En Doble filo, Mónica Lavín recuerda el primer desamor

PROYECTOS. La autora de "Yo, la peor" se dedica por ahora a la novela corta, aunque alista una novela larga y próximamente planea publicar sus memorias . (Foto: ADRIÁN HERNÁNDEZ / EL UNIVERSAL )
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Después de incursionar en el cuento y la novela histórica, con Yo, la peor y Las rebeldes, la escritora Mónica Lavín (DF, 1955) apuesta en su nuevo libro por la novela corta, con un tema que, confiesa, siempre había querido abordar: el primer amor.
En Doble filo (Lumen), que se presenta el próximo 4 de junio en la Librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (FCE), dos mujeres de generaciones diferentes dialogan sobre el amor y el desamor. Antonia, una joven que ha sufrido su primera ruptura, busca la ayuda de una terapeuta autodidacta, conocida como “La bruja”. En cada terapia, mientras la joven busca olvidar aquel amor que la hace sufrir, la otra evoca los recuerdos de su juventud, su primer amor, el primer beso y esa primera ruptura.
Se trata de una historia en la que el olvido y los recuerdos se entrelazan: “Me interesaba contrastar la mirada y la experiencia de una joven que está dolida por la experiencia de la primera ruptura, con la de una mujer que le dobla la edad, que ha pasado por diferentes momentos y que supuestamente puede ayudar a resolver los problemas sentimentales de la otra, pero que finalmente tiene su propia historia, sus recuerdos; y es que en materia de amor nunca sabemos lo que va a pasar”, comenta en entrevista la escritora.
Así, mientras Antonia vive a flor de piel esos momentos de su vida, en “La bruja” se despierta una especie de melancolía y los recuerdos de su primer amor. “Yo pienso que no hay que olvidar, es terrible. Me parece que cuando uno está dolido quiere que se borren las cosas, los recuerdos de esa persona, quieres romper fotos, cualquier evidencia de su persona, pero es un acto desesperado. Creo que es más maravilloso tener historias de esos que fuimos en cierto momento con alguien”, sostiene la autora, quien admite que en esta historia se asoman algunas de sus experiencias y recuerdos personales.
“Sí tiene que ver con un primer dolor profundo, de desamor. Recuerdo lo oscuro que fue ese momento, la magnitud del dolor a esa edad no lo había vivido, porque además crees que ya no habrá luz”, recuerda la autora de Café cortado y La casa chica.
Las bondades de la novela corta
Para Mónica Lavín, ensayista y colaborada de EL UNIVERSAL, quien comenzó su carrera literaria escribiendo cuentos y se ha consolidado como escritora con sus novelas, algunas de carácter histórico, esta nueva obra —que está ilustrada con dibujos de María José Lavín, su hermana—, le permitió experimentar las virtudes de estos dos géneros literarios.
El reto de Doble filo, dice, ha sido tener “la posibilidad de andar en dos cuerdas al mismo tiempo”.
“Este libro justo es un momento de la vida donde puedo juntar las dos cosas. La novela corta permite juntar ciertas virtudes del cuento, como lo acotado de la circunstancias, pero también permite desarrollar personajes. Hay un rigor del cuento, donde nada sobra y nada falta, y es muy distinta a la novela larga donde se permiten muchas cosas”, explica la también profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) en la Academia de Creación Literaria.
Para la escritora, quien adelanta que ya tiene lista otra novela corta, que solo espera el proceso de revisión, en los últimos años se ha dado una tendencia por visitar este género literario: “Siempre ha habido una tradición de la novela corta, pero ahora se le visita más porque creo que es un momento en el que se están escribiendo muchos híbridos. Por ejemplo, está Tela de Seboya de Miriam Moscona, Muerte súbita de Álvaro Enrique, que es casi una novela corta; Canción de Tumba de Julián Herbet o El Cerebro de mi hermano, de Rafael Pérez Gay”.
Por ahora, la autora ha preferido dedicarse a la novela corta, pero comenta que también está escribiendo una novela larga y próximamente planea la publicación de sus memorias. “Hay que tener la posibilidad de probar las diferentes formas”, dice. “Me gusta la novela corta, me gusta la novela larga, pero también me gusta el cuento. Si uno ya escogió escribir y es lo que le gusta, por lo menos hay que tener la posibilidad de probar las diferentes formas y buscar la voz, el mejor molde para lo que uno quiere contar o que el molde dicte lo que uno puede contar”.