En el Metro, último rastro de Francisco

ANGUSTIA. Alicia señala que desde el 26 de marzo del año pasado ha vivido una pesadilla; recuerda que ese día le pidió al joven que no faltará a sus clases. (Foto: ADRIÁN HERNÁNDEZ )
Clínica de periodismo
Despertó el lunes 26 de marzo de 2012, ya era tarde y no quería ir a la escuela. Alicia, su madre, sin saber que ya no regresaría a casa, le pidió ser responsable y asistir. “Allí empezó mi pesadilla...”, asegura.
Desde hace diez meses Irma Alicia Trejo desconoce el paradero de su hijo, Francisco Albavera, quien estudiaba el séptimo semestre de la carrera de ingeniería informática en UPIICSA, del IPN.
El último día que lo vio fue en el metro Pantitlán. Eran las 06:40 horas, Francisco debía ir a la escuela, pero jamás llegó y tampoco regresó a su hogar.
Regularmente Francisco llegaba a las dos de la tarde; ese día eran las cuatro y Alicia lo empezó a buscar. Pasó el tiempo y no regresaba, así que a las seis trató de contactarlo con sus compañeros.
Aquel 26 de marzo, a las 14:37 horas, José Luis C. le escribió a Francisco en su cuenta de Twitter: “@falbaverat urge que me contactes porfa”. Después de un rato, cuando Alicia notó esta publicación, habló con él por teléfono:
— Hola, soy la mamá de Francisco y estoy preocupada por él porque no ha regresado a la casa. ¿Sabes algo de él?
— Francisco no fue a la escuela hoy, señora. Mire, no sé nada, pero le voy a dar el número de teléfono de un compañero, él tiene algo que tal vez le pueda servir.
Alicia llamó a ese número y le confirmaron que su hijo no fue a clases.
— ¿Rodolfo? Soy la mamá de Francisco, estoy preocupada porque no ha llegado a la casa. ¿Tú sabes algo?
— No sé nada. Pero, como a las dos de la tarde me llegó este mensaje del celular de Francisco: “Aquí dice que eres ´reno´, a tu amigo Paquito lo tenemos guardadito, vamos a llamar a partir de las 12 para que empiecen a cooperar, no llamen a la policía porque si no se muere”.
Rodolfo El Reno, como lo llamaba Francisco —aclara Alicia— no dio parte a la policía porque pensó que, igual como sucedió antes, le habían robado su celular.
Le perdieron el rastro en el Metro
Francisco es uno de los 236 hombres y mujeres, rango de 18 a 25 años, que aparecen en el sitio de la Procuraduría General de Justicia de Distrito Federal (PGJDF) como extraviados.
Según Alicia, Francisco casi nunca utilizaba el Metro y el día que desapareció tampoco tenía que tomarlo. Debía viajar en autobús o podría llegar a metro Boulevard Puerto Aéreo; “allí sale un pesero que lo deja enfrente de su escuela”.
Alicia y su esposo, Francisco Albavera Castillo, fueron a las oficinas del Metro, donde les permitieron checar las cámaras de vigilancia. Revisaron las grabaciones durante una semana.
“Nos prestaron a su personal y pudimos ubicarlo en la estación Pantitlán de la Línea 1. Él compra su boleto, lo deposita y entra. Pero, no lo vemos salir”.
Según Alicia, la búsqueda se complicó porque las grabaciones se borran automáticamente cada siete días.
Indicios de un secuestro
Alicia pensó que su hijo era víctima de secuestro. “No sabíamos qué hacer ni cómo actuar”, indica mientras permanece sentada sobre la cama de Francisco y mira una foto de él, añorando su regreso.
En ese entonces acudieron a la Fiscalía Especial de Investigación para Secuestros de la PGJDF. Recuerda que le dijeron: “esto no es un secuestro”.
— Pero yo no lo estoy inventando.
— Sí, pero ese mensaje es muy light, eso no lo usa un secuestrador.
— Aún así, no lo estoy inventando.
— Si usted cree que nosotros somos Antisecuestros y vamos a ir corriendo a traer a su hijo, está muy equivocada.
