Prostitución forzada, otra cara del yugo a migrantes
ESCLAVAS DEL SUR. En la frontera con Guatemala operan redes de traficantes de mujeres, que las obligan a prostituirse. (Foto: María de Jesús Peters / EL UNIVERSAL )
Nancy no quiere saber nada de México. Se empeña de día y de noche en
tratar de olvidar la pesadilla que vivió al cruzar los más de 4 mil
kilómetros que separan a Guatemala de Estados Unidos. Los recuerdos y
las huellas de dos meses y medio de violaciones, torturas y golpes la
persiguen, la atormentan. Esos 75 días de hambre y sed le borraron el
brillo de sus ojos y las ilusiones con las que salió de su país los
primeros días de agosto del año pasado. Todavía el rostro de su captor
se aparece en sus sueños para recordarle que si lo denuncia la va a
matar a ella o a alguien de su familia.
Diez días después de que empezó su travesía, Nancy por fin logró
subirse de polizón al tren en la parada de Arriaga, Chiapas. De un
salto se alcanzó a agarrar de los tubos de uno de los vagones. Respiró
profundo varias veces. El miedo y la adrenalina de haberlo logrado la
perturbaron por segundos. El grito de otro migrante de origen
centroamericano la hizo reaccionar: “¡Agárrate fuerte, no te vayas a
caer!”. Se amarró a los fierros con un cinturón. Poco a poco se fue
relajando hasta que se quedó dormida. Había pasado como hora y media
cuando una sacudida del ferrocarril la despertó y le mostró la peor
parte de la aventura.
Cuatro hombres con el rostro cubierto y un arma “imponente” entre
las manos la bajaron del tren, la empujaron hasta subirla en la parte
trasera de una camioneta Van y la llevaron a una vieja casa donde
empezó la pesadilla.
Rafael su hermano relata lo que a Nancy le duele repetir. La
secuestraron cuando el tren se detuvo en la comunidad de Las Anonas, un
pequeño poblado del municipio de San Pedro Tapanatepec, Oaxaca, lugar
que en los últimos tres años se ha convertido en el azote de los
caminantes centroamericanos.
En esa zona de la ruta de los migrantes, un grupo de hombres armados
que se hacen llamar Los Zetitas, a quienes supuestamente el cártel de
Los Zetas les cobra una cuota por operar en la región, asaltan, violan
y matan a los indocumentados que viajan amarrados al lomo de los
vagones del tren con la esperanza de dejar atrás la pobreza y llegar al
norte. Autoridades, maquinistas y hasta algunos lugareños se aprovechan
de la vulnerabilidad de los centroamericanos, “les sacan lo poco que
traen de su país”, denuncia Alejandro Solalinde, coordinador diocesano
de la Pastoral de Movilidad Humana en el sur.
La desdicha de Nancy empezó en la estación Las Anonas de la empresa
ferrocarrilera Chiapas-Mayab. “La bajaron del tren junto con otras
personas, pero a ella la apartaron inmediatamente del grupo y la
subieron a una camioneta”, comenta Rafael, vía telefónica, desde
Estados Unidos. De sólo recordar se le quiebra la voz. Le duele saber
que su hermana fue obligada, a golpes y bajo amenazas de muerte, a
realizar un video pornográfico. “Varios hombres la violaron durante la
filmación”.
En una breve conversación dice que los secuestradores le prometieron
a ella que la iban a dejar ir después de ese “trabajito”, pero no fue
así, “después del primer video, siguió otro y otro”. Días después, no
sabe cuántos, se la llevaron a Tijuana, Baja California.
En un burdel de la frontera norte de México, Nancy, con sus escasos
20 años, fue presentada como la “novedad de un table dance”. La
obligaron a prostituirse hasta que completara “una cuota”, que los
mismos captores le impusieron. Dos meses y medio después de que la
bajaron del tren le sacaron a golpes el número de teléfono de sus
familiares.
Rafael recibió la llamada y accedió a todo lo que le pidieron. Sin
dar detalles, dice que pagó a un pollero, designado por ellos mismos,
para que trasladara a su hermana a Estados Unidos, además depositó una
fuerte cantidad de dólares como “rescate” para que se la entregaran, no
sin antes advertirle que denunciar sería su sentencia de muerte.
Anónimas e invisibles
La historia de Nancy se suma a la de más de 20 mil mujeres
centroamericanas que actualmente son prostituidas en burdeles, casas
clandestinas y bares del sur-sureste de México, dice la organización
Fin de la Prostitución Infantil, la Pornografía y el Tráfico de Niños
con Fines Sexuales (Ecpat, por sus siglas en inglés).
El istmo centroamericano es un corredor de trata de personas y los
países que lo integran se han convertido en puntos de origen, tránsito
y destino de víctimas de este delito, advierte el organismo.
Mujeres y niñas son traídas con engaños a México desde Guatemala,
Honduras y El Salvador. Las venden en bares por no más de 40 dólares,
son retenidas, en contra de su voluntad, en una situación de esclavitud
y obligadas a cubrir sus gastos de alojamiento, alimentación y a
consumir drogas, señala el Informe Global de las Acciones en Contra de
la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes de
Ecpat.
Los dueños de muchos de esos bares son políticos locales, banqueros
y personas con poder económico que actúan desde la sombra y obtienen
importantes ingresos. La alerta es que los tratantes reclutan a mujeres
cada vez más jóvenes, casi niñas, detalla el reporte.
