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Ranulfo Hernández Roldán ingresó a trabajar en la Biblioteca del Centro Médico Nacional en 1985, año en que ocurrió uno de los temblores más fuertes que haya sufrido la Ciudad de México.

Cuando sucedió, iba camino al trabajo y al llegar encontró todo devastado. La primer imagen que llega a su mente es la de la gente asustada, espantada, desconsolada.

A la entrada estaba el Hospital Infantil, rodeado de cristales que se quebraron con el temblor.

Por ahí salieron volando cuneros con bebés, cuenta, y recuerda que algunos de sus compañeros salieron con heridas en el cuerpo a causa del sismo. “Toda la gente estaba muy mal, el Centro Médico era un desastre”.

Su labor consistió en salvaguardar documentación importante, archivos, documentos institucionales, de personal y todo lo que se pudo, porque después llegó el Ejército, resguardó el lugar y no se pudo salvar nada más.

Ranulfo aún trabaja en la biblioteca, reubicada en lo que hace 28 años era un estacionamiento que en ese entonces fue acondicionado para resguardar los cadáveres.

Él nunca vio los cuerpos. Ahora, quienes trabajan ahí cuentan historias, “de esas que dicen que los espantan, pero yo nunca he visto nada”, cuenta.