. Pero no, es sólo una grabación que hace eco.

Las vialidades que rodean el monumento ya están liberadas. Automóviles particulares y autobuses del Metrobús circulan lento.

En los botes de basura de las calles que desembocan en la plaza, los desperdicios se desbordan. “Es parte de todo esto”, dice un policía.

“Nomás mire cuántas luces están prendidas y usted dirá si hay alguien”, agrega el oficial que junto con otros se han apostado en el acceso al monumento por el lado de la Avenida de la República. Hay patrullas en los cuatro puntos cardinales de la plaza.

Los focos prendidos son sólo unos cuantos. Pero que haya luces encendidas debajo de las lonas no es indicativo de que alguien ocupe esa carpa. Hay iluminación sólo para aparentar.



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