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La ruta del agua que llega a la capital

Josué Huerta| El Universal
00:10Ciudad de México | Martes 19 de junio de 2012
La presa Colorines es una de las que alimenta al sistema Cutzamala. Est? en Rinc?n Vivero, municipio

ABASTO. La presa Colorines es una de las que alimenta al sistema Cutzamala. Está en Rincón Vivero, municipio mexiquense de Santo Tomás de los Plátanos. (Foto: RAÚL ESTRELLA / EL UNIVERSAL )

Presas que surten al DF se llenan en el camino de líquido contaminado; sistema Cutzamala está al 58% a causa de la falta de lluvias

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Antes de que el agua llegue a la regadera de su baño, al grifo de la cocina donde se lavan los trastos y a los guisos que deleitan a la familia, enfrentó malos tratos por millones de personas quienes la contaminaron con sangre y vísceras de animales, todo tipo de desechos orgánicos, agroquímicos y combustibles.

Desde la imponente y cada vez más vacía presa El Bosque, en Zitácuaro, Michoacán, hasta las presas Colorines, Valle de Bravo y Villa Victoria, en el Estado de México, EL UNIVERSAL siguió el trayecto del agua que se consume en la capital.

Se recopilaron los testimonios de personas que arrojan sus desechos en estos cuerpos de agua, a pesar de que saben que ésta llega al Distrito Federal y a los municipios conurbados. Historias de comunidades que en décadas no han tenido un sistema de drenaje y por ello vierten todo lo que no quieren a la presas.

Maquinaria que debería evitar que las aguas negras lleguen a las presas, pero que no siempre funciona como las de Valle de Bravo.

La Comisión Nacional del Agua (Conagua), a pesar de la contaminación de las fuentes del Sistema Cutzamala, logra que el agua sea apta para el consumo humano, cumpliendo así con la Norma Oficial Mexicana 127 ¿Pero no sería mejor evitar de facto que el agua sea alterada?

El director de Agua Potable, Drenaje y Saneamiento de la Comisión Nacional del Agua Valle de México, Antonio Gutiérrez Marcos, opina que sí. Acepta que a mayor contaminación se necesita más cloro, más floculantes, más carbón activado y, por supuesto, de mucho más dinero para su depuración.

¿Qué pasa si la gente sigue contaminando el agua? Se le pregunta a Gutiérrez Marcos. Él responde que lo que podría ocurrir es que un día sea imposible potabilizarla.

El crecimiento del Sistema Cutzamala, el cual capta y suministra a la ciudad de México el líquido que se consume en el Distrito Federal es sorprendente. Recopila el agua de siete presas, especialmente de tres: El Bosque, Valle de Bravo y Villa Victoria, que no sólo enfrentan contaminación sino también desecación por la falta de lluvias y la evaporación.

Un hombre pide cinco pesos a la orilla de la presa El Bosque para limpiar de basura el lugar. Un par de potros pastan en un espacio donde hasta hace seis años llegara el caudal.

Las risas de un niño y un campesino surgen cuando se les pregunta si saben hacia dónde va el agua que ellos y sus vecinos están contaminando con descargas negras.

Un alga, que proliferó en Valle de Bravo gracias a actividades humanas, es capaz de impregnar de olores desagradables al agua que se lleva al DF. Además ya genera pérdidas por tres millones de pesos cada fin de semana al sector turístico.

Después de leer lo que aquí le presentamos, el sonido del agua saliendo del grifo de su cocina podría tener un nuevo significado.

Margarita Martínez Rebollar es gerente del restaurante flotante La Balsa. Comenta que siempre han culpado a su establecimiento de verter aguas negras a la presa Valle de Bravo, pero no es así, pues asegura que el problema real son las aguas negras provenientes de casas y hoteles.

La Conagua indica que son 50 los desagües clandestinos a la presa.

