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Los policías sólo negaban con la cabeza detrás de las rejas que se colocaron enfrente de la Embajada de Estados Unidos. Por más que la señora Rafaela insitía, le decían que no, que no había acceso al edificio, mientras la marcha de maestros estuviera.

Enojada, la señora Hernández explicó que venía acompañando a un familiar suyo que vino desde Michoacán para tramitar su visa y que hoy que tenía la cita, no pudo pasar.

“A la Embajada, no podemos pasar. ¿Y qué vamos hacer? Gastar más, irnos porque hay clases, regresar después, ¡qué difícil, qué inconsciencia!, ¿no podría defendernos Derechos Humanos? Somos 22 millones en la ciudad de México, ellos no son tantos. ¿Dónde está Derechos Humanos? Tenemos el derecho a trabajar, a estar tranquilos”.

Ante la negativa, se fue caminando por la banqueta de Reforma, mientras los miles de maestros marchaban en dirección a Los Pinos.

En esa misma banqueta, iba apurada Guadalupe López, una jovencita que tuvo que caminar desde Insurgentes y Reforma hasta la Diana Cazadora para llegar a una entrevista de trabajo, a la que no pudo ser puntual. “Por fortuna tengo el teléfono de allí y ya avisé”, dijo.

“Escuché que decían que no venían a robar ni a secuestrar, (pero) están secuestrando nuestro tiempo, nuestro espacio libre; respetamos sus derechos, pero esto ya rebasó”, expresó Guadalupe López.