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El españolito con Lulú Petite

Estaba guapísimo y con cuerpecito de gimnasio. No uno de esos tanquecitos con figura entre Popeye y Terminator, sino un chavo atlético y bien proporcionado, durito por donde lo tocara y flexible como contorsionista

¡Viva España! Nuestra bella colaboradora relata el pícaro encuentro que tuvo con una cliente ibérico. (Foto: Lulú Petite )

Ciudad de México | Martes 05 de octubre de 2010 Lulú Petite | El Universal07:46

Querido Diario:

Abrí las piernas y lo sentí entrar. Puse mis manos en su nuca, acariciando su cabello y se fue deslizando dentro. Me lo hacía despacito, casi tiernamente. Besándolo, me aferré a su cuello. Él comenzó a moverse mansamente, como la marea. Acaricié sus brazos. Sus embestidas me ocupaban. Abracé su espalda, sentí su deseo, me entregué y lo recibí gustosa entrando y saliendo, cada vez con más ímpetu, de maneras más creativas. De pronto, cuando más se hundía, lo jalé hacia mí, presioné mi pelvis contra su orgasmo y lo sentí incrustarse apretando, venirse, saquearme ¡Fue una delicia!

Sucedió en la ciudad de León, del bicentenario estado de Guanajuato donde, para empezar, hice cita con un españolito. Ahora sí que no había lugar más oportuno, ni mejores fechas para tirarme a un hermoso gachupín, que los días en que el México romántico celebraba su independencia.

Nos citamos en un motel de poca. Con puras habitaciones temáticas y extravagantes. Nos vimos en una suite tipo antro. Todo un congal privado: cama king-size, cabecera de plafones discotequeros, de esos que se iluminan al ritmo de la luz y sonido; una pista al centro con tubo teibolero y esferas de espejos onda John Travolta. Una salita también con tubo y sillón de piel, a todo dar para bailar un privadito. En las paredes negras, se levantaban dibujadas unas seductoras lenguas de fuego, recordándonos lo divertido que es pecar.

Tenía además, un bar bien equipado, pantalla plana, DVD, vapor y un jacuzzi sobre el cual había un domo que se abre a control remoto para ponerte a ver las estrellitas mientras estás ponchando. Cada detalle era un pretexto para la imaginación y el cachondeo, un pedacito de la fantasía y una invitación a ponerle como conejitos primaverales.

Por si fuera poco, el cliente estaba de lo más sabroso. Nomás lo vi y si dije ¡Ay Dios!

La neta, en este rollo no esperas que te contrate puro guapo. Con que paguen lo acordado es más que suficiente. Una se va acostumbrando. Muchos de los clientes con quienes mejor me llevo, más me divierto y mejor lo hago no son guapos, pero me tratan tan bien que me basta y sobra para que lo disfrute y pueda ponerme cachonda. Sin embargo, de vez en cuando caen clientes que son un caramelito.

El español estaba guapísimo: Bajito y con cuerpecito de gimnasio. No uno de esos tanquecitos con figura entre Popeye y Terminator, sino un chavo atlético y bien proporcionado, durito por donde lo tocara (literalmente) y flexible como contorsionista. Peludísimo, eso sí, tanto que cuando se encueró no sabía si iba a poncharme a la versión fuerte de Alf.

Como si todo eso no fuera suficiente, mi coqueto fortachón tenía una carita hermosa, pero hermosa de veras. De un bonito entre Ricky Martin y Joseph Fines, que daban ganas de comértelo, aunque fuera a chupetones. Aparentaba unos treinta y tantos años, besaba muy bien y olía delicioso.

Me ha puesto una que ¡Qué cosa! Parecía atleta de alto rendimiento. Me puso de una forma, de otra, para arriba, para abajo, de un lado, del otro, sesenta y nueve, patitas al hombro, chivito al precipicio, misionero, de a perrito, y además con un aguante, de esos que hacían que se notara que o el gimnasio da resultado o venía entachado, dale que dale como si trajera pilitas Duracell. Además el hombre no cogía, hacía malabares, ya de plano no sabía si estábamos haciendo el amor o ensayando para el Cirque du Soleil, algo entre cariñoso y bronco que me tenía tocando las estrellas (y eso que todavía no abríamos el domo del jacuzzi).

Fue entonces cuando me recostó boca arriba y con sus manos me separó las piernas. Entró riquísimo. Lo sentía moverse dentro, besar mis senos, lengüetear mis pezones endurecidos, erizarse con mis caricias, venirse en un gemido ahogado, venirme con él. Quedamos exhaustos, jugueteando sobre la cama entre beso y beso.

-¡Me encanta tu acento- le dije acariciándole el abdomen.

-A mí me encantas tú- respondió besándome los labios

-A ver- le respondí -ponte boca abajo. Cuando se volteó le di un buen pellizco en una nacha, la neta no podía aguantar la tentación, se le veían riquísimas.

-Lo siento chiquito, fue una inyección- Me justifiqué bromeando y comencé mi tradicional masaje de piedras calientes.

-Eres traviesa Lulú- respondió adormilado, pero con una sonrisa enorme y dejándose consentir.

Prometimos volver a vernos, nomás para demostrar que otra buena forma de festejar doscientos años de independencia, es reconciliándote con el conquistador con un buen rato de besos, carne y caricias. A la mañana siguiente seguí mi ruta bicentenaria, rumbo a la bellísima Morelia.

Hasta la próxima

Lulú Petite

http://www.midiariosexy.blogspot.com/



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