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“El periodismo es una droga que difícilmente abandonas”

A unos días de cumplir 80 años, la autora mexicana viva más influyente habla sobre su vida y obra

Elena Poniatowska es periodista desde hace 59 años por una ocurrencia de juventud. Un buen día dijo que era reportera y buscaba una entrevista, así comenzó su historia en este oficio que califica de "ingrato" y al tiempo generoso, pues ha conocido el dolor, la injusticia y lo trepidante del diarismo, y también le ha dado amigos e historias para su literatura Jorge Serratos /EL UNIVERSAL

Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor (París, 19 de mayo de 1932) celebrará en unos días 80 años de vida, lo hará convertida en un icono del periodismo cultural y social mexicano Jorge Serratos /EL UNIVERSAL

En su vida, sus discursos y sus libros se ha manifestado a favor de las mujeres, del aborto, de la guerrilla y de los indígenas Jorge Serratos /EL UNIVERSAL

Si en su literatura es expresiva y vital, su periodismo es comprometido pero singular. Hace preguntas que parecen irrelevantes y recibe respuestas inteligentes Jorge Serratos /EL UNIVERSAL

Mis entrevistas son desinformadas, preguntaba casi sobre el físico de las personas porque no sabía nada, venía de un convento de monjas en Estados Unidos y no sabía absolutamente nada de mi país, los entrevistados fueron quienes me fueron enseñando Jorge Serratos /EL UNIVERSAL

"Ahora con la edad me preparo mucho más y ya no puedo salir así sin saber nada", señala la narradora que se acomoda en el sillón de su casa en Chimalistac, donde está un cojín que tiene bordada la caricatura de López Obrador Jorge Serratos /EL UNIVERSAL

La escritora prepara una novela sobre su padre y est? poniendo en orden su biblioteca y archivo pers

PROYECTOS. La escritora prepara una novela sobre su padre y está poniendo en orden su biblioteca y archivo personal. (Foto: JORGE SERRATOS EL UNIVERSAL )

Domingo 13 de mayo de 2012 Yanet Aguilar Sosa | El Universal00:10
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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

Elena Poniatowska es periodista desde hace 59 años por una ocurrencia de juventud. Al poco tiempo también comenzó su carrera de escritora. Un buen día dijo que era reportera y buscaba una entrevista, así comenzó su historia en este oficio que califica de “ingrato” y al tiempo generoso, pues ha conocido el dolor, la injusticia y lo trepidante del diarismo, y también le ha dado amigos e historias para su literatura.

Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor (París, 19 de mayo de 1932) celebrará en unos días 80 años de vida, lo hará convertida en un icono del periodismo cultural y social mexicano; como la escritora viva con mayor reconocimiento internacional, y una de las más combativas. En su vida, sus discursos y sus libros se ha manifestado a favor de las mujeres, del aborto, de la guerrilla y de los indígenas.

Si en su literatura es expresiva y vital, su periodismo es comprometido pero singular. Hace preguntas que parecen irrelevantes y recibe respuestas inteligentes.

En el principio, en 1953, cuando escribió su primera columna, le pareció una osadía lanzarse a entrevistar; cuando fueron pasando los años, se volvió un estilo preguntarles sobre su físico.

“Mis entrevistas son desinformadas, preguntaba casi sobre el físico de las personas porque no sabía nada, venía de un convento de monjas en Estados Unidos y no sabía absolutamente nada de mi país, los entrevistados fueron quienes me fueron enseñando. Ahora con la edad me preparo mucho más y ya no puedo salir así sin saber nada”, señala la narradora que se acomoda en el sillón de su casa en Chimalistac, donde está un cojín que tiene bordada la caricatura de López Obrador y al lado una bandera blanca con moño tricolor que dice “Gobernador legítimo de México”.

La Poni, esa princesa polaca que pensaba casarse con “un cuero” estilo Gregory Peck, y que se casó con el astrofísico Guillermo Haro -para vengarse, pues odiaba a los periodistas-, lleva cerca de seis décadas en la literatura y el periodismo.

Ríe al recordar que en una entrevista le preguntó a Diego Rivera por qué tenía los dientes tan chiquitos, que si eran de leche. “Sí, me sirven para comerme a las polaquitas preguntonas”, le respondió el artista.

Mañana, en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM, a las 19:00 horas, Juan Villoro, Carlos Bonfil, Rafael Barajas El Fisgón y otros amigos, la festejarán con palabras.

¿Su curiosidad la decidió por el periodismo?

No creo nunca haber decidido nada, lo único es que en 1953, en el periódico Excélsior, me inicié como reportera de sociales con Bambi (Ana Cecilia Treviño), pero no fue una decisión simplemente, fue una oportunidad que tuve gracias a mi mamá, porque ella le dijo al embajador de Estados Unidos que yo era periodista. Era una mentira, una chiripada, una ocurrencia.

