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Mexicana llegó a BC antes de terremoto en Japón

Sonia Palacios y sus dos hijos arribaron a Mexicali 10 días antes del desastre en Watari, una de las ciudades destruidas por el sismo en la nación asiática
TIJUANA, BC. | Domingo 20 de marzo de 2011 Julieta Martínez / corresponsal | El Universal17:47
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Sonia Palacios Tanabe y sus dos hijos, de uno y cuatro años, llegaron a Mexicali 10 días antes del terremoto de 9 grados que devastó Japón, donde vive hace una década con su esposo, Ono Masakatsu.

Por las noticias se enteró del desastre y no podía creerlo porque dos horas antes había recibido un correo electrónico que Masakatsu le envió desde Watari, una de las ciudades destruidas por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo.

Vino a Mexicali para asistir a una celebración familiar que finalmente la salvó de enfrentar la calamidad junto con sus hijos, pero no pudo evitar la angustia de no saber de su esposo en cuatro días.

Al observar las imágenes del desastre temía lo peor por su cónyuge y su familia política, pero finalmente registró sus nombres en una página de Google y confirmó que se encuentran en un refugio para damnificados.

Esto devolvió la tranquilidad a la mujer de 35 años, quien se considera, junto con sus hijos, una predilecta de Dios, ya que no es la primera ocasión en que se salva de un terremoto.

El 4 de abril del 2010 se encontraba en Japón cuando un sismo de 7.2 grados cimbró Mexicali, donde nació y vive su familia.

Se enteró por las noticias del desastre en su ciudad y durante horas intentó comunicarse con sus seres queridos para constatar que estaban bien. Las líneas telefónicas saturadas y dañadas por el sismo la mantuvieron en una angustia que pensó no volvería a vivir.

A días y casi un año de distancia de los desastres en sus hogares, Palacios Tanabe, cuya madre tiene raíces japonesas, afirma que la vida cobró un nuevo significado para ella.

Está decidida a vivir cada día como si fuera el último y no dejar pendientes "para después" porque está consciente de que las circunstancias pueden cambiar de un momento a otro.

"Dios me quiere mucho porque mi familia está bien y me puso a salvo de las dos situaciones más difíciles", afirma.

Recuerda que cuando supo del terremoto pensó: "Dios, me salvaste de algo horrible", pero a la vez vivió la angustia e impotencia de no saber de los suyos y no poder hacer nada para ayudarles, igual que a su comunidad. "Vi las dos caras de la moneda", afirma.

La distancia entre los dos países fue en los dos casos su mayor enemigo para saber lo que pasaba con sus familias, "es lo que mantuvo con el alma en un hilo", recuerda.

Sabe que su esposo no es parte de las más de 8 mil 400 personas que murieron por el terremoto, ni se encuentra entre los casi 13 mil desaparecidos, y que en Mexicali su familia no se encuentra entre las miles de damnificadas.

De Ono Masakatsu sólo ha recibido un correo electrónico, pero aunque está inquieta por él ante la alerta nuclear que hay en su ciudad, espera regresar a Japón cuando la situación se estabilice, tardará, afirma, pero sostiene que es lo mejor para sus hijos.

Afirma que tras 10 años de residir en esa zona aprendió a querer y adaptarse a la ciudad de Watari, distrito de Miyagi, porque su vida ha sido agradable y sabe que su deber es apoyar.

Ver a miles de familias sufriendo por el desastre llena de dolor e impotencia, afirma.

Sonia Palacios Tanabe pide a la comunidad mexicana que apoye a Japón.

spb



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