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Con el pedal hasta el fondo

Óscar Balderas| El Universal
00:05Lunes 11 de febrero de 2013

En el entorno de los "arrancones", tienen palabras que sólo ellos entienden, organización, reglas y organigramas que les permiten correr pese a los operativos o sobornando policías Alma Rodríguez /EL UNIVERSAL

La mayoría opera en internet a través de grupos de Facebook o en conversaciones colectivas por teléfonos inteligentes a las cuales sólo se accede con invitación, que se gana por fama de buen corredor o por un contacto en la organización Alma Rodríguez /EL UNIVERSAL

El domingo 3 de febrero, a las 23:45 horas, llega un primer grupo al cruce de Obrero Mundial y Avenida Cuauhtémoc, delegación Benito Juárez, donde esperan pacientemente Alma Rodríguez /EL UNIVERSAL

Entonces inicia el trabajo de los "Campanas": cuatro personas que, en moto y divididos en dos equipos, recorren las calles cercanas para verificar que no haya operativo y se pueda desarrollar la carrera; si acaso hay una patrulla cerca, se le "tapiza", es decir, se le entrega dinero para que no se acerque a la ruta clandestina Alma Rodríguez /EL UNIVERSAL

Cinco minutos después, a las 23:50 horas, hay luz verde: "Campana arriba: Eje 4 y Cuauhtémoc. Tienen 15 minutos", suena una voz a través de un radio. "Órale… ¡saquen los tragos y el dinero! ¡Campana arriba!", grita el "Bueno" y los 38 autos rugen sus motores en señal de felicidad Alma Rodríguez /EL UNIVERSAL

Todos se trasladan hasta el Eje 4 y Cuauhtémoc y comienza la noche. En segundos preparan el "Pedal hasta el fondo", lo beben, negocian, corren y pagan o recolectan el dinero. Dura todo exactamente 17 minutos, suficientes para 12 carreras con sus respectivas apuestas Alma Rodríguez /EL UNIVERSAL

Si acaso hay una patrulla cerca de la ruta clandestina, se le entrega dinero para que no se acerque.

SOBORNO. Si acaso hay una patrulla cerca de la ruta clandestina, se le entrega dinero para que no se acerque. En la imagen, policías del sector Navarrete mantienen una actitud pasiva . (Foto: ALMA RODRÍGUEZ EL UNIVERSAL )

Jóvenes alcoholizados y con armas, toman las calles, burlan a la autoridad, arriesgan su vida y la de otros

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Le dicen "El pedal hasta el fondo" y nadie sabe con seguridad quién o dónde se inventó -ni siquiera si esa es la receta original-, pero la mayoría lo prepara dentro de un vaso de plástico, al que se le vierte tequila, whisky, vodka, cerveza y, antes de que sea tomado de golpe, se le espolvorea cocaína.

Lo primero que viene es una sensación de euforia; luego, un ligero adormecimiento en la lengua y, enseguida, una taquicardia que le indica a Noé, de 18 años, que es buen momento para subirse a un auto, empujar el acelerador hasta el fondo y aguantar con el freno de mano puesto hasta que otro competidor acepte una carrera en el circuito clandestino de arrancones de Avenida Aztecas en la delegación Coyoacán.

"¿Quién se va a rifar, cabrones?", desafía el estudiante de preparatoria desde dentro del coche compacto de su papá. Inmediatamente, se acerca otro joven con un auto similar y arreglan la apuesta: 3 mil pesos para el primero que a esa hora, 23:30 horas del viernes, en plena zona habitacional y aún con tránsito, llegue al tercer semáforo, aunque se pasen las luces en rojo.
"Hecho", dice Noé. Sonríe con la mirada perdida y para darse valor enciende el radio a todo volumen para que suene la banda "Los Recoditos" con el coro "Ando bien pedo / bien loco".