 

La ruta para potabilizar el agua
Contaminantes en el Cutzamala
Antes de que llegue a los hogares del DF y zona conurbada, el líquido pasa por siete presas, donde hay problemas de asentamientos, descargas de aguas negras, de agroquímicos, de plantas de tratamiento que no operan adecuadamente, sin contar la sequía; el riesgo a futuro es que no se pueda "purificar", advierten


Antes de que continúe leyendo le sugerimos que vaya a la llave más próxima y llene con agua un vaso; ahora le contaremos la historia del líquido que tiene en sus manos, de lo mal que la gente se portó con él en su travesía que empieza en Michoacán y continúa por el Estado de México para al final llegar a los consumidores del DF y municipios conurbados.

El recorrido inicia en la presa El Bosque, en Zitácuaro, Michocán. Dos hombres que rozan los 70 años, una mujer joven y una niña llegan temprano para enterrar en la orilla, casi árida, el tubo de una sombrilla de playa y disfrutar así el clima dominical justo a un costado de un río oloroso de color café verdoso, que desemboca en la presa, donde flotan botellas de pet y uno que otro cacharro viejo que baja de varias zonas del municipio.

Podría decirse que para muchos la contaminación de este sitio carecería de importancia, total que no es más que un mal oliente cuerpo de agua más de los muchos que hay en el país, pero no, porque El Bosque forma parte de las tres presas más importantes que suministran a la ciudad de México, de un total de siete.

La familia está maravillada por el esplendor del paisaje de esta presa creada entre 1951 y 54 por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y no están equivocados el paisaje cautiva. Herman Mellvile comentaba en Moby Dick que cualquier joven saludable busca la cercanía con cualquier remanso de agua para ser feliz, sólo así podría entenderse que esta familia olvide.

La contaminación y la baja en el nivel de la presa han hecho que pescadores como Pedro Mariano cambiaran las redes por la agricultura o la ganadería, por eso se ven tiendas de forrajes y pesticidas a la orilla, sobre la carretera; por eso un anciano que no puede hablar usa un letrero en el hombro izquierdo en el que pide dinero para quitar la basura del agua.

Colorines: descargas de aguas negras

De El Bosque el agua es llevada a la presa reguladora Colorines, donde la población no es más cordial con ella. Colorines está dentro del poblado Rincón Vivero, del municipio mexiquense de Santo Tomás de los Plátanos.

Desde hace 15 años hay en el lugar una máquina abandonada de extracción de lirio y basura. El agua ya no suele almacenarse aquí como antes, muchos le echan la culpa a la falta de lluvia, pero también a la tala clandestina de sus cerros, madera verde, jugosa de agua, como dicen los pobladores, que bajan en camionetas y en burros casi todas las semanas.

De forma espontánea, Samuel, un joven habitante de Rincón Vivero que tiene 17 años, se convierte en guía. Entrelaza los dedos de sus manos a los alambres de una malla ciclónica que divide al pueblo de la presa, y cuenta de las descargas residuales que aquí se vierten, procedentes de las 800 viviendas del poblado, incluida la suya.

Cuando se le pregunta si sabe hacia dónde va el agua, responde que sí, con una sonrisa apunto de desbordarse, en una carcajada contesta: "va para el DF".

En su colonia, Rincón Vivero, el ayuntamiento ha invertido dos veces en la construcción de un drenaje y colectores (actualmente construyen el tercer intento); ambos fracasaron porque no fue contemplado el desnivel del terreno. Fue así como a la primera lluvia los desechos empezaron a brotar de las coladeras, como en una nauseabunda fuente. Así que, como dice Samuel, no hubo de otra, los desechos fueron de vuelta a la presa.

Pesticidas, en Ixtapan del Oro

A la mitad del canal, por el que viaja el agua de El Bosque a Colorines, se suma el líquido de un colector llamado Ixtapan del Oro, ubicado en el municipio del mismo nombre, que a su vez recibe agua de diversos afluentes, entre ellos la ramificación del río Salto de Chihuahua.

