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El argentino Patricio Sturlese habla del origen de El Inquisidor

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Viernes 15 de noviembre de 2013
El argentino Patricio Sturlese habla del origen de <i>El Inquisidor</i>

PROPUESTA. La historia de Sturlese que ha conquistado a los lectores sucede en Génova, a finales de 1597. (Foto: ADRIÁN HERNÁNDEZ / EL UNIVERSAL )


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El libro imaginario creado por el escritor norteamericano H.P. Lovecraft, conocido como el Necronomicón, que se supone reúne saberes arcanos y magia ritual y cuya lectura provoca la locura y la muerte, es el elemento vital de la novela El inquisidor, con la que el escritor argentino Patricio Sturlese comenzó a conquistar a los lectores que han seguido sus siguientes obras: La sexta vía y El umbral del bosque.

La historia que ha conquistado a los lectores sucede en Génova, a finales de 1597 y tiene como protagonista a Ángelo DeGrasso, Inquisidor General de Liguria, un hombre “bueno” que tiene a cuestas 144 muertes y que en el tiempo actual interroga, en los sótanos de la abadía, al brujo veneciano Eros Gianmaria utilizando salvajes tormentos, en busca de una confesión.

Pero ocurre que el Papa Clemente VIII, en persona, le ha encargado al Inquisidor una importante misión y no descansará hasta cumplirla: rastrear la última copia todavía existente del libro prohibido más buscado en las tierras cristianas, conocido como el Necronomicón.

“El Necronomicón es un invento de un escritor norteamericano que se llama Lovecraft que quedó en el mito; yo necesitaba un libro que no fuera del todo real ni del todo mentira y entonces el inquisidor busca ese libro simplemente porque si bien no es muy interesante en la historia, es el elemento que mueve todo y lo que nos muestra cómo se mueven todos detrás de ese libro”, señala Patricio Sturlese.

El narrador nacido en Buenos Aires en 1973 asegura que la historia la encontró un día caminando por Roma. “Descubrí una estatua en una plaza de Roma que me cautivó a tal grado que me detuve a que me contaran la historia, es la estatua de un monje que sostiene un libro con la mirada baja y tiene la cara cubierta por la capucha. Una estatua hecha en bronce que se ha hecho negra con el paso del tiempo. Me dijeron que en ese mismo lugar donde se edificaba la estatua en el año 1600 se quemó vivo a Giordano Bruno. Ahí fue que empezó El inquisidor”.

Después de descubrir la estatua de Giordano Bruno Sturlese comenzó a estudiar su vida y su obra, que tiene gran peso en esta novela que tiene cosas vigentes para el siglo XVIII. “Hay lucha de poder, hay emociones, traiciones, amores muy fuertes, amores ilícitos y prohibidos y todo se da en medio de una realidad que va cambiando de a poco y que en muchas ocasiones son trampas. El Inquisidor es eso, es un personaje en primera persona, un personaje renacentista que es un ser humano, no un demonio como se pensaba en el Renacimiento”.

La propuesta del narrador argentino no se plantea la relatividad del bien y del mal, quién es el bueno y quién es el malo, porque todo depende del punto de vista. Por ejemplo, dice Sturlese, el inquisidor es el héroe pero tiene en su haber 144 muertes y por otro lado los malos no mataron nunca, con lo cual su novela deja de ser una historia maniquea de buenos y malos para transformarse en una historia de personajes a interpretar.

“Aquí el único interprete es el lector. De lo que se trata es de poner en el lector la interpretación del arte y de la obra, y no salirme de los carriles de la historia que tiene como último fin entretener. Violencia, muerte, tortura y sexo son partes complementarias de la historia, son vistazos a cosas que sucedían, fue parte de la dinámica natural de las civilizaciones de Europa y el mundo y aquí en el novela la violencia está intrínseca, lleva al lector a las cámaras de tormento”, concluye Patricio Sturlese.



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