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Mexicanos al borde de un ataque de nervios

Cinthya Sánchez| El Universal
Martes 03 de febrero de 2009
El clima de violencia que se vive en el país ha incrementado la cantidad de personas con Trastorno de Estrés Post Traumático, un padecimiento que afecta a 25% de la población y que provoca bajo rendimiento laboral, pesadillas y angustia

Camina dos calles de más con tal de no pasar por el News Divine. Se evita el frío en las manos, el hueco en el estómago y la presión en el pecho. Han pasado siete meses de que vio morir a varios, pero hasta ahora, Irving reconoce en un diván de la Facultad de Psicología de la UNAM que estuvo en el segundo piso de ese antro; que despierto y dormido no deja de pensar en el evento, cuenta cómo le cambió la vida la noche del 20 de junio, después de que unos policías le obstruyeron la puerta de un antro. Dejó de ir a la escuela, de visitar lugares cerrados, dejó de divertirse y sólo tiene 17 años.

Victoria apagó la televisión el 17 de septiembre con un miedo de la niñez hecho realidad: “Ahora vivo en un país donde hay terrorismo”. Desde que se enteró que un ¡Viva México! en el Zócalo de Michoacán le costó la vida a ocho personas, se sintió amenazada. Esa noche comenzaron las pesadillas; un asesino serial empezó a perseguirla para matarla. Ella ya visitaba a su siquiatra, pero a la noticia le dedicó por lo menos tres sesiones completitas. Victoria no conoce a ninguna de las víctimas de aquel 15 de septiembre, ni siquiera vive en el estado de Michoacán, pero igual se siente vulnerable.

Tanto Irving como Victoria fueron diagnosticados con Trastorno de Estrés Post Traumático (TEPT), el trastorno mental que sufre una de cada cuatro personas que viven un evento estresante directa o indirectamente, que haya amenazado su intregridad física o la de otras personas.

Él estuvo ahí, lo vivió con todos sus sentidos, ella solamente lo vio por televisión, pero a ambos los mismos síntomas los llevaron al diván. Son parte de los mexicanos que están al borde de un ataque de nervios; para ser más exactos, del 25% que después de vivir un evento violento, directa o indirectamente, tienen recuerdos desagradables del suceso, una y otra vez, sueños donde la muerte es la protagonista, sensación de angustia y ansiedad cada vez que revive el momento trágico en su mente.

Según la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica, 68% de los mexicanos de entre 18 y 65 años han estado expuestos al menos a un suceso estresante en su vida, pero sólo uno de cada cuatro presenta secuelas, de éstos 2.5% acude a tratamiento y la mitad de ellos lo hace con el especialista adecuado, el resto nunca se entera de que lo que siente es un trastorno mental.

Para Jorge Álvarez Martínez, encargado del Programa de Atención en Situación de Crisis de la Facultad de Psicología de la UNAM, a todas las personas les crea cierto estrés ser víctima directa o indirecta de la violencia, 80% lo supera en menos de un mes, el resto necesita terapia.

Bajo esta teoría a nadie le es indiferente que niños de cinco años, que apenas miden un metro de estatura, corran con las manos en la nuca en medio de una balacera en Tijuana; tampoco enterarse que existe un personaje apodado “el pozolero”, que asesina con ácidos a sus víctimas y que en lo que va del mes de enero se han suscitado alrededor de 400 homicidios relacionados con la delincuencia.

Incluso, cifras del estudio “Prevalencia de sucesos violentos y de trastornos de estrés postraumático en la población mexicana”, realizado por la doctora Elena Medina Mora, revelan que a nivel mundial 8% de la gente generará en algún momento de su vida TEPT.

La Organización Mundial de la Salud divide la violencia en familiar y de pareja y violencia comunitaria, que es la cometida por individuos que pueden o no tener relación con la víctima.

“Dentro de la población hay dos tipos de personalidades; los altamente absorbentes al estrés y los inhibidores al estrés; los primeros suelen ser sumamente sugestionables a eventos estresantes, a tal grado que aunque no hayan vivido en carne propia la violencia, presentan un trauma por el simple hecho de saber que ocurrió”, explica Jorge Álvarez Martínez.

Dice que existen cinco tipos de víctimas de la violencia; las de primer nivel, que son las directamente afectadas; las de segundo, cuyos familiares fueron los afectados; las de tercero, quienes los atienden como abogados y sicólogos; las de cuarto nivel, que serían los periodistas que reportan los hechos, y las de quinto, que son las víctimas indirectas que sólo escuchan o se enteran a través de imágenes del evento.

“Los cinco tipos pueden necesitar ayuda sicológica después de un hecho violento, todo dependerá de la personalidad de cada uno”, explica.

La gente presenta síntomas muy claros: bajo rendimiento laboral o académico, pesadillas o sueños recurrentes del evento, evitan a toda costa acercarse al lugar que les produjo el trauma, se les ponen las manos y pies fríos cada vez que recuerdan el episodio estresante y por más que quieren alejar los pensamientos, éstos vuelven una y otra vez.

Para el especialista, toda persona que tenga éstos síntomas por más de un mes debe acudir a terapia necesariamente.

Alejandro Gómez es siquiatra desde hace 25 años y piensa que si un hecho violento no se trabaja con especialistas puede llegar a enfermar a una persona. “Cuando uno no externa sus sentimientos y vive esa angustia solo, termina a corto o largo plazo enfermo de algo, pues todo el estrés es sicosomático, así que se reflejará en una enfermedad física que puede ir desde una gripa hasta un cáncer”, dice.

Cuenta que cada vez más la gente llega hasta el diván a tratarse trastornos mentales provocados por hechos violentos como el secuestro, los asaltos, los robos a casa o simplemente porque le impactan las noticias, que en los últimos años reflejan el clima violento del país, aunque la afectación es mínima, comparada con la que sufren las víctimas de primer y segundo nivel.

“El trauma es semejante a una situación de duelo, pues hay una pérdida de la confianza en los demás. Es necesario repetir y repetir el hecho traumático hasta desgastarlo. La violencia puede remover los miedos y traumas más profundos de las personas”, dice.

 

 



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