Ambos entregan el dinero al "Bueno", que en los arrancones clandestinos es una especie de árbitro, quien debe marcar una línea imaginaria en el pavimento, pedir a los conductores poner sus coches detrás de la línea de meta y en paralelo, contar del 3 al 0 y dar la señal para arrancar: bajar ambos brazos.

Y los dos competidores, drogados, le pasan zumbando a unos centímetros para perderse en la avenida por esos 3 mil pesos. Desde el trago hasta que llegan a la meta, no han pasado ni 45 segundos. Y ya está listo otro par de conductores para seguirlos.

Lenguaje con código

En el entorno de los "arrancones", el mundo es uno y ellos están en otro. Tienen palabras que sólo ellos entienden, organización, reglas y organigramas que les permiten correr pese a los operativos o sobornando policías.

La mayoría opera en internet a través de grupos de Facebook como "Street Racing Coyoacán", "BJ Fast and F" o en conversaciones colectivas por teléfonos inteligentes a las cuales sólo se accede con invitación, que se gana por fama de buen corredor o por un contacto en la organización.

El domingo 3 de febrero, a las 23:45 horas, llega un primer grupo al cruce de Obrero Mundial y Avenida Cuauhtémoc, delegación Benito Juárez, donde esperan pacientemente. Son corredores y espectadores que cuando son menos de 20 aguardan con discreción; cuando son más encienden el volumen de sus estéreos al tope, abren el cofre de sus autos para mostrar los motores y beben en la calle hasta que la carrera se aliste, ante la actitud pasiva de policías del sector Narvarte.

Entonces inicia el trabajo de los "Campanas": cuatro personas que, en moto y divididos en dos equipos, recorren las calles cercanas para verificar que no haya operativo y se pueda desarrollar la carrera; si acaso hay una patrulla cerca, se le "tapiza", es decir, se le entrega dinero para que no se acerque a la ruta clandestina. Cinco minutos después, a las 23:50 horas, hay luz verde: "Campana arriba: Eje 4 y Cuauhtémoc.

Tienen 15 minutos", suena una voz a través de un radio.

"Órale... ¡saquen los tragos y el dinero! ¡Campana arriba!", grita el "Bueno" y los 38 autos rugen sus motores en señal de felicidad.

Todos se trasladan hasta el Eje 4 -donde ya no hay carriles confinados de la Línea 3 del Metrobús- y comienza la noche. En segundos preparan el "Pedal hasta el fondo", lo beben, negocian, corren y pagan o recolectan el dinero. Dura todo exactamente 17 minutos, suficientes para 12 carreras con sus respectivas apuestas, antes de que una patrulla aparezca y todos corran.

En el grupo de Whatsapp "ARRA-BJ", con 28 participantes, un mensaje a las 00:28 horas del sábado da por terminada la velada: "Digan si estan vibos (sic), detenidos, muertos o mataron a alguien jajaja. Estuvo chido"

Cuentan con abogado y médico

En los grupos hay una jerarquía. Además del "Bueno" y los "Campanas", hay dos indispensables: un abogado y un médico. En los arrancones de Coyoacán, el abogado Johny se encarga de la defensa legal de los detenidos o de sacar los autos de los corralones; y Ricardo, paramédico y competidor, de sanar las lesiones de los heridos, aunque nada se pueda hacer con algunos, como el chico que en agosto de 2011 perdió el control de auto durante una carrera, se estrelló contra un poste de luz en la calle Rey Nezahualcóyotl, colonia Ajusco Coyoacán, y murió al instante por un traumatismo craneoencefálico.

O el padre de familia que salió en 2010 por su hijo a una fiesta y cuando cruzó la avenida en luz verde, un "corredor" lo embistió de lado y lo volteó; o aquella ocasión, hace cuatro años, que todos suspendieron las carreras por un mes porque un participante ebrio atropelló a una niña de 8 años que cruzaba la calle. Y a esa velocidad no hay paramédico que pueda salvar a alguien.

