aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Dos mil cinco con Lulú Petite

Recibimos el 2005 amándonos, con él dentro de mí y mis uñas en su espalda. Prometimos no olvidarnos y, aunque nunca volvimos a vernos, estoy segurísima de que ambos hemos cumplido

Una chica prevenida "Sabíamos que era sólo un acostón, que ninguno de los dos tenía planes de hacernos noviecitos de manita sudada, que debíamos aprovechar la cama, la noche y el deseo. Afortunadamente, desde muy chavita no salgo sin una dotación suficiente de condones para cualquier emergencia". (Foto: Lulú Petite )

Ciudad de México | Martes 28 de diciembre de 2010 Lulú Petite | El Universal08:19

Querido Diario:

Cuando era niña me enamoré de un vecinito que se llama Pablo. El típico niño que todos adoran. De carita preciosa, ojos soñadores, sonrisa traviesa, pelos parados y unos hoyuelos en las mejillas que daban ganas de llenar a besos, todo un muñeco.

Cuando lo conocí, yo iría en segundo o tercero de primaria. De esas veces que no puedes creer que exista alguien tan bello. Creo que le habría prometido amor eterno a no ser por un pequeño detalle: yo tenía ocho años, él quince.

Cuando lo veía pasar, se me iban los ojitos. Lo quería, como quieren las niñas, pero aún así mi pulso se aceleraba cuando andaba cerca. Tenía doce años cuando me rompió el corazón. Él ya era todo un señor de 19 y se había puesto más guapo, pero al muy ingrato se le había ocurrido tener novia y pasearse con ella frente a todos.

Al canalla no le bastaba andar con esa nalga paradas, además tuvo que restregármela en la cara como para acabar de matar mis esperanzas infantiles. Fue demoledor (Claro, él qué iba a saber, si mi amor era un secreto).

Poco a poco fuimos creciendo y dejé de verlo, a los 14 me volví rebelde, a los 17 me fui de casa, a los 18, comencé a trabajar en la agencia. Aprendí a arreglarme y me veía bonita, la mezcla entre juventud y experiencia, me hacía un caramelito que todos querían comerse.

Nos volvimos a encontrar en una fiesta de año nuevo. Yo acababa de cumplir 19 añitos y, la neta, me veía bien buena. Él tenía 26 y estaba hecho un bombón. Todo era perfecto: Lo que entre una de 8 y uno 15 era un delito, entre una de 19 y uno de 26 sería un deleite.

Más tardé en hacerle ojitos, que él en bien interpretarlos:

-¿A poco eres Lulú?- Me preguntó para hacer conversación

-Sí, soy

-Te ves muy bien

-Tú también Pablo (Estaba igual de guapo, pero se veía más cachondo, más experimentado).

-Hace mucho que no te veía, eras una niñita- dijo acariciándome la cara con sus nudillos.

-¿Y tu novia?- Le pregunté sonriendo, retrocediendo un paso.

-¿Cuál?

-Pues no sé, pero seguro no te ha de faltar

-¿Eres celosa?

-Mucho

-Entonces no te preocupes, hoy no tengo novia.

Nos quedamos mirando unos segundos, sonriendo, retándonos, usando nuestras mejores estrategias, hasta que se acercó y me dio un beso que hizo que me humedeciera.

No me hice la difícil. Me dejé besar, le ofrecí mis labios, mis piernas, mis pechos, mi calentura. Era un fajecín en un rincón de la fiesta que andaba en la frontera entre la discreción y el descaro. De seguir besándonos en ese rinconcito, tarde o temprano el incendio que estábamos provocando terminaría por incomodar a los demás festejadores.

-¿A dónde nos vamos?- Pregunté haciéndome la mustia.

-Conozco un motel...- respondió inseguro

Iba nerviosa, pero los besos en el elevador volvieron a ponerme a tono. En cuanto entramos a la habitación, sacó mis senos del vestido y se fue directo a besarme los pezones, los lamía y los saboreaba como si fueran terrones de azúcar, caminamos hasta el tocador sin dejar el besuqueo y me cargó de la cintura para sentarme allí, con la espalda contra el espejo. Me quitó el vestido y siguió besándome los senos, mientras sus manos acariciaban mi espalda, apretaban mi cadera, separaban mis muslos. Yo abrí las piernas, para que se acercara más, para que apretara su bulto contra mi sexo. Ardíamos.

Lo había deseado tanto y desde hacía tanto tiempo, que nunca me había imaginado realmente en una situación así con él. No podíamos estar más calientes. Me quitó la tanga y acarició entre mis piernas, sentí sus dedos calientitos jugar allí, preparar el área para la embestida, recoger los jugos, templar el ánimo. Cuando al fin me penetró yo temblaba de emoción.

Mi espalda contra el espejo frío, sus labios sobre los míos, mis muslos abrazándolo, sus manos contra el cristal, las mías colgadas de sus bíceps y el cuerpo de él entrando en el mío con prisa, con ansiedad, con deseo. Ah... ah... ah... Nos venimos riquísimo.

Después nos recostamos y volvimos a hacerlo una y otra vez, éramos muy jóvenes y estábamos calientes, no había más que potencia y deseo en esa cama. Nos amamos como si en la vida no hubiera otra cosa qué hacer, como sabiendo que lo que aprovecháramos para hacer esa noche, era toda nuestra historia, que no habría segunda vuelta ni estaba naciendo un romance.

 Sabíamos que era sólo un acostón, que ninguno de los dos tenía planes de hacernos noviecitos de manita sudada, que debíamos aprovechar la cama, la noche y el deseo. Afortunadamente, desde muy chavita no salgo sin una dotación suficiente de condones para cualquier emergencia de trabajo o calentura.

Recibimos el 2005 amándonos, con él dentro de mí y mis uñas en su espalda. Prometimos no olvidarnos y, aunque nunca volvimos a vernos, estoy segurísima de que ambos hemos cumplido.

Feliz 2011

Lulú Petite 



PUBLICIDAD