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Al señor Tomás Martín Rodríguez lo mandaron a la Clínica de Diabetes del DF, porque al realizar sus trámites para obtener la licencia para conducir su taxi le detectaron la glucosa alta y lo diagnosticaron como prediabético.

Al llegar, la imagen que vio lo preocupó y le hizo valorar su salud. “Piensa uno lo peor, porque gente que tiene diabetes se está quedando ciega, le cortan un piecito... El primer día que vine había una persona así, se veía demacrada y dije ‘no quiero estar así’, por eso hay que aplicarse”, platica.

Tras ser atendido en la clínica especializada su salud mejoró drásticamente, porque sus hábitos alimenticios mejoraron.

Su vida de taxista de la Ciudad de México, apresurada, provocó que asumiera la costumbre de comer sólo una vez al día. Todas las noches, cuando regresaba de manejar, llegaba a casa a comer lo que en el transcurso de su jornada no había ingerido.

“Sólo comía una vez al día, pero era bastante, casi puras grasas, y el refresco no lo dejaba”, confiesa el hombre que pesaba más de 92 kilos a sus 52 años de edad. Aunque su familia le advertía de riesgos, no había considerado modificar su dieta.

“Cuando me plantearon que podía tener diabetes no lo creía y dije ‘me tengo que aplicar’ para bajar de peso y ver si con eso. Y gracias a Dios y a la clínica, sí me he controlado en cuestión de medicamento y alimentos”, relata.

Don Tomás ahora se siente sano. “Lo bueno de esta clínica es que desde que llegas te mandan con la nutrióloga, con el psicólogo, con el oftalmólogo, con el de medicina del deporte, el chef y a hacer ejercicio aquí, en el gimnasio”.

Hoy, se siente tranquilo. “Ya tengo mi glucosa estabilizada”, dice contento.