"Hay quienes nomás se patinan. Otros que les salió barato. Pero sí, hemos tenido compañeros muertos. Uno como sea le entra, pero luego hay gente que no está en la competencia y eso sí es muy triste", dice Ricardo, mientras sirve otro trago con cocaína para Noé, quien va por su segunda carrera, envalentonado por su primer triunfo.

"¿No es peligroso que manejes así?", pregunto y él, borracho, me abraza y dice con voz grave: "Sí, es peligroso, valedor... se me puede derramar mi trago".

Además, llevan "fierro"

Aquí las armas son un elemento natural de la noche: sirven a sus portadores para obligar a pagar la apuesta de una carrera perdida, que puede ir desde 500 hasta 100 mil pesos o las llaves y la factura endosada de un auto modificado que puede duplicar su costo de agencia.

"¿Traes fierro, compa? Lo vas a necesitar. Una vez un chavo se me quiso escapar. Lo perseguí por Tlalpan y le solté cuatro balazos ¡A huevo que le quité mi dinero y le deje todo baleado su coche!", cuenta Carlos, con un tono de orgullo.

Él -desempleado de 26 años y oriundo de la colonia Morelos- acostumbra atorar su fierro 9 milímetros en el cintillo del cinturón y cuando gana una carrera, se levanta la camisa y muestra la cacha como recordatorio del trato; en el bolsillo de los jeans guarda un sobre con 30 billetes de 500 pesos, su apuesta inicial para la primera carrera de su Neón Dodge modificado.

"¿En qué trabajas para tener tanto dinero en efectivo?", le pregunto a Carlos, quien lanza una mirada de ingenuidad y burla. No tiene que decir algo, pues sólo levanta la mano derecha y abre y cierra sus dedos. Se ríe a carcajadas. Comprendo: se dedica a robar.

Óscar, un ex agente de seguridad privada y encargado de organizar las carreras clandestinas en avenida Las Torres, Ecatepec, confirma por teléfono: "Los arrancones no son para jugar; hay cantidades fuertes de dinero. No es para niñas y menos para policías o reporteros. Les puede pasar algo". Cuelga su celular.

Cuando la campana cae

A punto de que Noé corra su segundo round, la radio grita "campana caída" y todos corren a sus autos para huir de la policía, pero antes de que salgan un nuevo aviso los pone en alerta: "Esta campana se cayó, pero se levantó en Avenida Santa Úrsula".

Los 43 coches enfilan rumbo a esa calle, apenas a un kilómetro de distancia, mientras celebran la burla a los policías de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, que sólo los miran pasar.

"¿Por qué no corren en el Autódromo Hermanos Rodríguez? Allá es legal, en diciembre la delegación firmó un convenio para que puedan hacerlo", les pregunto a Noé y sus amigos. Se ríen, me miran con condescendencia y vuelven a reír.

"Esto pierde lo divertido si se hace así, ¿para qué un autódromo? El chiste es la calle, el asfalto, los policías, ¿qué chiste tiene si no podemos ponerlos hasta la madre?", responde uno de sus amigos.

En Santa Úrsula, Noé toma su segundo trago. Está más mareado de lo normal y con la mirada vidriosa, acepta otra carrera, ahora por 6 mil pesos. Debe ser rápido: la "campana arriba" sólo dura 4 minutos, así que entrega el dinero, se sube al auto, acelera y se vuelve a perder en la noche, segundos antes de que la policía desbarate la carrera con sus sirenas.

Más tarde, en el grupo secreto de Whatsapp sus compañeros contarán que perdió, quiso negociar la apuesta y lo golpearon hasta el cansancio. Además, le rompieron el medallón al auto de su papá, por lo que ahora tiene una deuda de 10 mil pesos y, "lo peor", mala reputación en el circuito. "Pues ke morro, aquí se vive con el pedal hasta el fondo, ni modo...", responde uno. "Cuando nos volvemos a ver??".



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