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Juan Villoro se expresa en un amor imaginario

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Sábado 27 de junio de 2009
En “Llamadas de Amsterdam”, su novela breve, el autor recorre la ruta de los mundos idealizados

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

En Llamadas de Amsterdam, la nueva novela de Juan Villoro, hay una entrañable historia de amor tejida por coincidencias, poder, separaciones, seducción, probables reencuentros y conversaciones telefónicas.

Se trata de un relato amoroso que tiene a la ciudad de México, violenta y convulsionada como contexto, donde no faltan la criminalidad ni los resabios del poder que tuvo el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En ese ambiente del México del siglo XXI, el narrador, ensayista y cronista se planteó contar una historia de amor, pero “desde la mirada de alguien que quiso ser artista pero no llegó a serlo”.

Su protagonista, Juan Jesús, es un pintor que descree de su talento, a pesar de que su mujer, Nuria Benavides, confía totalmente en él y en el trabajo creativo que realiza.

“A Juan Jesús le duele no haber estado a la altura de lo que ella suponía que podía lograr. Su talento para el arte no ocurrió, pero es una persona que algunos amigos ven como alguien seguro y protector (percepción que también le sorprende). Quise reflejar los destinos raros que nos asignan los demás”, señala en entrevista el autor de El testigo, novela con la que obtuvo el Premio Herralde de Novela en 2004.

 

A Juan Villoro le interesaba mostrar en esta novela corta que “todos estamos hechos de dos realidades: la que constatamos y la que concebimos” porque concibe que el amor tiene que ver justamente con eso. “Cuando nos ataca con fuerza, idealizamos a la persona y nos cegamos ante ella. Cuando entramos en crisis, descubrimos defectos que quizá no existen”, manifiesta el escritor.

 

 

 

El tema, un reto

Ambicionaba contar, con detalle, una historia de amor, pero donde sólo uno luchara por conservar los recuerdos vivos, incluso de revivir ese amor desde las llamadas telefónicas. Villoro parte de que en cada historia de amor todo depende de lo que la pareja vivió, del deseo de proteger ese amor, de las cosas que podrían dañarlo. Tal como los protagonistas de su historia hicieron, se amaron de verdad pero llegaron a un momento en que lo mejor era separarse.

Villoro quiso descifrar en Llamadas de Amsterdam un pacto imaginario que les permite a los dos amantes conservar algo del amor pasado sin volver a unirse. “Es difícil lograr eso y por eso me interesó como tema narrativo”, señala el narrador que en El testigo se aventuró con una novela de largo aliento y que en esta novela sobre la melancolía del final de una historia de amor, exploró con eficacia la narrativa breve.

 

En esa novela que tiene a la ciudad como telón de fondo, en la que hay bares, teléfonos, bancos de plazas y sonidos urbanos y que es protagonizada por un hombre en la soledad de una cabina telefónica, hay también un gesto de nobleza del protagonista masculino, quien pasados los años del rompimiento logra entender que sólo puede “vivir” con su amada en una realidad paralela e imaginaria.

 

Las llamadas que ese artista del óleo en decadencia hace desde la esquina de una de las calles que cruzan con Amsterdam, en la colonia Condesa, son para Villoro “un performance del amor” entre ambos personajes.

 

 

Amsterdam, el refugio

Uno de los puntos de arranque de la novela es la pregunta: ¿Quién anuncia sus miserias desde el primer encuentro? y la respuesta de Juan Villoro es inmediata: “Es difícil que alguien se sincere y diga cosas que le duelen cuando conoce a otra persona. Hay gente que busca compasión y a veces obtiene buenos resultados con ese recurso: no pide ser querida sino adoptada.”, manifiesta el autor.

Tras el rompimiento, los protagonistas de la novela que ha sido publicada por Editorial Almadía, inventan una realidad alternativa hecha de llamadas telefónicas que les dan la posibilidad de mantener vivos los momentos placenteros. Ambos viven una realidad paralela que los hace sentir que tienen a Amsterdam —esa ciudad a la que nunca pudieron viajar— como el paraíso que los deja revivir con añoranza el pasado.

