Los rostros de la epidemia
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Louis Brinder
Soy periodista y activista que trabajo en nueve países de África para abatir la discriminación. Vivo en Toronto, tengo 59 años y 15 de tener VIH sida. En donde vivo, las personas no hablan abiertamente de su enfermedad porque hay discriminación y pueden perder su empleo. El gobierno paga las medicinas sólo a los desempleados que tienen VIH, pero resultan caras para la clase media baja, y no todos están en tratamiento. Las personas de provincia no acuden a los centros de salud pues no hay garantías de confidencialidad. Los grupos aborígenes prefieren tratarse con medicina naturista.
Javier González
Me diagnosticaron VIH sida hace tres años. Creo que se debe a que tuve relaciones sexuales sin protección. Soy bisexual. Tengo pareja, hijos y nietos. Al enterarme fue difícil, pero ahora mi familia lo está entendiendo. El gobierno nos da gratis los antirretrovirales, pero hay otras medicinas que requerimos y no las tienen. Existe mucha discriminación, aun de los propios médicos. En la Clínica de La Condesa, donde se supone están los especialistas, “tratan de no tocarnos, ni de examinarnos, sólo nos sienta en una silla y nos hacen preguntas”. La gente cambia cuando se entera que eres portador.
Isaac Tita
Soy portador de VIH sida. En mi comunidad, este virus ya no es visto con sorpresa. Familiares, amigos y vecinos conviven con él. Todos saben cómo se pueden infectar, pero aquí pesan más las creencias; entre ellas, que uno puede aliviarse si tiene relaciones sexuales con una mujer virgen. Pocos usan condón. Sólo 10% tiene acceso a antirretrovirales. Las personas que han hecho multiresistencia al virus no tienen tratamientos de segunda línea y fallecen. La familia es nuestro principal apoyo, es en donde nos refugiamos. Hay homosexualidad, pero nadie se atreve a decirlo, pues se consideran un “tabú”.
Jaya Nair
Vivo en Bombay, estoy casada y tengo dos niños. Soy seropositiva. El principal problema es que los médicos se niegan a atender a los enfermos con VIH. El gobierno proporciona gratuitamente los medicamentos, pero no a todos les llegan. Hay personas que caminan hasta dos días para llegar a un centro de salud. Antes la gente golpeaba a las personas con VIH, ahora la discriminación es más sutil. Una mujer puede ser más discriminada que el hombre; si tiene VIH no puede entrar a la cocina ni atender a los hijos, porque “los puede contaminar”. Hay campañas de prevención en las ciudades, pero difícilmente llegan a las zonas rurales.
Kim Pumpam
Mi esposo me infectó hace más de 10 años. Vivir en Camboya y ser portadora del VIH es más difícil para una mujer porque la discriminan más en el trabajo y en casa. Cuando una familia se entera que algún integrante tiene VIH, éste no tiene derecho a comer, ni a dormir con ellos. Pero ante la carencia de vivienda, se les marcar su espacio para dormir y comer. Hay campañas de prevención, pero mucha gente del campo no sabe leer, ni escribir, ni tiene acceso a la Tv. El gobierno paga los antirretrovirales que no cubren ni a 1% de la población enferma. La detección del VIH es de manera voluntaria.
Anastasia Kamlyk
Tengo VIH sida desde hace 11 años. Tuve sexo no protegido con mi novio a quién quería apasionadamente. Él era militar y regresaba de una misión en África, donde tuvo relaciones sexuales con varias mujeres, sin usar condón. Vivimos en Vladavostock, una comunidad cerca de China, donde nadie sabía del sida. Fuimos los primeros portadores. En Rusia, las campañas de prevención son por radio y TV por lo extenso del territorio. Hay discriminación y el acceso a los antirretrovirales, que da el gobierno, son escasos en zonas rurales. El examen para detectar el sida sólo es obligatorio para embarazadas.
Abate en África la discriminación
Los médicos nos tratan de evadir
Nos refugiamos en la familia
Ahora el rechazo es más sutil
En el trabajo y el hogar te aíslan
Sin condón, tuve sexo con mi novio