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Una lucha azul desde los 15 años

LUIS GUILLERMO HERNÁNDEZ| El Universal
Domingo 27 de enero de 2008
Gabriela Cuevas, polémica y ‘demandona’, se catapulta a las primeras filas de la sucesión capitalina para 2012

Quizá la hoja blanca, con su rostro en fotocopia, todavía esté pegada a la pared de ese baño de bar en Polanco, con la esvástica a la altura de los ojos, una atractiva sonrisa a medias y el letrero en caracteres negros, bien gordos de rencor: “Gabriela Cuevas = Fascista indeseable”.

Por esas fechas, octubre, noviembre de 2006, la jefa delegacional en Miguel Hidalgo, la única en el Distrito Federal, la más joven desde que la ciudad es ciudad, era el monstruo más odiado por empresarios de la demarcación: de la nada se aparecía, a media madrugada, con un ejército de inspectores, ayudantes, reporteros, para torpedear con clausuras un negocio de millones de pesos: el funcionamiento irregular de centros de esparcimiento.

Delicada, físicamente agraciada como es, con esa pinta que tiene mucho de actriz de telenovelas vespertinas y bien poco de política mexicana de espesos lodos, para esos días Cuevas ya estaba acostumbrada a los enconos, a la grilla de nivel, a la pugna contra sus oponentes.

Unos meses antes, cuando la hoy funcionaria todavía no necesitaba de una “cocinera particular con sueldo público de 40 mil pesos mensuales”, como denunció ante la Contraloría capitalina la organización Urbanitas, Cuevas se había granjeado el odio de millones con un acto muy simple: pagar una fianza.

Acompañada por otro enemigo acérrimo de la izquierda perredista, se presentó ante el Ministerio Público a pagar dos mil pesos de fianza, que evitarían a Andrés Manuel López Obrador, entonces a punto del desafuero, pisar la cárcel. “Quiere ser el Gandhi de México, pero es un delincuente”, dijo la política.

Llevaba años metida en su lucha contra el entonces jefe de Gobierno y de haberse convertido en la “diputada demandona”, por las más de 150 solicitudes de información, demandas penales y civiles que interpuso contra la administración del tabasqueño, quien siempre detestó su “ansia de protagonismo”, sus intentos por cuestionarlo en las fenecidas “mañaneras”.

Panista oficialmente desde los 15 años, cuando aún no podía votar repartió propaganda casa por casa y se unió al grupo conservador que formó la red no gubernamental Educa. Dirigente juvenil en plena adolescencia, apenas cumplió los 18 se sumó a la campaña de Carlos Castillo Peraza por la jefatura de Gobierno, que perdió ante Cuauhtémoc Cárdenas.

Su trampolín político, tras su paso por la licenciatura en Ciencia Política en el ITAM, fue la 58 Legislatura de la Cámara de Diputados, cuando ocupó la curul que dejó vacante César Nava, sitio donde, ella misma reconoce, “cayó por pura suerte”.

Por eso ahora, cuando se ha convertido en la principal, casi la única, amazona azul contra el gobierno de Marcelo Ebrard, la mujer nacida el 3 de abril del año en que estalló el pozo petrolero Ixtoc I se ha convertido en una experta en detonaciones.

Fue su alianza con los vecinos de las Lomas, su manejo del conflicto, lo que contribuyó a que volara en pedazos el proyecto de la Torre del Bicentenario, a contrapelo de las intenciones de Ebrard.

Luego de oponerse a pagar el sueldo de policías de la demarcación, logró sentar a negociar a la SSP, órgano intocable de la administración capitalina y casi al mismo tiempo se enfrascó en la lucha por recursos municipales para Miguel Hidalgo.

La panista repite el esquema que en gran medida le significó la jefatura delegacional y que la catapulta, aunque aún quede mucho trecho por delante, a las primeras filas de la sucesión capitalina en 2012.

Su rostro, ahora más que conocido en la ciudad de México, puede ser visto enfrentándose a sus adversarios, en periódicos, noticiarios, anuncios y volantes cotidianos, como el que quizá todavía esté pegado en la pared del antro de Polanco. Aunque nadie pueda verlo, porque ella clausuró el establecimiento.



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