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A 33 años del hallazgo de la Coyolxauhqui

El monolito de la deidad mexica fue hallada accidentalmente en 1978 en la Ciudad de México

DESCUBRIMIENTO La pieza fue hallada en 1978 mientras se hacían trabajos de excavaciones en el Centro Histórico. (Foto: Agencia EL UNIVERSAL )

México | Sábado 19 de febrero de 2011 Agencia EL UNIVERSAL | El Universal00:32
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El monolito de la deidad mexica Coyolxauhqui cumplirá el próximo lunes 33 años de ser descubierto de manera accidental, cuando se realizaban trabajos en una zanja en las inmediaciones de las calles de Guatemala y Argentina del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Ese hecho desencadenó el Proyecto Templo Mayor y el Programa de Arqueología Urbana, impulsados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con los cuales se han investigado 13 mil metros cuadrados de la parte central de la antigua ciudad mexica, entre cuyos más recientes frutos destaca el hallazgo de otra escultura monolítica, inclusive mayor que la de dicha deidad lunar, la de la diosa de la tierra Tlaltecuhtli, descubierta el 2 de octubre de 2006.

Ambas esculturas -detalló el INAH en un comunicado- "marcan el alfa y el omega del Proyecto Templo Mayor", como expresó su fundador, el profesor Eduardo Matos Moctezuma.

En el momento del descubrimiento de la Coyolxauhqui, el 21 de febrero de 1978, "las especulaciones de los arqueólogos giraban en torno a la identidad de la deidad representada: ¿Quetzalcóatl?, ¿Coatlicue?... Este desconocimiento hizo que los expertos se volcaran nuevamente a la fuentes históricas y que los medios de comunicación recurrieran a aquellos que habían dedicado sus estudios a reconstruir lo que fue el antiguo centro ceremonial tenochca y la cosmogonía de esta cultura", relata el organismo.

Se recurrió a la narración de uno de los mitos fundamentales del pueblo mexica (la perpetua lucha entre el Sol -Huitzilopochtli- y la Luna -Coyolxauhqui-, hijos de Coatlicue -La de la falda de serpientes-. Una batalla que inicia la diosa lunar, ofendida por la sospechosa preñez de su madre) contenido en documentos históricos, como el pasaje del Códice Florentino y alguna de las versiones escritas por frailes cronistas, como Diego Durán.

Empero, fueron los cascabeles en las mejillas, labrados en la gran escultura de andesita rosa, símbolo inequívoco de Coyolxauhqui (la que se ornamenta las mejillas con cascabeles) dentro del panteón mexica, el detalle que reveló su identidad, señaló por esos días el arqueólogo Felipe Solís, conocedor de la cultura mexica.

El INAH destacó que si bien fueron los trabajadores de la Cuadrilla 303 de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro los encargados de despejar parcialmente la escultura, fueron los arqueólogos, historiadores y arquitectos a su cargo los que la identificaron puntualmente y quienes la ubicaron dentro del plano del Templo Mayor.

"Pocos ciudadanos hubieran vaticinado lo que en un corto plazo trajo el encuentro con la Coyolxauhqui; transformó para siempre no sólo la apariencia, sino el sentir del capitalino, del mexicano, hacia un espacio donde el pasado prehispánico sólo se dejaba entrever, todavía en aquel 1978, en escasas ruinas y piedras labradas con ídolos que se entreveían en las esquinas de las viejas edificaciones coloniales", puntualizó el organismo.

El monolito de Coyolxauhqui fue labrado en un bloque de roca volcánica de color rosado claro, el cual probablemente procede de la zona del cerro del Tenayo (norte de la ciudad de México).

Estuvo colocado al pie del Templo Mayor, en el lado correspondiente al adoratorio del dios Huitzilopochtli, entre 1469 y 1481 d.C., durante el gobierno del tlatoani mexica Axayácatl. 

La pieza muestra a la diosa lunar decapitada y mutilada de brazos y piernas, representada así por el combate que sostuvo con su hermano Huitzilopochtli, dios de la guerra, según relata el mito mexica.

Su colocación estratégica, al pie del adoratorio de Huitzilopochtli, en la parte sur del Templo Mayor, permitía recrear la escena en la que el Sol vence a la Luna y simbolizaba el recipiente sagrado en el que se depositaban los restos de los hombres sacrificados en honor al Sol.
Fuente: INAH

arh

 



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