“La calle de Amsterdam siempre me ha cautivado por su trazo circular. Se hizo sobre la pista del antiguo hipódromo y por eso tiene ese trazo. Aparece en la historia como la calle de fortuna. Además, el padre de Nuria es un gran apostador. Por último, quería aprovechar la ambigüedad geográfica, pues Nuria no sabe si Juan Jesús le habla desde la ciudad de Amsterdam, donde querían ir juntos o desde la calle de Amsterdam”, señala el escritor.

 

 

Retrato de la criminalidad

Pero el amor tiene un contexto y ese es el de la criminalidad de México, donde los secuestros están a la orden del día, pero además permanecen en la psique de todos los mexicanos. En la historia, uno de los amigos comunes de la pareja sufre un secuestro. Juan Villoro lo lleva a la ficción, pero en realidad se trata de un pasaje autobiográfico, es el relato de lo que le ocurrió a uno de sus amigos.

Lo que él quería era contrastar los problemas reales y los problemas imaginarios. “Juan Jesús está muy enrollado con su historia amorosa cuando su amigo le cuenta el infierno que ha vivido. Para ese amigo, él es un pilar sólido y optimista. Quería que el lector relativizara el drama de mi personaje con otro más directo. Lo misterioso es que a veces los problemas imaginarios nos afectan mucho más que los reales”, expresa el autor.

Los despliegues de personalidad que alcanzan los personajes tal vez tengan que ver con la formación de Juan Villoro, con sus estudios de sociología, él no lo niega del todo, pero dice que siempre ha creído que son elementos que no se notan en la ficción y sí tal vez en la crónica y en el periodismo.

Sin embargo, en Llamadas de Amsterdam hay una profundización en sus personajes, en Nuria y Juan Jesús. Hay una afán de hablar de la melancolía y la tristeza en uno de los personajes, de la fuerza y energía en otros, de la desigualdad social, de cómo el amor y el rompimiento pueden generar vidas errabundas.

 

Una de las grandes satisfacciones de Villoro en esta novela es que creó a una protagonista de mayor fuerza que el personaje masculino. “Hay pocas historias en la literatura mexicana donde la mujer sea más inteligente y más fuerte que el hombre y tenga un destino más logrado que él. Nuria ha vivido cosas más difíciles que Juan Jesús, pero las supera mejor. Él tarda en entenderlo y esta última comprensión es su despedida amorosa”.

 

 

El México actual

El autor de El disparo de argón asegura que lo importante en la historia es la intensidad de un amor, el hecho de que algo excepcional pueda ser sentido por alguien que no es excepcional, justamente eso engrandece la experiencia.

La diferencia de clases de sus protagonistas le permiten hablar de la desigualdad social que aún existe en México y que tiene que ver con las pugnas de intereses. “Ningún partido dice: ‘Vota por la desigualdad’ o ‘Viva la injusticia’, pero es obvio que es lo que muchos desean. No puede haber equidad en una economía de monopolios como en el México actual. Esto no sólo perjudica a los obreros, sino al resto de los empresarios”, opina.

El escritor afirma que en México hay discriminación de raza, de sexo, de clase, de religión, de acceso a la información y que la lucha de clases no ha desaparecido y tiene componentes más complejos.

“Me gustó mucho estudiar sociología y leí con entusiasmo todo lo que nos ponían enfrente, pero no pensé que la usaría en la literatura. Supongo que todo acaba por asomar en lo que escribes y el triciclo en que pedaleaste a los tres años atropella a alguien en un cuento que escribes a los 50”, apunta el narrador.

La novela que se publicó en 2007 en Buenos Aires por IZ (Interzona), la editorial que en 2008 publicó su libro de cuentos Los culpables, es una novela sobre el desconsuelo y un texto íntimo de quien es considerado uno de los escritores clave de la literatura latinoamericana.

 

 

 



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