Mi afán era conocer a mi país porque no lo conocía, hacer algo un poco distinto a lo que hacían las muchachas de mi medio social.

Ha sido testigo y cronista de muchos movimientos sociales

Muchos movimientos que son muy importantes y tuve la fortuna de hacer la crónica, por ejemplo, del movimiento del 68, de la toma de tierras de Rubén Jaramillo, del terremoto del 85 y del plantón de Andrés Manuel. Los cuento desde adentro, estaba en las huelgas de hambre, en Lecumberri. Entraba a mundos difíciles, a mundos que te marcan para siempre; tú crees que no pero todo te marca y te deja huella para el futuro; la cosa es que uno esté de acuerdo con su vida y diga qué bonita vida tuve, qué bien estuve, hice lo que mejor pude.

Pero es que a los reporteros siempre los tratan con la punta del zapato, los patean, pero sin reporteros no hay periódicos, finalmente los que hacen los editoriales lo hacen con el trabajo de los reporteros, hacen lo que se llama la obra negra del edificio, las estructuras, las bases, el fundamento de lo que se va a decir después; con todo, los reporteros son siempre a los que desdicen. El gremio de los reporteros dentro del periodismo es el más olvidado.

De todos esos acontecimientos ha dejado constancia en la literatura.

Hice Fuerte es el silencio, La noche de Tlatelolco, Amanecer en el Zócalo, Todo empezó el domingo con Alberto Beltrán; en el periodismo hice entrevistas con gente muy importante que, de no ser periodista, no habría tenido la manera de que platicaran conmigo, Esa fue una oportunidad y una escuela.

Ahora hay muchas mujeres periodistas pero antes las contabas con los dedos de las manos, nos decían que por qué no estábamos en nuestra casa, que por qué queríamos llamar la atención. Entré al periodismo de un día para otro porque ni había escuela ni a nadie le importaba nada; tú misma te ibas haciendo sobre la marcha.

¿Qué le aportó el periodismo?

Fue toda mi escuela, fue mi universidad y mi manera de estar en la vida. Mi razón de ser, en cierta manera es una justificación porque uno siempre justifica lo que hace, por ejemplo, creo que me queda mucho tiempo pero no es cierto. Me duele muchísimo no haber ido a la universidad, no tener carrera universitaria no sabes cómo me puede.

Pero no le ha hecho falta.

Sí me ha hecho mucha falta porque no soy nada organizada, no sé investigar por eso todo me toma el doble o el triple de trabajo porque no fui a la universidad y no adquirí una disciplina, y luego porque en el periodismo te entra una especie de trepidación interior, de distracción, de hacer todo a la carrera, de ir de un lado a otro y también te pone muy nerviosa pensar en si te van a salir los artículos bien o mal, si te van a tumbar la mitad, si te van a publicar en primera plana o adentro, si se van a tardar tres o cuatro o cinco días o una semana, lo ves y dices esto perdió actualidad pero a nadie le importa, un día por fin sale, entonces te sientes muy desairada; confirmo que el periodismo es una perpetua lección de humildad.

Ha dicho que el periodismo es una droga...

El periodismo es una droga y es algo que difícilmente abandonas, yo recuerdo un viejo periodista en el Novedades, creo que se llamaba Escurdia, pero recuerdo que me decía: “sálgase, Elena, sálgase, no se quede porque esto mata. Le va a pasar lo que nos sucede a muchos que nos agarra el maquinazo”. Él se iba a tomar sus copas a la cantina El Negresco, ahí se iba con sus cuates y luego regresaba a escribir, era una forma de vida.

El periodismo le dio historias para la literatura.

Mi literatura está ligadísima al periodismo, muchas novelas están basadas en lo que yo viví o vi. Ahora sí quiero dejar el periodismo porque es muy absorbente y quiero dedicarme a mis novelas porque no me queda mucho tiempo de vida.

Sin embargo, escribir la novela en la que estoy me está costando mucho trabajo porque habla de temas que desconozco, escribo sobre mi familia paterna y como no sé nada de historia me cuesta mucho trabajo, quiero recuperar su historia porque, cuando vine a México, a los diez años, me olvidé completamente de mi familia paterna.

Tengo muchos proyectos, a ver si no alzo los tenis antes, por eso estoy organizando la biblioteca y la casa, para no dejarles a mis hijos un tiradero horrible y para que no digan qué loca era mi mamá, mira cómo dejó todo.

¿Qué deseos pide en su 80 aniversario de vida?

Que gane Andrés Manuel López Obrador, que a mis hijos les vaya muy bien, que mis nietos sean lo más felices posible, que al país le vaya muy bien, que se salgamos de este túnel de violencia en el que hemos vivido y que toda la gente se vaya a dormir cuando haya comido más o menos lo mismo. Que no haya un abismo entre una clase social y otro en México.



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