El alto costo de “fichar”
Gaby tiene cuatro meses de haber llegado a Tapachula, pero no la
conoce. Ha estado encerrada en la parte de atrás del burdel llamado Las
Vegas, “me dicen que no me salga porque me agarran los de migración y
me echan pa’ Guatemala. ¡Ya no quiero regresar a la pobreza de mi
país!”, afirma desconsolada.
La zona de tolerancia de Tapachula, conocida como Las Huacas, es el mundo de Gaby.
Ahí come, duerme, cuida a su hija de año y medio y trabaja de
“meretriz”, como ella misma se describe. Sus 16 años la han convertido
en la “favorita del lugar”. Dice que los clientes la prefieren porque
está joven.
Las luces de neón moradas del lugar iluminan su cara. Está triste y
cansada. “No he dormido bien, entre los clientes y la niña se me van
las noches sin pegar el ojo”. Reniega de lo que hace. No le gusta que
los borrachos toquen su cuerpo, pero “no me queda de otra”, se queja.
La amiga que la invitó a trabajar en el antro Las Vegas se fue y no ha
regresado por ella para irse juntas a Estados Unidos, como prometió. “A
veces me desespero del encierro y pienso que ya se fue pa’l norte y se
olvidó de mí”.
La llaman de una mesa y tiene que cortar la conversación. Se sienta
junto a dos hombres. Le hace señas al mesero con el dedo meñique de su
mano derecha. Es el código de que empieza a fichar. Por cada cerveza
que logra que los clientes le inviten, ella se gana 15 pesos, aunque
ellos pagan 95. “Ocuparme o bailar con los hombres me deja un poco más,
aunque sea para la leche de la niña.”
Por una estrategia del gobierno municipal de Tapachula, Las Huacas
se encuentran fuera de la ciudad. Nadie ve ni oye lo que pasa en ese
lugar donde decenas de mujeres centroamericanas ejercen la prostitución
sin ningún control migratorio. La dueña de uno de los burdeles de la
zona dice molesta: “Allá ustedes si denuncian que las muchachas están
aquí de ilegales, les van a quitar su único sustento. Las van a
condenar a morirse de hambre”.
Los tres elementos que caracterizan a la trata de personas,
reclutamiento, control y explotación se presentan en el caso de las
trabajadoras sexuales, meseras y ficheras de los tugurios de Tapachula,
dice Rodolfo Casillas, profesor e investigador de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
La mayoría de las mujeres se enteran que van a laborar como meseras,
ficheras o trabajadoras sexuales hasta que ya están en los centros de
prostitución, supuestas amigas o enganchadores les mienten
asegurándoles que con esa actividad van a poder juntar más rápido el
dinero que necesitan para llegar a EU, refiere Casillas en el informe
Trata de mujeres, adolescentes, niñas y niños en México. Un estudio
exploratorio de la situación de Tapachula, Chiapas.
La ruta del crimen
Las redes de traficantes de mujeres emplean a México como puente o
destino para trasladar hacia Estados Unidos y Canadá a adolescentes que
son vendidas y explotadas sexualmente, según el Informe Mundial contra
la Trata de Personas 2009, de la Oficina de Naciones Unidas contra la
Droga y el Delito (ONUDD).
Este ilícito se ha convertido en “una actividad de la delincuencia
organizada transnacional muy lucrativa, asociándose y/o compitiendo con
el tráfico de drogas y de armas”, considera el organismo internacional.
“Los flujos migratorios han crecido en magnitud y complejidad. Las
autoridades le restaron importancia al fenómeno y la delincuencia se
aprovechó de eso para convertirlo en su agenda. Se calcula que las
redes criminales obtienen cerca de 50 millones de dólares por año de
los ilícitos que cometen contra este grupo vulnerable”, opina Mauricio
Farah, quien encabezó hasta septiembre pasado la Quinta Visitaduría de
la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Como experto en el tema, Farah explica que las bandas de tratantes
suelen ser transnacionales, pues les interesa alejar a las víctimas de
sus lugares de origen.
El traslado de las personas sometidas a esta forma de esclavitud
permite a los delincuentes la segmentación de sus actividades, desde el
reclutamiento hasta el traslado y la explotación, incluso para la
reubicación periódica de las víctimas. “Es tan grave lo que está
pasando, por la falta de actuación de las autoridades, que es incierto
el número de migrantes que están desaparecidos nutriendo las redes de
trata.”
La Barra de Abogados de Estados Unidos presentó este año un informe
sobre la situación de México, en el que advierte de la presencia de 47
grupos de delincuencia organizada dedicados a la explotación sexual y
laboral.
Éstos operan sobre todo en el Distrito Federal y en 17 entidades de
la República, como Baja California, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo,
Chiapas, Chihuahua, Tlaxcala, Tamaulipas y Jalisco, las cuatro primeras
consideradas como de “turismo sexual” por ser lugares con destino de
playa, detalla el reporte.
Condenada al recuerdo
Nancy ya no llora, pero pasa muchas horas sin pronunciar palabra.
Pagó un costo muy alto para llegar a su destino. Su hermano Rafael
piensa que si un día puede ir a Guatemala, lo hará por avión para no
volver a tocar tierra mexicana.
Teme que los delincuentes cumplan su palabra y los maten. Nunca van
a denunciar, porque dudan que las autoridades hagan algo para acabar
con las violaciones, secuestros y asesinatos de mujeres
centroamericanas.