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Estudiantes eternos de beca en beca

CINTHYA SÁNCHEZ| El Universal
Miércoles 29 de agosto de 2007
Pasan de alumnos a docentes 85% de quienes reciben remuneración por hacer del estudio su forma de vida. En México se otorgan con base en méritos o necesidad

El cerrado mercado laboral del país hace que las becas sean una opción de sobrevivencia para los egresados de carreras universitarias que se convierten en los eternos estudiantes. Los de calificación perfecta, desde la primaria hasta el doctorado. Para ellos estudiar es un trabajo. Decidieron nunca abandonar la universidad, incluso 85% de ellos al concluir sus estudios pasan de alumnos a docentes y de docentes a investigadores.

Las becas son una opción de trabajo remunerado para los jóvenes que decidieron no salir nunca de la escuela, pero tampoco eligieron el camino fácil, pues la mayoría optaron por hacerse expertos en áreas en las que el empleo es escaso en el país: las artes o la investigación científica y social.

En México hay dos tipos de becas, por mérito o por necesidad, pero incluso en esta última nadie se salva de cumplir con una currícula envidiable. Así que cualquiera que sea la intención de un estudiante que quiere una beca debe cumplir con todos los requisitos y obtenerla no es sencillo, pues por cada beca que ganan hay dos que les fueron rechazadas.

“No son vacaciones”

“Estar becado no es estar de vacaciones, como muchos piensan”, dice Cristina Rascón una sonorense de 31 años que vive en Viena y trabaja ocasionalmente para la ONU, además de escribir sus propios proyectos. Ha obtenido 10 becas en toda su vida, las cuales la llevaron de Sonora a Monterrey y de ahí a Japón.

Cristina explica por qué ha vivido de las becas: “cuando tienes pasión por algo y no hay empleos exactamente de eso, uno opta por tener becas, son como un contrato de trabajo y a veces hasta ganas menos becado que con un empleo fijo, pero tienes la satisfacción de avanzar en tu propio camino, como artista o investigador, en el mejor de los casos esas becas después retribuyen a la sociedad su inversión”.

Un becado por la Unidad de Postgrado de la UNAM en maestría percibe alrededor de 7 mil pesos mensuales y en doctorado 9 mil pesos, solamente pueden realizar 4 horas remuneradas en la docencia o investigación.

El Conacyt da 6 mil 800 pesos a los becarios nacionales en maestría y en el doctorado 9 mil 100 pesos mensuales si estudian dentro del país, para los que van al extranjero la beca es de mil dólares mensuales o lo equivalente, según el país, aunque sólo pueden trabajar hasta ocho horas pagadas como asistentes de profesor.

México produce mil 500 doctores al año, según Luis Gil, director de formación de científicos y tecnólogos de Conacyt.

“Para ellos hay 3 mil plazas de profesores en las universidades de los estados de la República como parte del Programa de Mejoramiento de Profesorado de la Secretaría de Educación Pública; sin embargo, muchos de los doctores no encuentran empleo porque quieren trabajar en la ciudad de México y las plazas aquí ya están ocupadas”, dice.

Según Luis Gil, un doctor percibe en una universidad entre 30 mil y 50 mil pesos mensuales. “Así que vale la pena estudiar más de 25 años, pues esos sueldos en un país como México no los percibe cualquiera”, dice.

Asegura que aquellos que cuentan con maestría tienen un salario de 30% más respecto a quienes solamente tienen licenciatura y 50% más cuando concluyen el doctorado.

Luis Felipe Lomelí, de Guadalajara, tiene 33 años y ha estado becado desde la primaria hasta el doctorado. Sólo ha tenido un empleo formal en tres años como docente; los otros 30 se ha dedicado a dos cosas: leer y escribir. Ahora estudia un doctorado en Ciencia y Cultura en Madrid. Hizo la licenciatura en el Tecnológico de Monterrey en Ingeniería física, una maestría en La Paz, Baja California y dice que de no ser por las becas nunca hubiera tenido la posibilidad de estudiar y que seguramente no hubiera llegado ni a la secundaria.

Desea regresar a México y convertirse en investigador de alguna institución educativa. “Ya después de que mantuvieron tantos años pienso retribuir a mi país.” Él siempre supo que estudiaría 28 años seguidos lo que no sabía es que iba a ser gratis.

Cristina Rascón confiesa que sus becas empezaron a los 18 años cuando entró a estudiar economía al Tecnológico de Monterrey. Al concluir su licenciatura, decidió seguir preparándose en Japón en una maestría en política pública comparada.

Luego, por su afición a la literatura, buscó apoyos en ese ámbito y en 2005 se ganó dos becas de literatura y en 2006 tuvo otra en Tijuana. Ahora trabaja como consultora independiente en Naciones Unidas, en Viena, y como traductora. Sin embargo, confiesa que cuando acabó la maestría dejó de percibir un ingreso fijo.

Ha aplicado para 30 becas y ha recibido 10, entre académicas y literarias. Luis por cada beca otorgada ha sido rechazado en tres. Ambos coinciden en que tiene su grado de dificultad, pues hay que tener el currículo adecuado y demostrar que sus proyectos servirán de algo, además de que deben demostrar que tienen la experiencia en el área de estudio.

Al año, la UNAM recibe 900 solicitudes de beca y el Conacyt 8 mil. Los jóvenes que quieren vivir como Cristina y Luis Felipe tienen un perfil común: son de excelencia académica y son menores de 35 años.

José Luis Palacio, director general de la unidad de postrado explica que la UNAM realiza dos convocatorias anuales, una por semestre. “Otorgamos 700 becas anuales para maestría y doctorado”, dice.

Las becas por desesperación se dan poco. Tanto la UNAM como el Conacyt saben que hay jóvenes que buscan una como salida al desempleo, sin embargo, ambos tienen filtros para que esto ocurra cada vez menos. Este año 19 mil 390 estudiantes jóvenes en México y casi 30 mil en el extranjero están viviendo literalmente de sus becas.



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