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¿Qué sería de nuestra vida diaria sin la Estadística?

Manuel Mendoza R.| El Universal
10:24México, DF | Sábado 15 de junio de 2013
Los estadísticos profesionales, que en México aún son muy pocos, se han ido sumado a la celebración internacional del Año de la Estadística

Tere tiene 10 años y se encuentra en la cocina; sabe que no debe acercarse a las hornillas de la estufa porque si entra en contacto con el fuego pagará el atrevimiento con dolor. Se lo han dicho sus padres muchísimas veces, como se ha transmitido desde hace miles de años desde que el hombre empezó a utilizar el fuego.

Nuestros antepasados prehistóricos lo aprendieron de la observación repetida del mismo fenómeno: metes la mano al fuego y te quemas. De esa manera adquirieron gran parte de su conocimiento; en todos los casos el mecanismo es igual: observar cómo una causa conduce siempre al mismo efecto; se establece así una relación causal y de esta forma, una pieza de conocimiento.

La acumulación de este conocimiento fue vital para la supervivencia del hombre primitivo y fue hasta mucho después que se formularon paulatinamente teorías y modelos para describir estas relaciones causales a través de lo que hoy llamamos Ciencia.

La verdad es que existe otra, abundantísima, variedad de fenómenos cuyos resultados no son siempre los mismos: nuestros ancestros se dieron cuenta que la temporada de lluvias no siempre tenía la misma intensidad, que no siempre ganaban las batallas y que los heridos no siempre sobrevivían. Constataron que, para ciertos fenómenos, una misma causa puede producir efectos diferentes y reconocieron así la variabilidad y la incertidumbre.

Otro asunto es la forma en la que los seres humanos enfrentaban la variabilidad. Por ejemplo, los habitantes prehispánicos de Mesoamérica rendían culto a Tláloc para que les concediera lluvias suficientes pero no excesivas mientras que los egipcios oraban al dios de la medicina, Dyehuty, para que sus enfermos se recuperasen.

En la actualidad, contamos con otros recursos; una alternativa muy común es, de nuevo, la Ciencia, ahora a través de la Estadística; la disciplina científica cuyo propósito es describir fenómenos que se manifiestan a través de datos que presentan variabilidad.

Pero no es necesario ser científico o consultar a un científico para estar en contacto -prácticamente permanente- con los estudios estadísticos. Si el lector ha recibido alguna vacuna, o cualquier medicina, debe saber que la dosis administrada se determinó reconociendo que hay variabilidad en la respuesta de las distintas personas al medicamento y estudiando la forma en que esa variabilidad cambia a medida que se modifica la dosis.

Todos los aparatos mecánicos, eléctricos o electrónicos producidos comercialmente incluyen una garantía contra fallos, ¿cómo se decide su duración? Seguramente imaginará la respuesta: a través de experimentos sobre la variabilidad de la vida útil de estos artefactos.

La Estadística es una disciplina omnipresente que está en el botiquín, la cocina, el automóvil, la escuela, el trabajo y la cartera, para empezar. Sin embargo, de su mayor portento no hemos mencionado una sola palabra. Resulta que la descripción de la variabilidad que lleva a efecto la Estadística se produce, en la gran mayoría de los casos, observando solamente una pequeña fracción de los datos del fenómeno de interés, una muestra.

Un ensayo farmacológico de dosimetría recurre a algunos cientos de pacientes, pero sus resultados se aplican a nivel nacional e incluso internacional. Una encuesta de preferencias electorales obtiene información de apenas dos o tres mil votantes y con ello describe el resultado de una votación de 40 o 50 millones de ciudadanos.

Ese proceso de inferencia lo realiza la Estadística, valiéndose de una importantísima aliada, la Probabilidad. Las muestras se obtienen mediante mecanismos aleatorios, por sorteo, y los resultados, que necesariamente involucran un mayor o menor grado de incertidumbre, también se reportan en términos de probabilidades.

Así, a partir de análisis estadístico, se puede evaluar una enorme variedad de circunstancias, utilizando la fórmula P (A | B), o sea la probabilidad de que ocurra el evento A puesto que se conoce la información B. ¿Cuál es la probabilidad de que un conductor tenga un accidente automovilístico durante el próximo semestre dado que es varón con 26 años? ¿Cuál es la probabilidad de que un candidato gane la elección si en una muestra recibió el apoyo del 40% de los electores?

Entre la multitud de instituciones mexicanas, públicas y privadas, que encuentran en la Estadística una herramienta importante para desarrollar sus funciones, está el Instituto Federal Electoral. Entre otros estudios, desde 1994 el IFE recurre a un Comité Técnico formado por estadísticos profesionales para que diseñe y opere un sistema de Conteo Rápido en las elecciones presidenciales.

El año pasado, ese estudio utilizó una muestra de aproximadamente 7500 casillas para describir, apenas unas horas después de cerrada la votación, los resultados que se habrían de obtener en el total de 143,000 casillas instaladas en todo el país; se estimó el resultado final con un estudio del 5% de las casillas.

A las 22:30, el IFE anunció las estimaciones de su Conteo Rápido que, en ningún caso, difirieron en más de dos décimas de punto porcentual respecto a la votación final computada una semana después.

Esa aplicación de métodos estadísticos fue de conocimiento público e inmediato a través de los medios masivos de comunicación, por su impacto social, pero la verdadera importancia de la Estadística radica en el hecho de que forma parte, casi siempre de manera silenciosa, de nuestra vida diaria y muchas decisiones que nos afectan directa e ineludiblemente, sólo son posibles a partir del análisis estadístico de distintas fuentes de información.

Por esta razón los estadísticos profesionales, que en México aún somos muy pocos pero vamos siendo más, nos hemos sumado con especial entusiasmo a la celebración internacional del Año de la Estadística (http://www.statistics2013.org/). En todo caso, nuestra disciplina llegó para quedarse y de hecho, parafraseando a Mario Vargas Llosa, podríamos decir que: La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar.

 

rad 



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