Luego de escucharla la pusieron en contacto con un agente y le dieron indicaciones: “vaya a su casa, no le diga nada a nadie y espere a ver si le llaman”.
En las investigaciones se descubrió que el mensaje de celular fue enviado desde Lerma, en Toluca. “Ya ve señora, su hijo se metió a la Línea 1 y seguramente se fue a Observatorio para tomar un camión rumbo a la carretera”, dijo el agente.
Al saber esto, ella y su esposo fueron a la terminal de autobuses en Observatorio e hicieron la revisión de cámaras para ver si lo ubicaban, pero tampoco lo vieron.
Como no tenían noticias, la Fiscalía le sugirió lanzar un anzuelo. Le pidieron comprar un celular y poner el número en un volante para recibir información.
El caso de Francisco estuvo en la Fiscalía Antisecuestros cuatro meses y determinaron que no tenían elementos para considerarlo un secuestro.
“Para nosotros un secuestro es una negociación, donde le pidan una cantidad por su hijo y como no lo hay, no podemos seguir”, le dijo un policía y remitieron el caso al Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA), dependiente de la PGJDF.
Mes y medio después, el director del CAPEA le dijo: “no puedo decir que no existen elementos para que esto sea o no un secuestro, pero es una privación de la libertad. Voy a solicitar que, nuevamente, el expediente se vaya a antisecuestros”.
Recibieron de nueva cuenta el expediente en la Fiscalía, pero reafirmaron su veredicto: no hay elementos para seguir con el caso y lo regresaron a CAPEA.
“¿Cuánto ofrece por su hijo?”
Al no saber nada de su hijo, Alicia siguió las instrucciones de la Fiscalía: hizo el volante y puso un número para recibir noticias del paradero de Francisco, pero sólo hubo llamadas de extorsión: “me marcan para decirme que tienen a mi hijo, que cuánto ofrezco por él”.
“Al principio sí me ponía muy mal, después aprendí a pedir una prueba de vida”. Relata que hace algunos meses recibió una llamada, en la cual le decían que tenían a uno de sus hijos secuestrado. “Ese día mis hijos estaban en la escuela y comprobé que estaban bien. A partir de ese momento mis hijos y yo tenemos un juego de palabras”.
Ahora, cuando le aseguran tener a Francisco ella pide esa prueba: “Sí usted lo tiene pregúntele ‘tal cosa’”, les ordena y al escuchar la respuesta sabe si es verdad o sólo la tratan de extorsionar.
Del 18 al 24 de diciembre pasado, viajó a Hermosillo, con apoyo del CAPEA, porque un señor la llamó por dos meses, pero también la información resultó falsa.
“No me resigno”
El día que Francisco desapareció sólo llevaba su laptop; “él es tranquilo, su mundo era la computadora, por eso tengo muy claro que si lo convencieron para hacer algo, fue por medio de internet”, afirma.
“Para mí es difícil pensar que a mi hijo se lo tragó la tierra, debe haber gente cercana a él que sepa qué sucedió. Si no fue un secuestro alguien ha de conocer los motivos o a la persona que lo convenció para dejar su casa y sus estudios. No puedo creer que abandonó su carrera a un semestre de terminarla”.
Para evitar situaciones como las de Francisco, instituciones sugieren avisar siempre a dónde van a salir, mantener contacto telefónico y trabajar la confianza con los hijos para estar al pendiente de las personas con que se relacionan.
Además, tener cuidado con la información que se publica en las redes sociales o no dar información personal ni de la familia por internet, son algunos de los consejos de la PGJDF.
Aunque la escuela donde estudiaba su hijo le prohibió la entrada, Alicia buscó la forma de seguir su búsqueda. Para recibir informes, crearon la cuenta de Facebook: Buscando a Francisco Albavera.
Mientras sigue a la espera del regreso de su hijo, cada mañana Alicia llama al teléfono de Francisco, “es como darle los buenos días. Sólo quiero saber que está bien y hacerle saber que lo amamos por sobre todas las cosas”.