Dios nunca nos deja solos
CONSUELO. La misa en honor a los chicos desaparecidos del antro en la Zona Rosa, se realizó en la iglesia de San Francisco de Asís, en el corazón del barrio de Tepito. La madre de Jerzy Ortiz oró y colocó una veladora. (Foto: RAÚL ESTRELLA EL UNIVERSAL )
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Antes de iniciar la misa, aún sin sotana, el padre Abraham Parra se acercó a la mamá de Alan Athiencia para preguntar si había alguna novedad en el caso: “Es que yo he pedido todos los días por los muchachos, pero ya no sé qué ha pasado, hay tantas versiones”, dijo el párroco minutos antes de las siete de la noche.
En el corazón del barrio bravo de Tepito, entre el laberinto de puestos metálicos y lonas de colores, la iglesia de San Francisco de Asís convocó a misa con un par de tenues campanadas.
A tres meses del secuestro de los 12 jóvenes del barrio de Tepito en el bar Heaven, ubicado en la Zona Rosa, ayer sus familiares se congregaron en esa parroquia para honrar su memoria.
Una de las primeras en llegar fue la señora María Victoria Barranco, la mamá de Alan Omar, quien fue identificado entre los cadáveres encontrados en un rancho del municipio de Tlalmanalco, en el Estado de México.
“Nada, padre, no hay nada cierto”, le contestó al clérigo, quien procedió a colocarse la sotana y caminar hasta el altar, frente al cual se fueron acomodando, poco a poco, los familiares de los 12 muchachos desaparecidos que iban llegando.
En la primera fila, con lonas en las que imprimieron una foto de la jovencita rubia con cejas castañas, se sentaron la señora Julieta González, madre de Jennifer Robles, y sus hermanas. Su rostro, adusto como siempre.
Las mamás de Jerzy Ortiz, hijo del narcomenudista El Tanque actualmente encarcelado en Hermosillo, Sonora, y de Said Sánchez, hijo de El Papis, supuesto cómplice de El Tanque, llegaron casi a la mitad de la ceremonia.
Avanzaron por entre las bancas de madera y se sentaron en la segunda fila frente al altar.
Leticia Ponce, la madre de Jerzy, llegó con los ojos llorosos, zapatos de tacón y la cabeza tapada con una mascada con diseño de piel de leopardo; junto a ella se sentó Josefina García, mamá de Said, con un atuendo sencillo.
“Tengan fe”
Entre las bancas, silenciosas, también estaban las hermanas de Eulogio Fonseca, uno de los 12 jóvenes desaparecidos, pero a quien no se ha nombrado entre los cuerpos identificados por la Procuraduría General de la República después del hallazgo de 13 cadáveres en la fosa del rancho de Tlalmanalco.
En su sermón, el padre Abraham, conocedor de la gente de su barrio y de la situación que viven algunos de sus feligreses, les pidió tener fe, sin cuestionarla, sin dar argumentos, sólo creer.
“Dios nunca nos deja solos, la fe es un don de Dios, un regalo que nos da, y como regalo no tenemos que dejarlo en la envoltura”, dijo el párroco los familiares.
Además, hizo una petición. “Ante la incertidumbre de la verdad pedimos por los papás, para que tengan luz, paz y mucha fortaleza”, expresó desde el púlpito.
El sacerdote nombró, uno a uno, a los 12 jóvenes que fueron secuestrados el domingo 26 de mayo de un bar en el que habían pasado la madrugada festejando.
Después, el padre pidió que los feligreses se estrecharan la mano en señal de paz, pero no todos lo hicieron. Mientras las mamás de Alan, Said y Jerzy se abrazaron, incluso se acomodaron para sentarse juntas en la misma banca, la señora Julieta González, mamá de Jennifer, quedó de lado.
Aunque estaba sentada a unos pasos de las otras señoras, no hubo tal gesto. No voltearon a verse. No se saludaron. No cruzaron la mirada. No hubo un saludo de paz.
Horas antes, la señora González había reclamado que la Procuraduría capitalina sólo da informes a la mamá de Jerzy y a ella no.
La división fue evidente frente al altar, la noche de ayer. A la hora de la comunión, no todos los familiares se acercaron a recibir la hostia de manos del padre. Simplemente callaron. Bajaron la cabeza.
La misa terminó después de una bendición de veladoras. El padre Abraham aseguró que el barrio está tranquilo, que no ha notado algún intento de levantamiento de inconformidad.
La mamá de Jerzy salió apresurada de la iglesia desde antes de que todos se pusieran de pie. Sólo permaneció su madre, quien al final de la ceremonia, abrazó a sus vecinas. “Muchas gracias, muchas gracias”, iba diciendo.
La lluvia dispersó a los habitantes de Tepito congregados en la iglesia, quienes se perdieron pronto entre los caminos oscuros del barrio. La marcha convocada para caminar hacia el antro Heaven, de donde desaparecieron los muchachos, se descartó.
La prudencia de la hermana menor de Jennifer Robles se derrumbó al final; la jovencita con uniforme de secundaria soltó el llanto abrazada de su abuela, pero pronto su madre, Julieta González, le dio un golpecito en el hombro y le ordenó, tan seria y dura como siempre: “¡No llores!”