Un oasis cultural en Iztapalapa
COMUNIDAD. Vecinos de la Unidad Habitacional se reúnen en las instalaciones del Centro Cultural . (Foto: ALMA RODRÍGUEZ EL UNIVERSAL )
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
En el corazón de una de las siete supermanzanas que conforman la Unidad Habitacional Vicente Guerrero -por muchos años la más grande de América Latina-, en la delegación Iztapalapa, territorio que es considerado una de las zonas con alto índice de inseguridad, se encuentra el Centro Cultural Iztapalapa, justo en lo que fue el Cine Vicente Guerrero, una de las últimas salas cinematográficas de barrio que se conservan en la ciudad.
Ese espacio que imparte talleres de danza folklórica, música, cartonería, ballet, de lectura y que cuenta con un cineclub al que acuden más de 600 personas, en promedio, cada mes para disfrutar de actividades de manera gratuita, es ante todo un espacio con historia, pues no sólo vivió una etapa como cine -de 1978 a 1992-, sino que durante ocho años estuvo en el abandono y fue territorio de la delincuencia, hasta que en septiembre de 1999 lo recuperó la comunidad y bajo administración delegacional es entro cultural.
Al Centro Cultural Iztapalapa todo mundo lo conoce, es un espacio de tránsito; decenas de personas lo atraviesan cada día, es el cruce de dos supermanzanas y además colinda con la Alberca Olímpica que es al mismo tiempo la Escuela de Formación Deportiva Salvador Allende.
Con todo y que acuden niños, jóvenes y adultos a encontrarse con la cultura, el espacio no tiene las mejores condiciones, presenta problemas de humedad y filtraciones y con cada lluvia se va la luz y fluye el agua. Se trata de un centro cultural que algunos consideran un elefante blanco que exige recursos pero no los genera; y es verdad, no es autofinanciable porque todas las actividades son gratuitas; sin embargo, se trata de un oasis cultural único en esa zona del oriente de la ciudad.
Ese recinto de grandes dimensiones que reabrió sus puertas el 1 de septiembre de 1999, que cuenta con salas de exposiciones, auditorio, ludoteca, un foro para 800 personas, un lobby con dos alas, un libro club y una explanada para eventos masivos para mil 500 personas aproximadamente, tiene problemas, no cuenta con la infraestructura básica, no hay teléfono ni computadoras, y más que en aulas, los talleres se imparten en los pasillos de acceso al auditorio.
Rocío González de Arce Arzave, coordinadora del cineclub Circulokiné -que en septiembre cumplirá dos años de hacer proyecciones y cine-debate-, asegura que las personas que llegaron a vivir a la Unidad Habitacional venían de la zona céntrica, gente que venía de vecindades y que fueron desplazados cuando en la ciudad se comenzaron a hacer los ejes viales. "El cine, construido en 1978, seis años después de que se inauguró la unidad, fue desde siempre un punto de encuentro, de reunión de la comunidad, pero como 14 años después le pasó lo que a muchísimas grandes zonas de la ciudad, sufrió los embates de muchas cosas, la crisis en las salas cinematográficas, la crisis del cine nacional con las sexy comedias, las películas de ficheras, se dio el deterioro de las salas y la gente se alejó".
Marco Trilla Rejón, coordinador del Centro Cultural Iztapalapa, un chico de 20 años que está a la espera de estudiar Ciencias Políticas en Ciudad Universitaria de la UNAM, reconoce que ganar el espacio no ha sido fácil, pero ahí van poco a poco y ahora las estadísticas muestran que unas 300 personas, en promedio, visitan cada semana el centro para disfrutar las actividades gratuitas que manda la delegación para beneficio de la comunidad Vicente Guerrero.
"Es un espacio cultural que depende de la Coordinación de Cultural que está a cargo de Desarrollo Delegacional, ellos se encargan de mandar actividades, de toda clase de talleres artesanales, tenemos alrededor de 12 actividades, de lunes a domingo. Ahorita se ha levantado mucho el espacio que estaba muy abandonado, cuando yo entré, toda la explanada estaba llena de hierba, las banditas de por aquí se sentaban a drogarse, lo que hemos hecho es rescatar y hablar con los chavos, metemos algún tipo de actividades donde ellos nos pueden ayudar, como grafiti o hip hop, así lo levantamos", dice Trilla.
Tributo a Salvador Allende
El Centro Cultural Iztapalapa se localiza en una unidad habitacional con una rica historia, fue inaugurada en 1972 por el presidente de Chile, Salvador Allende, y el presidente de México, Luis Echeverría; fue un proyecto habitacional único en su tipo que alentaba la convivencia social, un conjunto que incluía escuelas, clínicas, centros deportivos y comerciales. Una unidad que incluso tuvo, en la primaria Copiapó, el último mural de David Alfaro Siqueiros, que ya muy enfermo de cáncer y en 24 horas pintó un mural de 2.74 x 1.95 metros que, dicen, luego fue removido y sólo se quedó una reproducción.
Fernando Morales Martínez, quien es laboratorista, profesor de inglés y usuario del recinto, recuerda los primeros años de la unidad habitacional, cuando llegó con su familia en 1972. "El patrón de casas en todas las calles es idéntico, era muy callado, yo recuerdo que volteaba y miraba los cerros de Volcán de Guadalupe, Santa Catarina, de aquel lado de Ermita Iztapalapa, pero un día desaparecieron porque al paso de los años la gente fue construyendo sus casas, las fue ampliando; hay quienes construyeron sobre lo construido, hay quienes tumbaron toda la casa y la reconstruyeron; en los 80 fueron cerrando los espacios comunes y los jardines, la gente empezó a bardear sus propiedades y se perdió la arquitectura".
Si antes un administrador cuidaba que se respetarán los planos, la línea arquitectónica de casas en forma de U con jardines y alrededor de las supermanzanas, estaban los edificios departamentales, pero también mantenían la seguridad en los espacios destinados al comercio y la infraestructura educativa y de salud, en los 80 las cosas comenzaron a cambiar.
María Enriqueta Varela Gómez llegó a la Vicente Guerrero en 1972, cuando una que otra casa estaba habitada; ella, quien resguarda una nota periodística de cuando Salvador Allende inauguró la unidad y es usuaria y parte de la comunidad de cinéfilos de Circulokiné, dice: "Cuando recién se inauguró el cine fue una cosa muy linda, era una gran sala con muchas butacas, la pantalla era muy grande y había muy buen servicio, pero con el paso del tiempo se fue deteriorando; no sé si era la delegación o la administración, pero había quien hiciera cumplir las leyes, antes no se podían modificar las casas o había que hacerlo al estilo de la arquitectura original".
Rocío González de Arce ha ayudado en la recuperación del espíritu del espacio, cada sábado a las 17 horas proyecta una película y luego incita al debate. "Es un sueño hecho realidad venir a proyectar en un espacio como este, tener a oportunidad de darle una nueva vida cinematográfica a un lugar que tiene muchas otras actividades, pero que no tenía proyecciones". Ella es la realizadora del documental Permanencia voluntaria, que cuenta la historia del cine y de la unidad.
Ella ha contagiado a mucha gente que se reúne sábado a sábado, ahí siempre están las hermanas María José y Fernanda Orozco Varela y la pequeña Miztli Bobadilla Montero, una niña de nueve años muy vivaracha que está pendiente de cada película que proyectan y participa. Espera con ansía el día de mañana porque van a pasar El pequeño Cepillín.