Bajo una carpa hecha con pedazos de madera y lona, Carlos, de 17 años, convierte un vaso de plástico en una pipa para fumar crack. El adolescente andrajoso, tiene los labios y los dedos quemados por el uso frecuente de la droga.

En las orillas del campamento improvisado en la avenida Brasil —autopista considerada la arteria principal que une el centro de los barrios de Río con las zonas Norte y Oeste—, el joven no es sólo un usuario. Adicto desde hace tres años, vende la droga para mantener su propio vicio.

El adolescente no tiene una implicación directa con ningún grupo criminal. Consigue el crack en el Complexo da Maré, un grupo de 16 (favelas) barriadas ubicadas al otro lado de la autopista. Carlos es un estica, expresión utilizada por la policía para definir a los adictos que venden droga en pequeña escala a otros consumidores.

La labor de los esticas no sólo se limita a la venta de crack, una droga utilizada mayormente por las personas que viven en las calles. También surten de mariguana, cocaína y éxtasis a los barrios ricos de Río.

Para rescatar 226 barrios pobres de las garras de la droga se ha implementado un patrullaje especial como parte de un programa de pacificación.

Para hacer frente a esta policía, los traficantes han optado por transferir a algunos esticas a zonas con altas concentraciones de bares y discotecas.

La droga más consumida en Río de Janeiro es la mariguana, según expertos del Instituto de Criminología Carlos Eboli.

De enero a diciembre de 2013, fueron incautadas casi cuatro toneladas de mariguana. Sin embargo, fue el éxtasis la que presentó mayor crecimiento porcentual de decomisos el año pasado: 118% más en comparación con el año anterior.