En los 41 años que Francisca tiene de servicio como policía del DF lo que más recuerda es haber visto llorar a México. Ella fue testigo de la destrucción y el dolor que dejó el sismo de 1985.

“El país lloró por tanta sangre, la policía también lo hizo. Hubo mucha destrucción, heridos, llanto y lamento”, recuerda la agente, quien ha dedicado la mayor parte de su vida a trabajar para la ciudadanía.

Francisca Galicia, de 62 años, decidió jubilarse luego de pertenecer más de cuatro décadas a la corporación, y lo hizo para no dejar más solos a su esposo, hijos y nietos, ya que su carrera le ha exigido mucho tiempo.

Ella es madre de cuatro hijos y tiene siete nietos. Todos la convencieron de que dejara de salir a las calles para que su vida ya no estuviera en peligro.

Entre sus peores vivencias recuerda el terremoto en el que tuvo que meter sus propias manos a rescatar vivos y muertos. “Ayudé a sacar los cuerpos, también apoyé a muchos heridos. Ese día vi la unión de México, la ciudadanía llegaba a darnos agua y comida a los policías. Nosotros no podíamos ir a nuestras casas, sólo nos autorizaban hablar por teléfono para ver cómo estaban nuestras familias. Trabajamos día y noche”, recordó.

Para Francisca, como mujer, le ha sido difícil enfrentar, cuerpo a cuerpo, a la delincuencia, y los arrestos de personas violentas, situaciones que le han dejado varias lesiones.

Ella empezó como policía femenil de agrupamientos, luego se fue a los sectores delegaciones. Estudió en la Academia para aspirar a un ascenso y terminó siendo jefa departamental y directora de Ecología.

Hasta ayer ocupaba el cargo de segundo superintendente, pero “decidí retirarme, porque mis hijos ya están grandes y porque mi marido necesita atención porque toda la vida ha estado solo y ya es justo que también conviva con él”, afirmó.