En este sitio se asienta el pueblo de Las Salinas, en donde la mayoría de los habitantes se dedican a la agricultura. Labrando su terreno está Paco Flores, quien al igual que decenas de sus vecinos utiliza, para aniquilar a las hierbas que asechan a su producción de maíz, pesticidas como Yerbamina, Gramocil y Gramoxone, los cuales, una vez aplicados en la tierra, bajan al río con ayuda de la lluvia y así hasta el colector Ixtapan del Oro.

Lamentablemente no son los únicos agroquímicos que usan a la orilla del riachuelo, también se emplean otros como Tamaron 600, Folidol y Foley Rey, para acabar con la maleza que ronda a la calabaza, la cual se cultiva en este pueblo en cantidades generosas.

A Paco, un hombre flaco de brazos tostados, le falta los dos dientes frontales, se le pregunta si sabe hacia dónde va el agua de la planta, contesta que sí: "va para la ciudad de México", la risa que le genera su respuesta hace que sus encías vacías se noten más.

Toda el agua que se va para México es una porquería, considera, por la sangre y vísceras que se echan al río, las cuales vierten los productores de barbacoa, por las cientos de casas de San Miguel Arcángel, San Martín Ocoxochitepec y la cabecera municipal que descargan sus aguas negras aquí.

Paco Flores toma su machete y asesta cinco cortes en contra de la maleza que está a la orilla del arroyo, el cual lleva agua hacia el colector Ixtapan del Oro, así es como nos muestra la tubería donde bajan los desechos de cientos de sus vecinos. Ninguno de ellos bebe agua del río, saben lo contaminada que está, van a su propio manantial al que llaman "La Huerta".

El ayuntamiento de Ixtapan empezó hace tres meses con la construcción de una planta tratadora, la cual recibiría todas las descargas de aguas negras de los pueblos San Miguel Arcángel, San Martin Ocoxochitepec y Las Salinas para devolverá al río en mejores condiciones y así llegar al colector Ixtapan del Oro, pero las obras parecen abandonadas, sin trabajadores, inundándose.

Algas en Valle de Bravo

El camino por carretera de Ixtapan del Oro a Valle de Bravo es sinuoso, se llega por un tramo de terreno árido, árboles secos y caminos en reparación en caída libre al precipicio.

Dos horas después se llega a la presa Valle de Bravo, una de las tres más importantes para que en la capital haya agua. En el lugar se estableció una veda para la navegación de embarcaciones de combustión interna, la primera de este tipo en la historia; lanchas y motos acuáticas están prohibidas y únicamente se les permite el acceso a los propietarios de botes de vela y remo.

¿Por qué la restricción? La proliferación del alga cianofita, que con la ruptura de sus células empezó con la liberación de toxinas que produjeron un mal olor al agua que llegó al DF.

Las cianofitas se salieron de control, indica en entrevista Miguel Ángel Saavedra, titular del Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México de la Conagua, por condiciones como la elevación de la temperatura en la presa, el material orgánico que aquí se arroja procedente de hoteles y residencias, las propelas de las embarcaciones y la falta de viento.

Margarita Martínez Rebollar, gerente del restaurante flotante La Balsa, comenta que siempre han culpado a su establecimiento de verter aguas negras, pero no es así, pues asegura contar con su propio sistema de procesamiento residual.

Señala que el problema real son las aguas negras que caen en la presa, provenientes de las viviendas y hoteles de la zona oriente, agua que debería ser llevada a la planta tratadora, "pero las bombas que deberían hacer este trabajo no funcionan", refiere.

Se le pregunta a Miguel Ángel Saavedra cuántas descargas negras llegan a la presa Valle de Bravo. Responde que en los últimos días han detectado 50, entre las que se encuentran el Centro de Readaptación Social del municipio y el rastro de la región, la lista incluye también hoteles y granjas.

En el lado poniente de la presa Valle de Bravo la situación del agua es más favorable, a esta zona casi no llega el turismo ni tampoco las descargas, aquí se ubica Izar, un exclusivo desarrollo inmobiliario que cuenta con su propia planta de tratamiento que no arrojan una sola gota usada al afluente.

Los propietarios, con los que es difícil hablar por la seguridad de la entrada, parecen muy conscientes que de la conservación del sitio depende la plusvalía de sus inmuebles. El agua de la presa cercana a Izar tiene una tonalidad más clara, aquí no huele mal como en el oriente.

Pero también el exterminio de áreas verdes por la construcción de residencias en la zona alta de Valle de Bravo ha afectado los lugares de recarga. En entrevista el director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), José Luis Luege, admite que el lugar no es lo suficientemente vigilado por el desarrollo inmobiliario y consecuentemente se invaden los sitios donde se recarga el acuífero.

Los prestadores de servicios turísticos de Valle de Bravo, así como los residentes, se convirtieron en víctimas y victimarios, pues las pérdidas por cada fin de semana que no se permite la navegación en la presa ascienden a los tre millones de pesos, señala el representante de este sector, David Rodríguez Martínez, quien dirige el restaurante flotante Los Pericos.

Bajo nivel de agua en Villa Victoria

A dos horas de distancia se llega a Villa Victoria, cuya agua debería importar mucho a los capitalinos, pues es una de las tres más importantes para el suministro de la ciudad de México y es la primera de la que se puede obtener líquido ante una emergencia, por ejemplo ante la falta de energía eléctrica. Mientras las otras presas requieren de electricidad, el líquido de Villa Victoria baja a la Potabilizadora los Berros por gravedad.

Desde hace seis años que la presa Villa Victoria no recupera su nivel original, las lluvias ya no son frecuentes, comenta Salvador, un habitante del barrio El Vivero, ubicado a la orilla sur del cuerpo de agua. La población ha empezado a asentarse en los alrededores construyendo fosas sépticas para sus baños. La gente aquí cultiva maíz en las orillas como único modo de subsistencia con el consecuente uso de agroquímicos, que ya sabemos en dónde suelen terminar.

Antonio Gutiérrez Marcos, es actualmente titular de la Dirección de Agua Potable, Drenaje y Saneamiento de la Comisión Nacional del Agua Valle de México, institución en la que ha trabajado durante los últimos cinco años.

Se le pregunta si la Conagua sabe de los problemas de contaminación, no sólo en la presa Valle de Bravo, sino en las otras seis que integran el Sistema Cutzamala y sobre todo las tres más importantes: Valle de Bravo, El Bosque y Villa Victoria, responde que sí.

Sabe del problema de asentamientos, de descargas, de sequías, de plantas de tratamiento que no operan adecuadamente como la de Michoacán.

Por eso se le cuestiona cuál será el principal conflicto que se enfrentará de continuar con los actuales niveles de contaminación. Contesta despacio, con voz suave, como si la respuesta fuera obvia: "pues que un día el agua de las presas ya no se pueda potabilizar".

Señala que entre más contaminantes existan en el líquido, más cloro y floculantes se requerirán para hacerla apta al consumo humano y cumplir con la Norma Oficial Mexicana 127.

Explica que un ejemplo es el agua de Valle de Bravo contaminada con algas, a la cual ahora se le tiene que agregar cantidades generosas de carbón activado.

"Es un hecho: si el agua fuera únicamente de lluvia, se tendría un proceso de potabilización más sencillo"
, indica.

Uno de los elementos que más encontramos en las presas, se le pregunta a Antonio Gutiérrez Marcos, son los sembradíos a la orilla de los cuerpos de agua, especialmente de maíz, y el consecuente uso de agroquímicos que llegan arrastrados por la lluvia.

A esto el titular de la Dirección de Agua Potable, Drenaje y Saneamiento de la Comisión Nacional del Agua Valle de México, contesta, y asegura, que estos químicos no han sido detectados en cantidades que no puedan ser controladas, al menos por el momento.

Es de noche, tras varios días de seguir la ruta del agua que consumen los habitantes de la ciudad de México y municipios cercanos, llegamos finalmente al Sistema Cutzamala, es en definitiva un imponente monumento al esfuerzo del ser humano para limpiar el agua contaminada por otros millones de seres humanos. Desde aquí, el agua que usted tiene en ese vaso viajó 240 kilómetros.



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